Renovarse entre el silencio y la semilla

 

 

Elena Marqués.- A veces las voces más complicadas solo nombran lo más simple. A veces los neologismos son necesarios para explicar lo que pocos saben señalar. Aunque esa realidad exista desde el principio de los tiempos.

En Remiúrgica, dos escritores y la precoz artista e ilustradora Luna (aunque su padre, Juan Manuel Uría es también pintor: no cabe mejor combinación para esta invención literaria) dialogan entre sí y con el mundo remontándose al origen.

Partiendo de las palabras preliminares de la poeta mejicana Sihara Nuño que definen el término como «un acto revolucionario desde su concepción», este opúsculo se mueve en completa libertad, tiende sus manos-vocablo en un acto creativo perpetuo, en un hacerse mientras se piensa y se escribe, en un gerundio seminal que nunca acaba.

Apoyados en el valor trascendente de la poesía, en la intuición como aproximación al conocimiento, en la disolución de lo indistinto, pues no sabemos a quién corresponde cada reflexión (más adelante lo confirman. «Todos los creadores son perfectamente anónimos»), Trullo y Uría ponen ante nuestros ojos atónitos el misterio del azar, «que une libertad y necesidad en el mismo trazo»; de lo infinito; del estado latente y esperanzador de la posibilidad (hermosa la paráfrasis juanramoniana «Latencia: dame el nombre aproximado de las cosas»), pues «Toda obra consumada profetiza lo que ya nunca será» y «Decidirse, ¡qué claudicación! Concluir, ¡Bárbara renuncia», razonan.

En su faceta de aforistas, que es algo como decir en su papel de filósofos y poetas al mismo tiempo, el binomio Trullo-Uría habla también de la escritura como búsqueda, de la búsqueda en sí «para tener más sed». De la recreación continua que es toda creación. («El artista, en puridad, no crea nada (todo le viene hecho), pero lo compone todo»). De la fluencia y el movimiento como única fórmula de concebir la vida. «El saber que se duerme, muere. Solo el que vela (la fuente que siempre mana en lo más hondo del bosque), desvela y revela». Hablan, por supuesto, también de la capacidad de asombro, algo que no deberíamos perder. Ser niños siempre, algo que no solo tendría que exigírseles a los poetas, sino al hombre mismo.

No creo que sea solo por influjo del pensamiento oriental por lo que Remiúrgica se convierte también en una invitación a prescindir de lo superfluo, a desnudarse y desanudarse. A existir «Marcados por el ritmo del corazón, de la respiración, de la escucha». A sumergirse en «Una realidad desnuda, sin trampantojo». A vivir en el presente y en el yo («Ni regresar ni avanzar; ni pasado ni futuro»; «Presente radical y absoluto»), no como recomendación egoísta (alguna pincelada crítica al materialismo actual se desliza también en un momento dado), sino como ese espacio de reflexión donde hallarse y ser.

Y, como medio para «obtener» ese estado de bienestar, ingredientes tan sencillos como la duda, el balbuceo, la humildad, «la inteligencia insumisa del poeta». El abrir los ojos y esperar la revelación en forma de agua clara, de luz fresca, de danza primitiva. «Ser semilla todavía». Porque la creación (y no solo se refiere al universo en expansión) no acaba nunca.

Por ello hay un intento de desnombrar («Olvidar para regresar»), de volver a la amalgama sin nombre, de nadar «entre charcos sin gramática», de llegar por esas vías a Dios; pero no se manifiesta, por el contrario, caos. Quienes escriben estas páginas recurren a imágenes conocidas, se mueven en referencias ancestrales, muestran su asimilación cultural y emplean, rejuvenecidos, motivos comunes (el paraíso perdido al que queremos retornar, entre otros). Hay orden en el desorden de los pensamientos, pues para eso sirve la escritura. Incluso las pinturas de Luna, como pausas en blanco y negro, deslindan y estructuran temáticamente la obra y ofrecen un respiro en lo profundo.

Porque todo lo que se nos revela es sencillo, y por eso no lo vemos. Como si estuviéramos a metros bajo el agua. Está delante de nuestros ojos, pero lo disfrazamos por miedo o por vergüenza de no aceptarnos como somos: pura mezcla de materia y espíritu, vulnerabilidad.

La luz en exceso no ilumina, sino que deslumbra y enceguece.

Creo que Remiúrgica consigue el equilibrio, gracias a la brevedad y tino de sus fogonazos, para que quien quiera entender entienda. Que se una o no a ese espíritu de renovación entre el silencio y la semilla, esa es otra historia.

 

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