Las metamorfosis de Selma 1. Vida perra

De todos es sabido que la mejor manera de superar nuestros miedos es enfrentarnos a ellos y eso se puede llevar hasta el extremo, como en el caso de Selma. Esta niña experimenta auténtico terror cuando está cerca de algún perro y su madre  convencerle de que los perros  son inofensivos y que si se acercan es para jugar y no para comérsela. Además, le recomienda ponerse en su piel y ella se lo toma al piel de la letra. Sin saber cómo, Selma se intercambia con una hermosa caniche de modo que mientras la niña -ahora perrita- se va a casa de una mujer que la trata como a una princesa -como su propio nombre indica- y se siente maravillada por su aspecto. Los padres de Selma no entienden porque ahora su hija ladra en lugar de hablar y se creen que es un juego que dura demasiado.

No tardarán mucho en que niña y perrita se intercambien de nuevo y para entonces Selma además de haber perdido el miedo a los perros aprenderá que lo mejor para entender a otro sin prejuzgarlo es pensar de otra manera y practicar la paciencia y la empatía. Otra aportación positiva de Selma es que pondrá a raya a un personaje que le enturbiaba un poco la vida de la verdadera Princesa, la caniche. Por otra parte, Selma resulta muy divertida para su padre que llega a imitarla comiendo sin manos.

Con mucho humor y escenas muy visuales de Anne Becker con mucho movimiento y acción, nos encontramos con una historia muy original y divertida que podría funcionar muy bien como película de animación por todo el potencial del texto y lo bien logrado de las ilustraciones que invitan a la reflexión entre risa y risa y disfrutarán lectores de todas las edades.