Reencuentro de María Pastor con Emily Dickinson en «La mujer de blanco»

Por Horacio Otheguy Riveira

Reencuentro muy personal con la poetisa Emily Dickinson de María Pastor y su versionador y director Juan Pastor, ya que se ocuparon de ella en 2014 interpretando la pieza original de William Luce, La Bella de Amherst. Ahora, esta “mujer de blanco” tiene mucho de aquella, y mucho también de otras voces, otros ámbitos, la renovación se desarrolla en escena para mayor lucimiento de la actriz y quizás mayor realce también de aquella poeta que nació en 1886 y falleció 50 años después, gran parte de los cuales los pasó recluida en su casa, escribiendo alrededor de dos mil poemas de métrica y contenido muy libres, especialmente ligados a la muerte y la inmortalidad, con un fuerte interés por aspectos lúdicos en comunión con una concepción de la vida de tan difícil alianza con los estándares de la sociedad de entonces que la mayor parte de su obra se publicó y triunfó internacionalmente mucho después de su fallecimiento.

Una personalidad fascinante que se llevó al teatro con gran éxito por primeras actrices muchos países (en España por Analía Gadé, dirigida por Miguel Narros en 1983). Sus libros adquieren un vuelo singular al verla en escena convertida en una mujer angelical y visionaria, profundamente estoica y libre en su singular encierro.

En La Bella de Amherst, el inglés William Luce (1931-2019) hace una delicada exploración de la más grande poetisa de Estados Unidos en varios momentos de su experiencia vital desde los 15 años cuando estaba llena de esperanza y éxitos, hasta  su muerte a los 56 años recluida en la misma casa donde había nacido y con la puerta cerrada a la sociedad.

Su vida se recrea con pasajes escogidos de su poesía y por el método de actuar los roles de su padre, familiares y amigos. Pero La mujer de blanco cuenta con nueva versión de la obra y del personaje, a cargo de Juan Pastor, ahora convertido el drama en algo más alegórico y lírico «y en lugar de envejecer la narración la modernizamos dándole un aire a veces absurdo y a veces alucinado pero, a veces también tremendamente realista. Hay un cambio de perspectiva sobre lo que fue la vida de Emily Dickinson. Hay una visión distanciada, madura, de la experiencia humana, de una vida ya vivida (aunque sin aparente movimiento, solo interno, pero muy intensa) y que resurge ante la presencia del público al que le dice: “Existo con mis vivencias pasadas mientras ustedes están ahí. Cuando se vayan existiré el tiempo que dure en sus memorias”».

 

Dicen algunos

Que una palabra muere

Cuando es dicha.

Yo en cambio opino

Que comienza a vivir

Justo ese día.

 

 

«[…] SE LEVANTA Y SE DIRIGE AL PÚBLICO.

¿Saben que cada uno de ustedes, es para mí un poema? Usted y usted, cada uno es una rara creación. Supongo que es por eso por lo que les amo y ustedes me aman, tanto si nos damos cuenta como si no. Descubrí ese secreto sobre el alma humana hace mucho tiempo.(A PRIMER TÉRMINO) Y pensé que siendo cada uno de nosotros un poema, debería abandonar la escritura, pero descubrí que era una equivocación.

Los poetas no encienden sino Lámparas

Ellos mismos se extinguen

Pero la luz sigue y sigue. Su esencia queda enmarcada en –no, esa no es la mejor palabra. “Etiquetada” Esa está mejor. Su esencia queda etiquetada en la inmortalidad.

Si puedo evitar que un Corazón se rompa

No viviré en vano

Si puedo aliviar el dolor de una Vida

O calmar una Pena

O ayudar a un ligero Petirrojo

A encontrar su nido de nuevo

No viviré en vano.

A la gente le cuesta creer que tuve una niñez normal. En vez de ver una versión de cómo soy ahora, se imaginan a una pequeñita Emily, toda vestida de blanco ceceando  acertijos y aforismos como una niña… y, por supuesto escondiéndose en la familia. Supongo que soy responsable por esa falsa impresión.

A los quince años era la típica chica de Amherst. Fui a bailes. Sabía divertirme en clase, en las fiestas. Intentaba convencerme a mi misma que era una belleza deslumbrante. Me encaprichaba con uno y otro chico guapo. Enviaba cartas de amor».

INTÉRPRETE: María Pastor

ESPACIO ESCÉNICO y DIRECCIÓN: Juan Pastor

VESTUARIO Y AMBIENTACIÓN: Teresa Valentín-Gamazo

ILUMINACIÓN: José Espigares
DISEÑO GRÁFICO: María D. Alba
FOTOGRAFÍA: Susana Martín
VIDEO: Susana Martín/ Bernardo Moll
PRENSA: Manuel Benito

PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Doble Sentido Producciones

TEATRO QUIQUE SAN FRANCISCO. HASTA EL 8 DE MAYO 2022

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Otras creaciones de María Pastor y Juan Pastor:

El curandero, 2021

Efecto Shinkansen, 2018

Duet for One, 2013

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