Ahora solo queda la ciudad de Cristian Romero


 

Terror urbano, entre la oscuridad de lo fantástico y el absurdo más sugestivo

Ahora solo queda la ciudad, publicado por la genial editorial La máquina que hace ping, es un conjunto de relatos de terror y de corte fantástico escrito por Cristian Romero (Colombia, 1988). Ocurre con esta colección de cuentos de Romero que el lector experimentará cierto déjà-vu, porque al leerlas sentirá que se adentra en ese tipo de sueños en los que la realidad resulta familiar, pero al mismo tiempo es totalmente distinta, desasosegante. Cristian Romero consigue provocar sensaciones, estados de ánimo, enfrentarnos a lo extraño. Es un autor, en este sentido, impresionista. La prosa de Romero es sugestiva, inmersiva, y logra, a través de una forma de narrar compacta y elíptica, construir ambientes densos, asfixiantes, ubicados en espacios irreconocibles aunque parezcan pertenecer a nuestra realidad.  En estas sugerentes pesadillas el lector se enfrentará a historias de terror al más puro estilo clásico. Con aires vagamente románticos pero que se han tamizado a través de una mirada renovada. Un cruce de caminos entre las más oscuras fantasías de Poe, Kafka o Gaiman y la magia de Cortázar. El valor de estas historias no solo reside en sus retorcidos argumentos. También es destacable el uso de un lenguaje preciso y desgarrador, afilado como las uñas de Freddy Kruger, para contarnos leyendas urbanas con la esencia del cuento popular actualizado. Pero sobre todo, como decíamos, Romero es capaz de crear atmósferas desasosegantes y siniestras que te congelan la sangre.

Hay en estos cuentos, maldiciones que acompañan a familias. Brazos amputados que se apropian de la vida de sus dueños. Seres que habitan mundos distópicos en los que la vida ha sido degradada hasta sus máximas consecuencias.  Ciudades moribundas que alientan el nacimiento de sectas extrañas. Espíritus de perros que desde la tumba fraguan venganzas. Pasajes continuos entre la vida y la muerte, entre la cordura y la realidad. Hay un enorme poso de la literatura gótica, qué duda cabe. Pero también se respiran en estos tétricos relatos, aires de la ciencia ficción más bizarra de Rafael Pinedo, China Miéville o Cormac McCarthy. Juegos entre los límites de lo fantástico y el absurdo, siempre de forma imprecisa, tratando de dejar al lector sin todas las claves, sin asideros, para que a través del ritmo respiratorio de la propia prosa se sumerja y construya por sí mismo la totalidad del relato.

En definitiva, historias desasosegantes, escritas con una prosa minuciosa y envolvente que harán disfrutar a todos aquellos amantes del género de terror y de la buena literatura.

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