“Fábula material”, Begoña Callejón

Por Pablo A. García Malmierca.

Fábula material (Bartleby Editores, 2022), de Begoña Callejón se presenta como un libro complejo con múltiples referencias intertextuales que abarcan desde el cine a la literatura de género pasando por la propia poesía. Esas referencias que van desde Tarkovsky a Bella Tar pasando por Stephen King, Emily Dikinson o Sylvia Plath es mejor dejarlas para que el propio lector pueda degustarlas en la medida de sus lecturas propias, pues este libro de poemas tiene múltiples lecturas en función del grado de profundización y del tipo de lectura que se quiera realizar.

En mi caso voy a detenerme en los elementos que creo más importantes, desde la propia taxonomía del libro al proceso de búsqueda que constituye la voz poética de este libro que se nos abre y cierra en sí mismo.

El texto se encuentra dividido físicamente en cuatro partes, tres de ellas descriptivas de un mundo que al modo de los herbarios de Emily Dickinson tratan de explicar y explorar el mundo que nos rodea y una cuarta que se cierra sobre las otras tres, destruyendo lo conocido, para en un proceso apocalíptico aquí identificado con el Ragnarök de la mitología vikinga que invita a renacer en unos términos diferentes.

Este proceso de creación descendente, que parte de la luz hacia la oscuridad, se nutre de una serie de grietas que, poco a poco, alimentan ese proceso que desemboca en una nueva realidad renacida de la antigua naturaleza. El espacio se crea a partir de un bosque dentro de otro bosque, aquí denominado como “Tálamos”, jardín botánico en un entorno artificial. Mediante la división en poemas que llevan como título el nombre científico de un elemento vegetal vislumbramos como todo entorno primigenio necesita de un origen, en este caso femenino, se identifica con la “Madre” pero de forma negativa “Das sombra como Madre –abrazas como Madre– pero no eres Madre”, este elemento dialéctico negativo es fundamental en el proceso de búsqueda del lenguaje, pues eso es Fábula material, una búsqueda de un nuevo lenguaje en el propio lenguaje, en la poesía. La Madre es un elemento negativo que “produce terror”, en ese hábitat “hay galerías de horror”, es una Madre sin uno de sus atributos principales pues “la leche se detiene” y es en este lugar definido desde la negatividad donde “comienza a arder la sílaba”, donde el propio lenguaje comienza a incendiarse para producir algo nuevo. Y es aquí en las pequeñas grietas que deja ver la “tormenta negra” donde “no hay poesía” el lugar donde dar forma a la oscuridad, donde se crea la escritura como acto de creación: “Siempre el todo es distinto de lo que se escribe […] darle forma a la oscuridad […] colorear el mundo//// creas escenario.” Será a través del recuerdo, al igual que el propio Cthulu que sueña eternamente, donde nos podremos reencontrar con la memoria de la luz: “membranas fosilizadas […] sonido negro […] memoria de la luz […] oscuridad mineral […] el caos […] tú existes […] la compasión existe”. Lenguaje que nace en el reconocimiento, en la compasión que en un paso más se convierte en poesía matérica, en búsqueda constante: “¿cómo piensa la luz?” Aparece otro elemento fundamental en el texto, la imposibilidad del canto, el silencio: “Salmos pudriéndose en los pulmones”, y la voz en relación con otro sentido, la vista, “No veo…No veo…No veo…”. Serán los límites el lugar de búsqueda, la interzona despoblada: “Sembrar la culpa en la zona límite.” Será el cuerpo, límite de cada uno de nosotros el punto de ruptura, la grieta por la que la nada se convertirá en sonido en un proceso tal que: silencio, nada, corporeidad, madre, grieta, oscuridad. El movimiento del cuerpo “la nada sonora ondea en el vientre”. Todo es efímero y presto a desaparecer incluso el tacto “que se transforma en polvo”, incluso las palabras que arden “escuchas lo que viene de dentro –de fuera– y calcinas su significado”. Y será en este arder donde “ahuyentar la gramática” que transforma la sintaxis y el significado “córtame.la.lengua.el.clavo.ya.se.oxida.ata.los.dedos”. Sin embargo, será el olvido el fruto de una intención “debería iluminar la materia”, “porque lo que quema conduce a la oscuridad –dolor irresistible– contorsión inmisericorde—tierra saqueada—que solo tiene grietas y membranas azules—debería—debería olvidar.”

