De la hispanidad y todo lo que le es propio

José Luis Trullo.- La reedición de Aspectos del vivir hispánico, de Américo Castro, constituye toda una sorpresa en el contexto de la cultura española actual, pues vuelve a poner sobre la mesa un concepto, el de “hispanidad”, denostado por el progresismo de nuestros días, el cual le imputa las peores atrocidades que imaginarse pueda, no solo respecto a otros pueblos allende los mares, sino a nuestras propias identidades peninsulares (no tan plurales como ahora se nos quiere hacer creer). No soy yo quién para dar y quitar la razón a nadie, ni menos aún para analizar los móviles que guían dichos ataques (unos menos gratuitos e infundados que otros); lo que resulta innegable es que la publicación de libros como este nos permiten enfocar de un modo menos errático el debate, desde el momento en que su autor resulta poco sospechoso de complicidad con todos los -ismos que, de un tiempo a esta parte, se les suelen asignar a los que quieren ver de España, de su identidad y de su historia, algo vivo y digno de ser defendido.

El libro en sí puede que haya envejecido mal: la investigación acerca de la vida religiosa a final de la Edad Media y el Renacimiento ha avanzado mucho, arrojando luz sobre aspectos que, en vida de Castro, aún no se conocían con detalle; en este sentido, ciertas afirmaciones acerca del erasmismo español y su carácter “lujoso” y aristocrático resultan bastante pintorescas. Sin embargo, el valor de este volumen va más allá de su contenido, por cuanto se erige en un documento de gran relevancia cultural, atestiguando la decadencia actual en la que se encuentran los intelectuales “hispánicos”: la libertad y el compromiso con la inteligencia y la verdad de Castro son, ya, raros de ver: muertos Agustín García Calvo, Rafael Sánchez Ferlosio o Antonio Escohotado, tal vez sean Fernando Savater, Rafael Argullol, Andrés, Trapiello, Gregorio Luri, Ramón Andrés o Félix de Azúa los últimos que merezcan el nombre de tales, si bien sus aportaciones las realizan en un orden distinto al de la mera investigación académica. Que los faros de cierta opinión pública en el siglo XXI, en cambio, sean periodistas, actores o caricatos con un equipo de oscuros guionistas detrás, da bastante que pensar acerca del estado de postración cultural de nuestro país.

Por otro lado, dudo que a Américo Castro se le pueda reprochar complicidad alguna con los carpetovetónicos, pero de ahí a erigirlo (como hace la solapa) en un paladín “progresista” [sic] “de una sociedad que empezaba a ser laica y liberal” -¡a la vez!- puede que sea ir demasiado lejos; porque, si algo no fue la España de los años 30, y mucho menos la izquierda, fue un ariete del liberalismo, todo lo contrario: de haberse impuesto el Frente Popular en la contienda, pocos pueden dudar que habríamos padecido una dictadura análoga a la de los nacionales (y sobran testimonios  acerca de ello). Y es que, por desgracia para la mayoría, esa tercera España que simbolizaron en su momento Ortega y Gasset (quien pronto abjuró de su inicial compromiso con la segunda república, así, en minúsculas) o Chaves Nogales, apenas concitó la adhesión de unos pocos y valerosos talentos; la mayoría se dejó arrastrar por la demagogia y el cainismo rampante, males ambos de los que ni siquiera hoy, tanto tiempo después, quieren sustraernos ciertos sectores especialmente enconados.

Sirva esta reedición, con su magistral prólogo a cargo del ínclito José Carlos Mainer, como acicate para proseguir en la senda del pluralismo ideológico y el rescate de los grandes humanistas del pasado. España necesita apuestas valientes y honestas en este sentido, y Aspectos del vivir hispánico debe ser acogido, sobre todo, en esta clave; porque nunca un libro es solo un libro, sino un modo de contribuir a la mejora de la convivencia y la comprensión mutua.

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