“El mundo”, de Imanol Ulacia Aramendi

Por Jorge de Arco.

En una carta a su madre fechada en enero de 1799, Fiedrich Hölderlin llamaba a la poesía “la más inocente de todas las ocupaciones”. Sabía por entonces, el autor germano, que aquella inocencia no era también sino una manera de interactuar con el lector para comprender más allá de las palabras, una forma de aprehender de forma empírica toda manifestación que constituye la realidad de las emociones y sentimientos.

Al hilo de la lectura de El mundo, de Imanol Ulacia Aramendi (Hiperión. Madrid, 2022. 47è premio Vila de Martorell) he recordado aquella aseveración del genial alemán. Porque en este libro se vislumbra algo que pudiera ser indecible, pero que sin embargo queda representado a través de la compleja sencillez de su mensaje, de la hondura que reflejan los significados de sus dichas y derrotas:

Las hojas muertas
de otoño,
corriendo por las calles
a todo trapo,
confunden muerte
y nacimiento.

Doctor por la Universidad del País Vasco, en cuya facultad de psicología ejerce de profesor e investigador, Ulacia Aramendi había publicado hasta la fecha dos poemarios: Bar Kabi, premio “Ernestina de Champourcín” (2017) y Rocas de Itzurn premio “José Luis Hidalgo” (2020).

En esta tercera entrega, se adivina una cierta aceptación sobre aspectos tan humanos como la soledad de los días, el paso inexorable de los años, el amor derramado por doquier, las esquinas del ayer… Y, desde dicha aceptación, el poeta guipuzcoano hilvana más de un centenar de poemas donde prima a brevedad esenciada y esencial de la íntima contemplación, tal y como sucede, p.ej., en “Madre e hijo”:

Se pasan por el bar
todas las tardes,
a la misma hora,
de camino a casa.
Al amor que rezuman
y que yo admiro con disimulo
no le sobra nada.
Ni el cromosoma de más.

Frente a la sabia concisión textual, articulada a modo de instantáneas espaciales y temporales, el yo lírico describe, interroga, explica, afirma, confiesa, y va sabiéndose dueño de una contienda donde el pensamiento y la intuición se aúnan para trascender lo cotidiano hasta convertirse en uno y múltiple, emoción y metáfora comunes de los propio y lo ajeno:

Todo lo que somos
cada uno de nosotros
se desdibuja,
para ser la misma cosa,
a la luz
de nuestras sombras.

Hay, a su vez, en estos poemas de Ulacia Aramendi rasgos de audacia, de imaginación versal, que acompañan al lector y lo sitúan en un contexto atractivo, abarcador de territorios comunes desde donde avistar esas hebras de luz que ayudan a cobijar lo vivido y lo venidero:

Tus labios
y los míos
en un beso.
Por días luminosos
y callejones oscuros.
Pasado, presente y futuro.

Al cabo, una propuesta que sabe dotarse de un verbo, conciliador, que asume sin ambages la libertad expresiva, que se modula al par de ausencias, caricias, secretos, nostalgias, quimeras…, y que reescribe la fe en la balsámica cotidianeidad del amor:

Mirarte a los ojos
-fijamente-
y que me devuelvas la mirada.
Vivir dentro de tu vida,
como el genio en la lámpara.

El mundo

Imanol Ulacia Aramendi

Hiperión

2022

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