Teatro para leer: «La vida es sueño» con prólogo de Rodríguez Cuadros

Horacio Otheguy Riveira.

Se sale de ver La vida es sueño —en la versión de Nick Ormerod y Declan Donnellan— con entusiasmo o muy defraudado (como le sucedió a este cronista), y en el hall se puede comprar, a módico precio, una estupenda edición de la CNTC (Compañía Nacional de Teatro Clásico). Mi primera reacción fue «para qué adquirirla, que ya la tengo muy vista y leída», pero me detuve a ojearla y en cuanto di con un par de párrafos me entusiasmé. Lleva prólogo y biografía de Evangelina Rodríguez Cuadros, de quien tengo excelentes referencias, así que me lo quedo, lo atesoro. Es, en conjunto, un salvoconducto para conectar con la energía calderoniana en soledad, sin directores de por medio (y he visto puestas en escena de todo tipo, también sensacionales, como la última que realizara Helena Pimenta en la CNTC de 2019).

La voz de Rodríguez Cuadros acompaña, ilumina zonas, plantea nuevos reflejos… antes y después de la lectura de la obra.

LA VIDA ES SUEÑO O DEL RUIDO Y LA FURIA

«[…] El sueño nos nos reinventa y despierta a la vida para alertarnos de que el auténtico ser no puede construirse desde la cómoda e inútil duda hamletiana, sino desde la acción y el hacer. Y es que, pese a tantas interpretaciones interesadas en uno u otro sentido, desde su densa urdimbre ideológica o doctrinal —que, sin duda, la tiene— hasta un argumento que asume, a trechos, el enredo de los amores y desamores interesados de la comedia de capa y espada con fondo palatino. Calderón reinventa con La vida es sueño el teatro en todas sus dimensiones, desde el poderoso ímpetu del verso a la creación de personajes que desbordan los arquetipos. No en vano el autor vertería la obra en dos registros o géneros tan contrarios como la tragedia y el auto sacramental, y la escribe en el cénit de su madurez como dramaturgo.

Pero también es cierto que lo hace en una época cuyas obsesiones y modos artísticos no son comprensibles de manera intuitiva —aunque cuenten, y no es poco, con la ventaja de una inmediata carga emocional—. A riesgo de caer en la irreverencia, creo que ni Calderón ni La vida es sueño son muebles de IKEA: necesitan un libro de instrucciones más concreto y exacto que la mera intuición. Esta pieza dramática plantea un debate teológico —la voluntad y, sin embargo, la necesidad de enfrentarse a un destino y, con ello, exponerse tanto a la violencia como a la dolorosa experiencia del error—. Denuncia un estado de excepción moral y político bajo la mezquina coartada de un rey caduco, Basilio —que arrastra en su nombre el mito del despótico basileus—, que oculta el miedo a perder su poder («con qué congoja lo digo», dice la aterrorizada majestad para justificar una razón de estado envuelta en sus propias miserias). Y nos deslumbra con el poderoso Segismundo, un príncipe que descubre que no todo puede aprenderse en los libros y que acaba renunciando a lo mejor de sí mismo por las mismas razones —de estado— que hicieron que lo encerraran en una torre… Extenuante y cruel aprendizaje que implica el desgarro entre la furiosa pasión (el gusto) y el dominio de esta (lo justo). […]

Ernesto Arias como Basilio: una creación diferente y de gran calidad. Lo mejor de la vodevilesca versión de Donnellan (hasta el 26 de febrero de 2023) en el Teatro de la Comedia.

«[Basilio…] Los cielos se oscurecieron,

temblaron los edificios,

llovieron piedras las nubes,

corrieron sangre los ríos.

En este mísero, en este mortal planeta o signo,

nació Segismundo dando

de su condición indicios,

pues dio la muerte a su madre, con cuya fiereza dijo:

«Hombre soy, pues que ya empiezo

a pagar mal beneficios».

Yo, acudiendo a mis estudios,

en ellos y en todo miro

que Segismundo sería

el hombre más atrevido,

el príncipe más crüel

y el monarca más impío,

por quien su reino vendría

a ser parcial y diviso,

escuela de las traiciones

y academia de los vicios;

y él de su furor llevad,

entre asombros y delitos,

había de poner en mí

las plantas, y yo rendido

a sus me había de ver

(¡con qué congoja lo digo!)

siendo alfombra de sus plantas

las canas del rostro mío. […]»

Temporada 2009, Londres. Dominic West como Segismundo en Life Is a Dream. Fotografía: Johan Persson.

 

Tras haberla enseñado muchos años, sigo creyendo que se trata de la obra más bella e inquietante de nuestro teatro áureo.

 

 

También la CNTC presenta una visión escénica diferente en la sala Tirso de Molina del mismo teatro De la Comedia, del 19 al 19 de enero de este año: Segismundos, escrita y dirigida por Antonio Álamo.

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