Comprendiendo la locura con Comics: Desmesura de F. Balius y M. Pellejer.

Portada del cómic
Portada del cómic

“Permanecer cuerdo en un manicomio es desafiar su definición (351)” K. Miller (2019) Viaje al manicomio. Barcelona: Seix Barral.

H. Arendt señala el imperativo de la comprensión como el mandato que todo ser humano debe cumplir. Para esta superviviente del horror nazi, sin comprender no somos nada. Nuestra humanidad se juega en el esfuerzo por entendernos y comprender a los que nos rodean. Hay sin embargo una experiencia humana común que escapa tenazmente a la comprensión. Me refiero a la vivencia de la locura, la enfermedad mental. El saber médico nos repite desde mediados del siglo XX que toda enfermedad mental se debe a un desequilibrio bioquímico. Sin entrar ahora en lo probado o no de esta afirmación, la experiencia de cómo se vive un diagnóstico de una enfermedad mental no es fácil. Existen una buena cantidad de comics centrados en esta temática. El formato del comic permite unir texto e imagen, en un acercamiento íntimo a la experiencia que conlleva vivir con un diagnóstico.

Un primer ejemplo es Desmesura de Fernando Balius y Mario Pellejer (Bellaterra, Barcelona 2018). Fernando y Mario abordan un viaje difícil: acercarnos a la experiencia de “escuchar voces” sin caer en tópicos o estigmatizar. Los textos de Fernando encuentran en las ilustraciones de Mario el complemento perfecto para encaminarnos en el laberinto de las experiencias de la locura. Fernando y Mario nos llevan de la mano para explicar los pasos y sentimientos previos a recibir una etiqueta diagnóstica. Es sorprendente aprender que se suele pasar por múltiples diagnósticos antes de dar con uno que realmente ayude. Fernando recibe varios antes del “definitivo”. El título, Desmesura, alude a la OLA EXAGERADA con la que Fernando describe sus crisis psicóticas. En esos momentos de desmesura, las voces se multiplican. Voces asociadas a momentos de tensión. Fernando ha aprendido a controlarlas, no a eliminarlas, sino a vivir con ellas. Por eso Mario las dibuja como bollas en el mar: como marcadores o avisos.

Fernando nos relata sus idas y venidas, sus encontronazos con terapeutas, psicólogos y psiquiatras. Comprendemos las bondades y maldades de las pastillas con las que ha ido, a veces,  aprendiendo a capear las olas. Aprendemos que el humor y especialmente el humor compartido son los mejores terapeutas: “Si haces el amor con alguien que oye voces: ¿se puede considerar sexo en grupo?” Le dice un día su novia a Fernando. Comprendemos también que muchos de los signos o síntomas atribuidos a la locura pueden ser más bien efectos de la medicación. Las ilustraciones y textos del anexo sirven para describirlos y para comprender cómo se siente quien los está viviendo.

Pero quizás lo más acertado de este comic sea la representación que se hace de las voces. Fernando aparece como un joven con barba de unos cuantos días habitando un cuerpo redondeado. Las voces se representan  acompañándolo como una especie de oso, amarillento ,con una forma redondeada, con pelos al estilo de los de la barba del protagonista. La representación icónica de la locura y de las voces suele ser terrorífica, oscura. No en este comic. Fernando lo explica: “las voces son parte de mi… Han contribuido a construir mi identidad” (57).

Es magnífica también la representación de un hecho que la literatura en sociología médica lleva mucho tiempo señalando y que la psiquiatría en las consultas no parece haber querido ni escuchar ni desde luego solucionar. Me refiero a la incomunicación, la incomprensión en la que se vive la locura. Primero, incomunicación con el psiquiatra. La viñeta en la que el psiquiatra comparte la etiqueta “esquizofrenia” con Fernando es magnífica. El psiquiatra cree dar la solución. El paciente no lo entiende, lo ve como una sentencia, como una agresión. El diagnóstico flota entre los dos en la representación gráfica de su “encuentro”. Fernando describe además cómo no existen pruebas diagnóstica de todo lo que los psiquiatras designan como causas de la locura. Y también cómo la rebelión contra la etiqueta como sentencia es interpretada como síntoma. Así mismo señala la incomprensión de parte de su entorno. La descripción del estigma asociado a la locura es delicada, certera y bella al mismo tiempo. Fernando nos explica las razones por las que no revelar el diagnóstico en su trabajo, o a ciertos amigos. Es su decisión, no la de la sociedad. Lo describe en esta frase: “Primero una intuición, luego una certeza. Nadie iba a salvarme” (45). 

Pero la incomprensión que mejor nos describe es la propia. Cómo él mismo no aceptaba ni entendía las voces. El libro es una forma de poner fuera, de exteriorizar, en palabra y en imágenes, su experiencia. Y al hacerlo, lograr aceptarse y comprenderse. Cumpliendo de esta manera el mandato de Hannah Arendt: comprenderse, y la hacerlo en un comic, permitir comprenderlo. Debería ser lectura obligatoria entre los aprendices de la psiquiatría. 

 

Por Manuel Torres Cubeiro.

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