El segundo acto o fábula como se denomina en el libro aparece bajo el epígrafe de “Branquias” taxonomía del mundo marino, reino mudo donde habita el silencio. Las grietas que se vislumbraban en la primera fábula se adueñan de la propia sintaxis, del lenguaje, lo formal acaba tomando lo conceptual y viceversa. “Nacimiento rasgado que. Destruido de la. Totalidad que. Sueñas. Anfi Bios.” Desde el mar se crea una nueva boca, boca donde la voz es luz. Sin embargo, falta la comprensión, la destrucción, la asfixia, el vacío, la suspensión del juicio, llevan a la supresión de la vista y el oído, pasos previos para el nacimiento de una nueva voz. Se define la voz en una paradoja “la voz no es yo. O. Es el yo” juego conceptual de lenguaje y pensamiento. La luz se vuelve de nuevo oscuridad “El sol se convierte en agua negra” y será en la frontera del ojo y del deseo donde aparezca esa voz, esa imagen. Esta aproximación al lenguaje a la propia voz se hace desde lo que podríamos identificar con una crítica a la mística negativa “La tiniebla no siempre lleva luz dentro de sí.” Y en ese momento la palabra se demuestra como insuficiente. El proceso de nacimiento de la voz es doloroso, la Madre es ausencia y sombra. Y será en un entorno de “muerte”, desgarramiento, donde se vislumbran “Palabras inarticuladas (que) siguen habitando en. Cada una de las lenguas.” Será en este entorno negativo donde “Un rayo negro de. Sol negro” hará que la oquedad florezca y como en una película de David Cronenberg emerja la Nueva Carne, que plegada sobre sí misma se convertirá en orilla y precipicio. Abertura del cuerpo “agujero de esfínter” que es boca por donde volver a hablar, interzona o heterotopía, lugar del deslizamiento que es “pecho oscuro y resbaladizo”, “zona que se prolonga entre sacudidas”. Será el cuerpo convertido en palabras el que nos librará del olvido.

“Elitros” tercer movimiento o fábula, taxonomía de los insectos, el apocalipsis. Continúa con la desaparición de toda lógica formal del lenguaje. Si antes abandonó la sintaxis ahora, será el nivel morfológico el que se destruya: “O.Ce.A.No”. “La materia […] la materia viene de fuera—un nuevo idioma” enunciado por los “dedos que murmuran nombres”. Aquí se hacen fundamentales poemas como “ORTÓPTEROS” o “LEPIDÓPTEROS” en los que la destrucción se va haciendo palpable con continuas referencias literarias y cinematográficas “la bestia reposa en el fondo” “zona límite // donde se almacenan los restos” “el mundo es negro”. En el interior todo es “caverna de luz” y fuera la “vegetación tiniebla”. El mundo se desvanece en una “visión-sueño”, hay que “resquebrajar // (re)construir// (re)vivir”, todo ello en un proceso de deseo-muerte que se reconstruye en un hábil juego de verbos y sustantivos “Naturaleza hacinada (…) desear (…) acariciar (…) lobo (…) vómitos (…) sudoración (…) acción (…) muerte”. Como no podría ser de otra manera este desvelar que avanza hacia el apocalipsis anuncia “debajo del velo: oscuridad” que habita “dentro de sus ojos” y es a la vez “las miradas que transitan”. Y será a través de una doble negación “escupe // la imagen de angustia // ensombrece lo que ha sido negado” donde la búsqueda de la materia en la luz que deja la oscuridad convierta Fábula material en poesía matérica, en “la naturaleza: reflejos de luz en el valle de la muerte” que llevarán a la voz poética a negar la propia materia: “El centro no existe: La materia no existe” pues nace de la oscuridad nos queda, como no podría ser de otra manera una sensación corporal, pues es el cuerpo el lugar del que nace el nuevo lenguaje, solo existe “un vago sabor a sal”. Pues la voz poética es “ciega y muda” y serán los “gestos—cuerpo” la única memoria. Así pues solo queda “construir y demoler”, “la destrucción del significante” como única solución, de nuevo el silencio en la fractura, en la máscara. Pero, ¿dónde buscar esa luz?, esa materia enunciada de forma negativa, donde mejor que el sueño, en la “palabra—huella” pues “lo inacabado contiene la luz”. El silencio de la “asfixia // región autista”. Y será en este punto donde “rompéis los siete sellos” donde “la Bestia surgirá del Abismo” y surgirá el cuarto acto: el Ragnarök.

En esta última parte, tomando como metáfora la mitología nórdica, se preludia otro ciclo, por tanto, el apocalipsis nos lleva al renacimiento, donde “la muerte es luz”, el fin como principio donde “reina el silencio” y los “cuerpos (…) vacíos”, en ese lugar “habrá un nuevo sol” y “una niña tan hermosa como ella…”

Begoña Callejón ha escrito un libro complejo por sus significados, por sus referencias y por su pretensión: ofrecernos un nuevo mundo despojado del dolor y de la oscuridad.

 

Aldealengua, 14/03/2022

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