“Un único corazón”, de Alejandro Duque Amusco

Por Pedro García Cueto. LA LUZ POÉTICA DE ALEJANDRO DUQUE AMUSCO

   Nacido en Sevilla, pero afincado en Barcelona, el poeta sevillano siempre ha tenido una lírica que expresa la belleza, el sentido sensorial del mundo. Como si resucitase el espíritu del grupo cordobés de Cántico, Duque Amusco ama la palabra y acaricia el verso con la ternura del amanuense.

  En Un único corazón, editado por Pre-Textos, el poeta expresa la luz que se prende del paisaje, porque ama ese colorido de la Naturaleza, siempre esplendoroso. Es consciente de la belleza de un universo que solo encuentra la serenidad en el paisaje exterior. Dice en “Llegada”: “Has vuelto a este jardín con su silencio oscuro, únicamente / roto por un fondo de mirlos que vuelan en los pinos. / Como un panal de luz, bulle la tarde en oros apagados”. El “panal de luz” es el mundo que bulle en su belleza y que reconoce el poeta, ya enamorado de ese Sur maravilloso al que pertenece. Dice en el poema, al final del mismo: “El tiempo es una lluvia de luz y de cenizas”. Claro “tempus fugit”, vida que se va, donde la lluvia es el llanto y las cenizas la muerte de tantos que van dejando a su corazón herido.

    En el segundo apartado titulado “Servidumbre de amor” dice en “Primera muerte”: “Somos la realidad que respiramos. / Hoy me duelen los ojos de no verte”. En este poema el amor cobra todo sentido, dirá también: “Pero no tu recuerdo, ese reverso frío. / No me des tu recuerdo”. Consciente de que la muerte es el acabamiento de todo, Duque Amusco se aferra a la vida, en ese afán de permanecer, de poder seguir brillando en la luz exterior, en el paisaje amado, en la piel que acaricia. Sabe bien que el recuerdo ya es un eco que se va disipando, un leve paso hacia la Nada. Como el maestro Brines decía la Nada es el fondo de todo, insistimos en el engaño, pero al final hay demasiada vida para una despedida.

  Y en “Para una reina de corazón gitano” vuelve el eco andaluz, esa primavera del canto que se asocia al mundo lorquiano, a la tierra amada, al eco cernudiano que brilla en cada calle. Como si el sur volviera, desde su Barcelona, Duque Amusco lleva en las entrañas la belleza del cante jondo, que es la vida transformada en música eterna: “Eras la sed y la fuente / eras el hambre y el pan. / La vida que sabe a muerte”.

   Ese contraste permanente entre vida y muerte está presente en el libro, es un latido que nos sumerge en nuestra condición de seres mortales que un día han de desaparecer. Y es “Memento”, el eco dirigido a los muertos, a todos aquellos que amó, desde la literatura y desde la vida, en continuo diálogo con él. Por ello, dice en el poema “Una copa de vino a los muertos”: “Voces amadas, voces puras…Hablan con la serenidad de / quienes saben que el telón ha caído / y que las llamativas vestiduras han quedado tiradas por el suelo”. Y dice, además, unos versos que nos dejan heridos para siempre: “La muerte es un refugio sitiado por palabras”. Volvemos a aquellos que amamos y no morirán del todo si los recordamos, en ese afán de querer de nuevo al que se va, como si desmintiese al gran Cernuda cuando nos decía en “Donde habite el olvido” que todo será una “piedra sepultada entre ortigas”. Sin duda, Duque Amusco busca resucitar a los muertos, que vuelva, que le hablen en ese vacío terrible de la soledad de la casa, cuando ya no hay nadie, tan solo recuerdos.

   Y en “Zona crítica” laten y respiran poemas dedicados a Claudio Abbado, a Silvia Pérez Cruz, una mujer de inmenso talento, con una voz inolvidable. Pero cito, para concluir, el poema entero de “Inspiración” que es resumen de ese afán de volver a la belleza, de resucitar a los muertos, de amar la vida, como si conversara de nuevo con Brines o con Lorca en un espacio de sueño que nos queda cuando nos sabemos mortales:

El camino a la fuente
hay que andarlo, despacio, cada día,
y no para beber (pues quizás sed no tengas)
ni para hallar frescor junto a la sombra.
El camino a la fuente se recorre
solo por no olvidar
la eterna canción del agua.

    Esa “eterna canción del agua” es la poesía, la escritura existencial que nos ata a lo que somos, a la belleza que poseemos y que no queremos ver morir. Anclados a la vida, escuchamos el cantar del agua como el que oye un rumor en la penumbra donde nuestros seres queridos regresan y nos hablan en concierto y comunión.

    Hay en Un único corazón lirismo, verdadera poesía, de un poeta que ama las palabras, que conversa con los muertos, que sabe que en la Naturaleza está el secreto del mundo. Naturaleza que nos hace eternos un momento, para volver luego, ya en la soledad de nuestro cuarto, a nuestra angustia existencial. Libro que desnuda la voz de un poeta que canta con el eco del Sur cuando muere la tarde.

UN ÚNICO CORAZÓN

ALEJANDRO DUQUE AMUSCO

PRE-TEXTOS

2022

   

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