La memoria de las sirenas, de José Antonio Molina

Biblia profana sobre  belleza y literatura

José Antonio Molina es profesor de Historia Antigua en la Universidad de Murcia y escritor. Dos facetas que convergen en La memoria de las sirenas. El título, por tanto, no resulta caprichoso porque la memoria es, como sabemos, el atributo principal del historiador y del novelista

Componen este libro una serie de ensayos breves que vieron la luz en Zenda y en el diario La opinión, y que ahora han sido reunidos aquí por vez primera. A pesar de la heterogeneidad de las fuentes el libro muestra una unidad y solidez notables. No solo por los temas afines sino por el robusto estilo que nuestro autor posee. Dotado de una prosa elegante, adictiva y precisa, Molina se desliza a través de obras clásicas de la literatura para extraer de ellas ideas y reflexiones penetrantes. Confluyen aquí los mitos y la literatura, la historia y la vida, la realidad más dura y la ficción más elaborada. Analiza con precisión el alma humana, el paso inefable del tiempo, la decadencia de la sociedad y los valores que la rigen. Y sobre todo, el poder redentor de la cultura como arma contra la desmemoria. Y quizá esa sea la característica que hace que estas caprichosas “reseñas” destaquen. Porque no son meros y superfluos apuntes sobre cultura o resúmenes de tramas o perfiles sobre personajes novelescos. El narrador de este ensayo indaga y cavila, y nos acerca al alma misma de los personajes para demostrar que son tan humanos como nosotros. Los materiales de los que parte Molina, por otra parte, son obras cumbre de la literatura: El conde de Montecristo, Las mil y una noches, La Biblia, Y autores tan dispares como Hawthorne, London, Alejandro Dumas, Verne, Larra, Voltaire o Gautier, por mencionar algunos de los protagonistas de este cuaderno de crónicas. Aunque también nos descubre su interés por obras menos canónicas y marginales: algún cuento fantástico de Galdós, un poema sobre vampirismo de Goethe o un relato primerizo de Thomas Mann.

Hay, como podemos apreciar, un interés del autor por mostrar el lado menos frecuentado de la literatura. Antecedentes de relatos distópicos, acercamientos a lo fantástico como catalizador de la mente, o las primeras muestras de escritores que se anticiparon a los avatares sociales del porvenir. Es en esos resquicios laterales (muestras inequívocas de lucidez y sutileza) donde, a mi parecer, más se disfrutan estos exquisitos e iluminadores textos. Por ejemplo, con Larra se nos revela su suicidio como metáfora de un acto deliberado para captar una imagen. Una performance, un artificio final. Con Gautier o Pardo Bazán deducimos que la muerte es el último gran pasaje o la frontera que el amor no es capaz de abordar. O a través de una novela corta de Joseph Roth, Leviatán, se nos descubren los pecados del alma humana para que comprendamos que nuestros prosaicos destinos no son tan lejanos a los de otros seres míticos.

José Antonio Molina ha construido, con levedad y exactitud, una cosmogonía personal. Una suerte de autobiografía estética y cultural que radiografía el mundo de la cultura europea, nuestro tiempo y lo que significa ser humano. Pero no espere el lector encontrar aquí lecciones moralistas ni un tratado canónico sobre valores. Este es un libro libre y liberador, desbocado y sublime, evocador e inspirador, que a través de la reflexión sobre lo bello se erige él mismo como un artefacto admirable. Una Biblia profana de pequeños descubrimientos, de profundos saberes, que se vale de la literatura y del arte para armar la filosofía (provisional: toda filosofía lo es) sobre la belleza  y la memoria que alimentan nuestra cultura.

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