Mark Russell se supera en Billionaire Island

Portada de Billionaire Island.

Planeta Cómic es una editorial con un olfato sorprendente que está publicando obras sensacionales como ésta.

Billionaire Island es una obra magnífica. Perdón por empezar el texto con la valoración de la obra, pero, desde luego, su lectura es un golpe de aire fresco difícil de igualar. Digo esto, ya que Russell logra, con humor e inteligencia, hacer una crítica social realmente sorprendente.

La obra nos muestra una isla donde solamente pueden acceder a ella personas con un alto poder adquisitivo. En este sentido es trabajo muestra elementos narrativos próximos a los cómics distópicos. Ahora bien, el planteamiento de la obra se asienta en una estrategia de carácter absurdo y surrealista. Esto permite jugar con un mecanismo que no es habitual en el cómic actual: la estupidez.

La estrategia del uso de lo estúpido como mecanismo de significación narrativa hace que la obra engarce con trabajos tan famosos como Los Simpsons. Ahora bien, en Billionaire Island la estrategia no deja títere con cabeza. En este sentido, la obra de Mark Russell nos recuerda a obras modernas que buscan ahondar en los elementos más sórdidos de lo humano para, desde allí, intentar comprender lo que tenemos a nuestro alrededor.

Pues bien, si esa es la intención del guionista, lo logra sobradamente. Sin ninguna duda el cómic apuesta por hacer una crítica mordaz a todo lo que somos. Colectivamente hemos construido un mundo que parece complejo y repleto de matices, Incluso hemos creado teorías conspiranoicas que nos dicen que existen un grupo de personas altamente poderosas y con dinero que son las que se ocupan de establecer nuestros designios. ¡Vale! Aceptemos esto como supuesto inicial. El problema estaría en si esas personas tan poderosas y con tanto dinero son como aquellas que muestra esta obra.

Por extensión, si las personas que controlan el mundo son, digámoslo así “poco fiables” (utilizo este calificativo para no destripar la obra), cabría la posibilidad de pensar que los habitantes del mundo “gobernados” por ellos, también lo fuesen. Desde luego, cuando uno termina esta obra este tipo de preguntas permanecen en la mente. Al fin y al cabo, factores humanos como los caprichos, la violencia, la estupidez, la demencia, etc. están siempre presentes en la sociedad y en todos nosotros. Estas ideas ya nos las mostró Antonio Altarriba en su trilogía, pero el prestigioso escritor no entró a hacer una crítica tan directa al neoliberalismo ramplón que encontramos habitualmente.

Por otro lado, las personas que no quieran cuestionarse nada, van a tener ante sí una obra divertida y absurda, con toques violentos, que se lee con facilidad y que logrará absorber al lector. Por lo tanto, si la crítica social no es lo tuyo, no te preocupes, este cómic también te gustará. De hecho, la narración gráfica, firmada por Steve Pugh (dibujo) y Chris Chuckry (color) tienen gran calidad. Sin duda muestran el tono típicamente estadounidense, por lo que le puede faltar algo de garra e innovación, pero, desde luego, funcionan. La composición de viñetas es muy actual y variable, haciendo que las páginas sean dinámicas. En algún momento vemos que alguna expresión no termina de ajustarse a la narración escrita, pero esto tampoco resulta especialmente grave. El color ayuda, notablemente, a seguir la narración y no confunde al lector.

En definitiva, estamos ante un cómic inteligente, con una narración escrita atrevida y arriesgada, acompañada de una narración visual de calidad. Un trabajo que debemos tener en cuenta y que está logrando que Mark Russell sea uno de los escritores más interesantes de la industria estadounidense.

 

Por Juan R. Coca

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