«Las ventanas del tiempo», de Ana Isabel Alvea Sánchez

Por Rocío Fernández Berrocal. UNA MIRADA AL SER Y SU EXISTENCIA

Las ventanas del tiempo, nuevo poemario de Ana Alvea, tan bien editado por el sello Maclein y Parker, con unas magníficas calidades, lo anunció la editorial en su página web un día tan significativo como el Día de las Escritoras. Ana escribía en su blog digital “Hallarme yo en el mundo” ese día: “por fin se abren sus ventanas”. Por fin, unas ventanas llenas de luz y de vida. El título de su blog parte de una reveladora cita de Ortega que define la trayectoria de la autora: “Me es dada mi vida y mi vida es ante todo un hallarme yo en el mundo”.

La vida es una vorágine y la escritura, lienzo en blanco, nos permite ordenarla, descubriéndonos e incluso sanando heridas en ella; ordenar la vida y superarla, asentar incertidumbres y desasosiegos. Es el caso de Las ventanas del tiempo. Ana Alvea ha mirado al tiempo y a la vida, ha ahondado en el dolor y la incertidumbre y ha sabido ver, en medio de todo, la belleza y ha sabido encontrar la luz en medio de la tiniebla. Nos abre sus ventanas íntimas con su linterna (imagen que empleaba Virginia Woolf), su linterna poética, que nos ilumina con su sensibilidad aquello en lo que debemos reparar. Y detiene el tiempo en el poema como en un cuadro. En el poema “Alborada” se aprecia: «Un niño me sonríe. / En su abrazo / las raíces del mundo».

En ese niño están todos los niños, y sus abuelos, sus raíces. En ese abrazo estamos todos. Dar más vida a la vida en el verso. Mostrar la vida y alumbrarla con belleza. De eso se trata. Y ahí queda para siempre. Las ventanas del tiempo es un libro lleno de vida, observación, reflexión, anhelos y espíritu de superación. Hay mucho de sentipensamiento aquí, lo así decía Unamuno; o JRJ, de sentir el pensamiento y pensar el sentimiento. Late el pulso de la vida y del hombre, late la luz que hay debajo de todo, por encima de todo, y esa luz lleva de la mano la poesía. En un hombre están todos los hombres, decía Borges. En un poemario que toca al hombre, donde late el hombre, ahí nos encontramos todos.

Ana Alvea, poeta sevillana muy activa, polifacética, muy conocida y querida en Sevilla, nos trae este nuevo libro de título tan sugerente como poético. Para la autora la literatura es una ventana al mundo, ese hallarse en el mundo. Para ella el paso de los años nos abre la mirada y nuevas ventanas nos iluminan con una mayor comprensión de lo que nos rodea. En su poesía siempre está presente el yo, pero ese yo nunca está ajeno a los problemas de los otros, al momento social e histórico que vivimos y esto se aprecia en varios de sus libros.

Licenciada en Derecho y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Ana Alvea es escritora, crítica literaria, profesora de talleres de creación poética y coordinadora de talleres de lectura. Fue premiada en el concurso de la Asociación Cultural Myrtos de Poesía en 2009, y nos ha regalado poemarios como Interiores, Hallarme yo en el mundo, Púrpura de Cristal y La pared del caracol (Premio del XXXV Certamen Poético «Ángel Martínez Baigorri»); sus poemas figuran además en varias antologías. Ha publicado reseñas, ensayos, microrrelatos, cuentos y poemas en varios blogs y revistas. Es miembro del Consejo editorial de la revista cultural ensentido.com y desde 2012 forma parte del Circuito Literario Andaluz del Centro Andaluz de las Letras. Está trabajando en el poemario El susurro de los cipreses donde vuelve su mirada de nuevo a la existencia y a nuestra brevedad.

Cada libro es nuevo reto. Su poesía viene a ser como un diálogo consigo misma, una reflexión sobre la identidad del ser y la existencia, con sus avatares y circunstancias. Predominan en sus libros el intimismo y lo meditativo. En Las ventanas del tiempo Ana se desdobla, cual Pessoa, en cuatro personajes, en una visión coral del mundo en esta comunidad que es la literatura, espejo del ser humano, de sus inquietudes y sus respuestas (decía María Zambrano que la filosofía era la pregunta y, la poesía, la respuesta). Los cuatro personajes del libro comparten, como los de Historia de una escalera, de Buero Vallejo, un tiempo difícil, en este caso, la pandemia, y un espacio concreto, también una escalera. Son Virginia, Silvia, Pablo y Laura que nos representan a todos mostrando, según la autora, qué nos mueve, qué nos hace resistir o, simplemente, dónde está la vida. Ellos representan la libertad, el desamor, la ruptura, la soledad, el amor, la familia… Cada uno busca su respuesta. Todos, felices o desdichados, anhelamos la felicidad, más aún después del confinamiento. El poemario canta, frente a todo, a la vida y a la escritura. Esto se aprecia bien en el poema “Cadena humana”, la cadena que hicimos durante la pandemia, cadena fuerte de comunicación y de resistencia que revelaba que, pese a las tragedias y dificultades, se alza, lo hemos comprobado, nuestra capacidad de resistencia, de resiliencia. Cuando sufrimos ese tiempo de telediarios durísimos, desde las ventanas vimos que la fraternidad era un sello indiscutible de la humanidad. Es el mensaje que Ana desea transmitir con sus ventanas del tiempo. Aportar nuevas miradas es la misión del artista y “Cadena humana” es de los textos más bonitos que podemos leer como reflexión tras el confinamiento: las aves siguen cantando, escribe Ana, los árboles buscando la luz, las palomas alzándose como nosotros.

Cuatro personajes conviven en estas páginas, cuatro ventanas del alma, cuatro aristas del ser, con sus inquietudes y anhelos. A propósito menciono la cita que la autora incluye de Gamoneda: “Y comprenderlos como a un solo ser / como si descansaran de la misma existencia, / todos en el mismo sueño”. Hechos todos los hombres, como decía Shakespeare, de la misma materia de los sueños. Todos el mismo hombre (Borges).

Ana Alvea nos abre las ventanas de la mirada, nos la ensancha: ella ve en el vuelo de las golondrinas el reflejo de la luz, un dibujo, dice ella, que incita al corazón; ella ve en un grupo de pájaros una pandilla de niños alegres; cuando dos amantes se aman ella ve “arrecifes / ramos de coral / praderas marinas / aldaba de luz”. Siempre, a pesar de todo, ella dice haber visto pájaros delante de sus ojos, como anuncia en el poema “Corazón tan blanco”.

Ana Alvea sigue indagando en las claves de la existencia hallándose en el mundo cada vez con más peso y poso líricos para, con conciencia y oficio, citando una frase de la reciente premio Nobel francesa Anni Ernaux, “salvar algo del tiempo en el que no estaremos nunca más”.

Sevilla, otoño, 2022

Las ventanas del tiempo

Ana Isabel Alvea Sánchez

Maclein y Parker

2022

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