‘El valor de la atención’, de Johann Hari

El valor de la atención

Johann Hari

Traducción de Juanjo Estrella

Península

Barcelona, 2023

442 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

La atención supone afecto. El afecto es la cualidad más humana, posiblemente la que necesitemos para existir una vez resueltas las necesidades de comer, beber agua, tener techo y dormir. El antónimo de la atención es la ansiedad. La ansiedad liquida el deseo de aprender, la curiosidad, cualquier forma de placer; provoca anhedonia e impide relacionarse con los demás. En realidad, aunque Johann Hari (Glasgow, 1979) trabaje en la divulgación a partir de entrevistas y lecturas científicas, mantiene un concepto de la atención muy oriental: no es imposible trazar una idea que una su concepto con el del Chi, pues el Chi nos remite a la energía que une la existencia de la vida con el equilibrio interior. La vida se ha llenado de furia, nos recuerda en varias ocasiones Johann Hari, y lo que necesitamos es compasión.

El valor de la atención es un libro magnífico, por su solidez, por sus pretensiones, por su redacción, por su composición. Tal vez no por su intrepidez, pero no se trataba de ser intrépido: Hari pretende dar forma a lo que de alguna manera todos intuimos, o al menos todos los que se han detenido a meditar un momento sobre qué está sucediendo. Sobrevivimos a una mayor velocidad; recibimos estímulos fragmentados; nos importa más tener razón que escuchar; estamos muy fatigados y dormimos poco; nos aturden con soluciones para no abandonar los teléfonos móviles ni las redes sociales; nos alimentamos mal; las ciudades no están pensadas para los atributos humanos, ni siquiera para hacer ejercicio; confinamos a los niños y les sometemos a instrucción en lugar de educar. Estos son algunos de los males que Hari va denunciando a lo largo de una larga temporada de investigación. Los demás hemos podido intuirlos, pero él se sumerge en el problema, porque es capaz de encontrar un nexo en todos ellos y lo califica como crisis de atención, y resuelve recorrer medio planeta encontrándose con científicos que los han analizado. No sólo topa con neurólogos, sociólogos o psiquiatras, también con emprendedores arrepentidos o madres escarmentadas, gente que tras un batacazo biográfico ha respondido llevando a cabo iniciativas positivas, que resuelven parte de esa crisis de atención. Entre ellas están los proyectos pedagógicos y las limitaciones a los algoritmos.

Si uno pretende hoy cumplir con todos los ritos de la modernidad, carece de tiempo y se condena al estrés. Esa modernidad es una construcción social, es decir, algo que se ha ido pactando entre la gente. Pero no parece que se trate de pactos entre individuos, pues da la sensación de que hay una manipulación muy interesada en este proyecto. Esa manipulación obedece, como no podía ser de otra manera, a los intereses de los más poderosos, al interés financiero de algunas personas. Hari terminará por maldecir el crecimiento económico, al igual que lo maldicen quienes combaten el cambio climático. A lo largo del libro, Hari expone soluciones individuales, sugiere formas de equilibrio para contrarrestar el acoso. Pero nos advierte de que estas apenas ayudan a la supervivencia de la atención, del Chi. En realidad, el problema es esa modernidad, ese mundo construido que puede resultar cómodo, pero es tan ingrato y nos provoca angustia, dolor. Reclama los momentos de plenitud, explicando que jamás han tenido su origen en lo que caracteriza este modo de vida, pasivo y con estímulos alternos. Lo que nos merecemos, y que nos es tan esquivo, concluye el lector, es el descanso. Descansar supone disponer del tiempo propio para sentir que se respira y uno no respira hacia afuera, hacia el ordenador o el teléfono móvil: uno respira hacia el interior, consiguiendo que el tiempo deje de existir. Es por ello que el libro comienza con una experiencia personal, retirándose varios meses a un lugar donde abandona toda conexión superficial con la realidad, para centrarse en la calma, en ver el mar y dar largos paseos sin tentaciones de interrupción.

Ya no está de moda ser neurótico. Y, sin embargo, no somos otra cosa, y eso nos hace presa de las peores influencias, y cómplices de la furia. Esa es la pretensión principal de este libro, que debería leer todo el mundo para darse cuenta de lo importante que es ponernos de acuerdo a la hora de programar y proyectar una vida.

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