Desde que Sherlock Holmes canta y baila, ¡todo va mejor!

Redacción ESCENA

Al fin se decidieron a salir del armario de las sesudas investigaciones. Por fin Sherlock y Watson, los inseparables investigadores nacidos de la pluma de Sir Conan Doyle (Reino Unido, 1859-1930) en 1887, año en que se publicó la primera de las numerosas novelas de Holmes. Desde entonces la admiración creció y favoreció la creación de muchas versiones de los textos, los personajes y el propio autor. Ya era hora que entrara por la puerta grande en el mundo del teatro musical, y más original aún, en el singular universo del público familiar: niños y adultos acompañantes bien dispuestos a disfrutar de una ingeniosa investigación policiaca en el perfecto entorno de un teatro creado con talento para dominar la imaginación de las artes escénicas.

Una propuesta con formato original de Trencadís Produccions galardonada con diferentes premios del Teatro Musical en España e idea123 producida por qelart entertainment, apuesta por una irresistible historia basada en el archiconocido investigador londinense. Con Sherlock Holmes y el cuadro mágico, el público accederá al clásico mundo de misterio y diversión a través de los canales más insólitos:

Proyecciones en 3D
Turbina de olores
Cañones de serpentina
Cañones de CO2
Niebla artificial
Pompas de jabón
Efectos pirotécnicos aptos para teatro.

Todo un despliegue de tecnología que junto a una historia de ritmo trepidante y unas canciones creadas expresamente para la ocasión y con voces en directo, harán de esta visita al teatro una experiencia inolvidable.

Tres protagonistas formidables: Anthony Senén, Andrea Rodríguez, Edgar Moreno/cover Fabio Arrante.

Hace unos años, un lunes algo muermo, poco antes del almuerzo, sonó el teléfono de Sherlock Holmes. La mofletuda Condesa de Nata se había quedado patidifusa ante un medio robo: sí, su cuadro preferido todavía estaba en su sitio, pero los colores se habían esfumado.
Sherlock y Watson observaron las huellas, la ventana, los cristales rotos, chuparon un poco la pipa,  volvieron a observarlo todo, una vez más, pero con la lupa… y nada. No se enteraron de que estaban ante un cuadro mágico hasta que se pusieron las misteriosas gafas rojas y azules. Con ellas puestas, todo se transformó y pudieron atravesar el lienzo, para entrar en un mundo único.

En el interior del cuadro se podía andar por el fondo del mar, cambiar el color de las flores con solo acariciarlas u observar como el faro se situaba en una montaña diferente cada vez que alguien saltaba. Y allí mismo fue dónde conocieron a los personajes clave para resolver el caso: una joven pizpireta que decía ser la hija del pintor que firmaba el cuadro; y un escurridizo profesor Moriarty que pretendía robar el tesoro que se escondía en aquella pintura.

La aventura está servida. ¿Conseguirá Sherlock Holmes resolver el caso antes de llegar al blanco y negro? ¿Quién será, en realidad, la niña del cuadro? ¿Le sentará bien la falda a Moriarty cuando se disfrace de la abuela Joroña?

Todas las respuestas, en el teatro.

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