Exhalación de Ted Chiang o cómo reflexionar sobre los límites de lo humano a través de la ciencia ficción

Ted Chiang es uno de los escritores actuales (de ciencia ficción y sin etiquetas también) más originales y al mismo tiempo, quien mejor consigue metabolizar los viejos temas, rescribirlos y reactualizarlos. Su prosa es precisa y su imaginación desbordante. Consigue aplicar sus conocimientos sin hacer que sus relatos pierdan fluidez. Cuando lo comparan con Borges las razones se basan en muchos de los temas que aborda (el doble, las paradojas temporales, cuestiones metafísicas), pero sobre todo en su método para de enfrentar a sus personajes con dilemas ontológicos. Pero Chiang, a diferencia de Borges, no oculta su querencia por la ciencia ficción,  así que sus mundos, a excepción de un par de cuentos, ya no son tanto las bibliotecas infinitas, los laberintos ni Tlön; sino los entornos virtuales, los seres artificiales y las tecnologías cuánticas que nos abren puertas al multiverso.

En el relato “El comerciante y la puerta del alquimista”, una versión apócrifa de Las mil y unas noches, Chiang rescribe el cuento de Borges “El otro”, en el que un yo joven se encuentra con su yo anciano. Pero Chiang lo aborda desde una perspectiva más narrativa y nada filológica, haciendo que el cuento parezca un remedo de las fantasías orientales que se caracterizaban por engarzar cuentos dentro de cuentos. Aunque aquí un alquimista ha creado una puerta-máquina del tiempo. Las paradojas temporales son resueltas con maestría y sirven al autor para reflexionar sobre nuestros destinos y la imposibilidad de cambiar el futuro a pesar de conocerlo.

En el cuento “Exhalación”, el autor construye un mundo totalmente autónomo habitado por seres mecánicos que tratan de comprender su naturaleza. Lo excepcional de esta historia es la autarquía que rige el relato, la desconexión total con nuestra realidad, la capacidad para elaborar un universo coherente en pocas páginas; aunque al final, como sucede con este tipo de historias, el pathos evoca nuestra propia realidad y es eco de nuestras mismas angustias existenciales.

Hay también una novela corta, “El ciclo de vida de los elementos de software” una suerte de episodio de Black Mirror, en la que examina el viejo tropo de la inteligencia artificial. Esta vez a través de mascotas virtuales y autoconscientes llamadas digientes. Lo llamativo aquí es cómo son educados, cómo evolucionan y, finalmente, cómo se desarrolla un conflicto moral y ético respecto a la vida de estos seres digitales. Una historia compleja, en la que también entran en juego las emociones y las relaciones humanas, y que ilustra con gran lucidez el devenir de nuestro inminente futuro. El relato “La niñera automática, patentada por Dacey” también aborda el tema de la educación, aunque esta vez a la inversa. Una niñera robótica es la nefasta creación que se dedica a educar a niños. Esta es una pieza menor, ya que el formato del relato estaba pensado como texto para ilustrar un artefacto imaginario y no llega a funcionar del todo.

También “La verdad del hecho, la verdad del sentimiento” repite un argumento de la serie Black Mirror. Aquel en el que se crean artefactos que graban cada uno de los instantes de nuestras vidas.  Chiang nos propone reflexionar hasta qué punto es beneficioso tener registros de todas nuestras actividades o dejar que el olvido haga su trabajo. Paradoja servida: ser Funes memoriosos o seres normales que olvidan. El título lo dice todo. Este relato además incluye una doble trama, con un relato sobre el aprendizaje de la escritura en un pueblo de tradición oral, lo que le da mayor densidad. Esta segunda historia está ambientada en un lugar primitivo en el que los europeos tratan de explicar  qué es la escritura y para qué sirve. Una reflexión sobre el lenguaje, el pensamiento y la escritura. Que al final engarza con la otra trama, ya que ambas nos invitan a pensar en la memoria como constructora de nuestra identidad, en los artefactos que utilizamos (dispositivos electrónicos, escritura) para grabar nuestras existencias y que nos convierten en “cyborg cognitivos”.

En “Ónfalo” Chiang propone un mundo alternativo en el que la religión está avalada por la ciencia, hasta que un descubrimiento hace que todo se tambalee.

Cierra el volumen “La ansiedad es el vértigo de la libertad”, una pieza de pura ciencia ficción inteligente. A través de unos inventos llamados Prismas las personas son capaces de conocer realidades alternativas y entablar relaciones con sus para-yos, es decir, sus alter ego de la otra realidad. Esta sugerente premisa da pie a un sinfín de situaciones y reflexiones. Las personas buscan apoyo, consuelo, excusas o motivos para justificar sus actos a través de los comportamientos de sus para-yos. Chiang, en este perspicaz juego de realidades virtuales, retoma sus habituales temas: la identidad, el destino, nuestro deber moral para con nosotros mismos.

Sin duda, Chiang es un escritor de grandes ideas. Como Lem es capaz de desarrollar eficaces artefactos narrativos que sirven de soporte para indagar sobre la condición humana. Es un autor sin miedo a las etiquetas, un escritor que está consiguiendo que la ciencia ficción se eleve a las cotas más altas.

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