«LA FORTUNA»: Todo un infortunio

Por Gerardo Gonzalo.

Movistar ha estrenado el debut en la ficción televisiva de Alejandro Amenábar, La Fortuna. Una serie de 6 episodios, que adapta la novela gráfica El Tesoro del Cisne Negro (2018) y que nos cuenta la batalla legal entre el Estado español y la empresa norteamericana Odyssey, por la propiedad del tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804 en aguas del Estrecho de Gibraltar.

Empiezo diciendo, que Alejandro Amenábar es para mí, el mayor y más reconocido talento del cine español junto a Pedro Almodóvar, compartiendo con el manchego el carácter de evento especial, cada vez que se estrena una de sus películas. En este caso además, la expectación es doble, porque Amenábar debuta en las series y lo hace con una historia a priori atractiva y poderosa.

Poseyendo una muy brillante carrera llena de películas notables, no puedo olvidar el disgusto que hace tiempo me dio Amenábar, cuando estrenó, tras 6 años de silencio, esa nadería con aroma de telefilm mediocre que fue Regresión (2015). Afortunadamente, volví a congraciarme con él en la más que estimable Mientras dure la guerra (2019). De ahí que mis expectativas, ante tan talentoso director, se mantuvieran muy altas en el estreno de esta serie, aunque ya anticipo, que tras su visionado esta supone ya la segunda gran decepción que me ha dado el director.

Tengo la impresión de que según ha ido evolucionando su carrera, Amenábar ha cambiado respecto a las historias que le interesan y sus dos últimos trabajos rompen en fondo y forma con buena parte de sus anteriores proyectos. Nada tengo en contra de ese giro, en el que creo atisbar una preocupación por nuestro país, por su historia, por cómo somos y por buscar un orgullo e identidad que sobrevuele las aristas del debate político cotidiano y apunte a valores más elevados.

Estos dos últimos trabajos conectan con esa búsqueda de lo que somos a través de lo que fuimos, con el armazón de una historia común que debe unirnos para encarar nuestros desafíos. En el caso de Mientras dure la guerra lo hacía con brío, honestidad intelectual y ritmo cinematográfico, en una composición de personajes y situaciones más que notable. Pero en el caso de La Fortuna, hablamos de otra cosa.

La serie no empieza mal. Se nos plantea una situación estimulante, se perfilan unos personajes con gran potencial y no cabe duda de que suscita un interés de inicio por seguirla, tanto por la historia como por unas expectativas que ves que no acaba de aflorar pero que generan la impresión de que harán despegar las emociones y sentimientos del espectador según vaya avanzando la historia.

Pero lamentablemente esto no ocurre, la serie realmente concluye con discreta corrección a mitad de la misma y la otra mitad es una agonía innecesaria, intrascendente, con derivadas que en algunos casos causan sonrojo en un argumento ya agotado y que aquí se estira sin justificación ni acierto.

Todo resulta un tanto artificial y la serie queda lastrada por una ausencia de verosimilitud, en momentos donde se debería haber puesto toda la carne en el asador, con dos elementos especialmente mal resueltos Los EEUU que vemos, sus paisajes en esta serie son de mentira, casi de broma, los hemos visto en miles de películas y aquí no dan el pego. Por otro lado, se nos hurta casi totalmente la parte del hundimiento de la fragata y de los que ahí estaban, resuelto en unas pocas secuencias, en una desangelada, rutinaria y escueta batalla naval sin la épica necesaria.

Además, a lo largo de la serie, todos los problemas se resuelven con inusitada facilidad. Cuando algo parece amenazar a los buenos (que somos nosotros, los españoles) enseguida todo queda resuelto, no hay una auténtica sensación de riesgo ante el fracaso, o de amenaza significativa. Respecto a los personajes, sus conflictos entre ellos, resultan muy poca cosa en la mayoría de los casos. El cazatesoros con su hija, el abogado con su pasado, la relación entre los protagonistas, ese personaje misterioso que se le aparece de vez en cuando a nuestro diplomático… Todo esto está llevado con tal torpeza y nulo interés, que parece una broma haber implementado estas derivadas tan simples y mal llevadas.

Sin embargo, no todo en la serie es malo. Reconozco que hay algún momento de cierta épica y orgullo patrio que no resulta mal y algunos actores están muy bien. Por ejemplo,  el descubrimiento de Álvaro Mel, que lleva el peso de la trama, brillante e impecable en su rol y la presencia de Karra Elejalde, que levanta la serie cada vez que aparece. Respecto a los americanos Stanley Tucci y Clarke Peters, sin estar mal, los veo un tanto desaprovechados, sin muchos matices y algo artificiales en su interpretación. Al final, casi los momentos que más me gustan son los de los funcionarios, y como ese ministro, ese jefe de gabinete, el embajador, etc, cada uno con sus peculiaridades y perezas, van cumpliendo con su deber, creyendo en la trascendencia de la misión y poniendo en marcha los oxidados y alambicados engranajes de nuestro sistema, empujados por el inconformismo de los protagonistas.

Pero poco más, la para mí, serie más esperada de este año, se ha convertido en una decepción mayúscula que no acabo de entender. Llena de artificiosidad, hueca y plagada de situaciones poco creíbles. Me parece inverosímil que un talento como el de Amenábar haya sido capaz de presentar una serie tan imperfecta, a la que le sobra la mitad de la misma. De ahí el sonrojo que me produce ver críticas que emparentan a esta ficción con el cine de Spielberg o James Cameron e incluso con el propio Tintín. Nada de nada.

Para mi otra gran decepción dentro de la carrera de este mayúsculo director que es Amenábar, incapaz aquí de aprovechar una historia de mucho potencial. Qué pena.

One thought on “«LA FORTUNA»: Todo un infortunio

  • el 23 noviembre, 2021 a las 11:06 am
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    De acuerdo con casi todo. Una pena por haber malgastado un apasionante episodio de la historia reciente y por el director que, a pesar de mostrar aquí y allí su maestría, factura un producto regulero tirando a malo. Faltó señalar lo mal elegidos que están los protagonistas. No son creíbles.

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