El conflicto entre lo imaginario y lo real en una obra profunda

Portada de la obra El soldador submarino (ECC)

Con el paso de los años, las ciencias sociales han mostrado que la realidad es una construcción repleta de símbolos, significados, metáforas, relaciones y, entre otras muchas cosas, ideaciones. Las personas vivimos una vida repleta de percepciones que confrontamos con el entorno en el que vivimos. De ahí que sea frecuente la generación de expectativas sobre lo que puede suceder o no. En el mundo personal estas ideaciones, estas posibilidades imaginarias que nacen en nuestro interior fruto de los deseos y de las expectativas, pueden abrirnos un mundo de posibilidades o limitarnos. La opción que cada uno tome frente a su entorno, la posibilidad que elija será la que marque las posibilidades futuras.

Sobre todo esto ha escrito y dibujado Jeff Lemire en su obra El soldador submarino (ECC). Un trabajo complejo y repleto de matices del famoso autor canadiense. Un creador que, cuando firma como guionista y dibujante, opta por obras con cierto talante íntimo y personal donde lo cotidiano tiene una importancia narrativa inusitada. Ahora bien, esto no supone que estemos ante una obra simplista. Al contrario, la complejidad que Lemire construye en sus obras está vinculada con esa sencillez tan pronunciada que reivindica. Pareciera que este creador es perfectamente consciente de que en los pequeños detalles de la vida es donde se inserta la mayor complejidad de la realidad humana. Tanto es así que el guionista emplea una narración que transita a lo largo del tiempo encaramada al tránsito de los recuerdos. Un tránsito que siempre es peligroso dado que éstos cambian con el discurrir de los años y suelen terminar siendo deformados.

En esta vereda, entre el recuerdo concebido como verdad y la realidad que parece una reminiscencia de aquel recuerdo posible, nace la comprensión. Este fenómeno puede hacer que nos quedemos en aquel recuerdo, pensando que lo recordamos perfectamente (aunque los estudios neurológicos nos han mostrado que esto no es así) o bien que optemos por pasar página y centrarnos en el futuro. Ambas opciones antitéticas no parece que sean reconciliables o reconocibles. Solamente se da una u otra. O “cualquier tiempo pasado fue mejor” o lo que hay que hacer es “construir el futuro”. Pues bien, Lemire nos muestra la existencia de una alternativa.

Al fin y al cabo, como ha dicho numerosas veces el pensador mexicano Mauricio Beuchot, la analogía es esa zona intermedia en la que podríamos conjugar esa tradición que nos orienta, con el futuro esperanzado. Ahora bien, para ello es necesario sumergirse en nuestro propio mundo interior y confrontar las esperanzas con las ficciones. Una vez que hagamos esto, cabe la posibilidad de que nos demos cuenta que el tiempo ha pasado y la tradición nos conforma sin limitar nuestro futuro. Al contrario, esta utopía arrancará desde el recuerdo que nos hace ser lo que somos.

El soldador submarino es una obra con multitud de lecturas e interpretaciones. De hecho, me atrevería a decir que, en este sentido, supera a otros trabajos en los que Lemire actuaba como creador completo. Me estoy refiriendo a, por ejemplo, a Essex county (Astiberri), a Un tipo duro (Astiberri) o a Trillium (ECC). El dibujo, en blanco y negro, mantiene esa tradicional manera de narrar visualmente. Un lenguaje visual personal y con cierto feísmo que remarca, todavía más, si cabe, el potencial narrativo de lo escrito o de lo silenciado. Tanto es así que esta obra contiene elementos no dichos de gran poder simbólico y ahí está, precisamente, el potencial de esta obra. Una joya, sin ninguna duda.

 

Por Juan R. Coca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *