Rol de esqueletos: una herida densa y frondosa

Portada de Federico Granell

 

José Luis Morante.-  El viaje literario de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980) mantiene como viga creadora del sujeto poético la vinculación con la vanguardia. El empeño de adentrarse  en una somatización profunda del lenguaje que acumula hermetismos, derivaciones semánticas, tanteos irracionales y descubrimientos. Así ha construido una obra reconocible, compleja, árida en ocasiones, que integra expresión poética, páginas del yo y aforismos. Los títulos se hilvanan sin divergencias en un mínimo lapso temporal: Monelle, los pájaros (2016), La polilla oblicua (2017), Lesbia, etc (2017)… o su entrega poética más reciente Las lentes de Bolaño (2020), son estaciones líricas complementadas con el libro de aforismos Caída libre (2019) y las entregas autobiográficas Ardides  (2019) y El aro de latón (2020). Sin duda, una cosecha abrumadora por su fertilidad, que merecería más asiento y reposo lector para eliminar el brillo fugaz, la superficie del escaparate de novedades.

En Rol de esqueletos la imagen de cubierta de Federico Granell ilustra la renacida calavera de Hamlet con un aleteo de conceptos que da vuelo a la imaginación: ventisca, ruido, ficción, lucidez, cine, abismo y afán. Son variopintas tareas del pensamiento que podrían complementarse con otras quietudes y urgencias. Viene bien la tarea orientadora del prologuista, Juanma Lozano Hernández, pidiendo calma en la lectura; dejando que vaya aflorando desde las palabras el rostro nómada de las ideas, la eterna nostalgia del aforismo que corta en seco el regreso, empeñado en el menos es más.

Nítida y comunicativa, la edición del libro comparte los itinerarios de la creación de manera facsimilar, como si ser compuesta y diagramada de una determinada forma añadiera al entorno cerrado de la publicación un valor de uso. También el paratexto es un espacio con lindes que hay que recorrer entre vislumbres de autores singulares: Roberto Bolaño, Allen Ginsberg, Georges Perec, Ricardo Piglia, John Cheever, E. Hardwick, Bob Dylan, F. Kafka y Borges. Bocata di cardinale. Así va creciendo una sensación de cercanía con el esqueleto como núcleo central de estos aforismos, que se distribuyen en cinco libros secuenciados.

El Libro I añade un preludio y un entreacto accional que mide el tiempo y lo llena de protagonistas y contingencias. Se alzan, además, en el marco de representación algunos escenarios, descritos como apuntes enunciativos de un relato. Con ellos, una poética final “El arte de cazar” que justifica la digresión y la suma de estrategias, antes de adentrase en el impulso del aforismo como tal. El discurrir de textos opta por la frase concisa y por una frecuente apoyatura cultural que renueva sentido. Del mismo modo, el pensamiento ensancha el campo de experiencias. Adentrarse en el limo de cada aforismo resulta difícil. El análisis sobrecoge la lógica, mantiene una sensación de irracionalidad suspendida. En suma, se vislumbra un cúmulo de ideas abstractas.

Espacio y tiempo conforman una selva azarosa y profunda, una herida densa y frondosa, como un gran sueño sostenido en el aire, que supone que la realidad es grisura y falta de color. Ese supuesto da pie al Libro II que de nuevo se abre con un complejo esqueleto de composición, al que se añade la “Descripción de mi situación mental”. No sé si el apartado es necesario; a estas alturas del libro los que postulan un aforismo acorde con su recorrido expresivo en el canon, sospecho que habrán abandonado definitivamente este Rol de esqueletos con el convencimiento de que la propuesta de Miguel Ángel Gómez es simple escritura demencial, donde impera lo gratuito y el desorden, en este caso la ausencia completa de aforismos en la sección. También el Libro III arranca con una miscelánea de textos que aglutina escenas, microrrelatos y un tramo amplio de aforismos, en el sentido más exacto de la estrategia expresiva.

Como una escala musical en crecida, la parte final de Rol de esqueletos me parece la más lograda; hay menos gratuidad compositiva y el conjunto de aforismos  define mejor una sensibilidad interrogativa. Así, el Libro IV, titulado “Loca cadencia”, comienza con una glosa fragmentaria sobre Emil Cioran, y busca para los textos la brújula de la biblioteca y la aseveración del magisterio; mientras que los aportes lacónicos redundan en ese dinamismo temático de quien convierte essuqletos en nómadas paseantes de lo cotidiano.

El cierre del libro integra un aserto explícito como balance final: “Mayor dimensión”. De nuevo el fluir de la conciencia se convierte en un mirador de tantas fugaces estaciones de lo cotidiano, bien definido en “Una banalidad”. El rumor en tránsito del aforismo reitera impresiones, se empeña en anotar lecturas, muestra el estar trashumante que convierte al espacio en marco accional: “Mirar es exiliarse y comporta una estética”.

El discurso aforístico de Miguel Ángel Gómez es una propuesta incardinada en el fragmentarismo y la heterodoxia. En él se filtra un poblado ámbito lector que atrapa sugerencias de un yo que sale de sí mismo para apropiarse de un variado cromatismo intelectual. Los enunciados lacónicos rezuman una evocación emotiva, donde la vida se pega “como lapa” a la obra. El resultado de Rol de esqueletos es una perspectiva compleja, una analítica con algo de cataclismo interior y mapa de niebla, nunca apta para el conformismo.

 

Miguel Ángel González, Rol de esqueletos. Prólogo de Juanma Lozano Hernández. Apeadero de Aforistas, Sevilla, 2021.

 

 

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