Suprema moralidad

 

Ricardo Álamo.- Hace ya bastantes años, cuando en España apenas nadie escribía aforismos y salvo rarísimas excepciones ninguna editorial apostaba por ellos, leyendo los Nuevos ensayos civiles de Joan Fuster me llamó poderosamente la atención una de sus muchas inteligentes acotaciones, motivada esa vez por el hecho de que se paraba un momento a hablar precisamente de los aforismos. En poco menos de un párrafo, el escritor valenciano decía que en la lectura de cualquier escritor solemos tropezar con cláusulas redondas, llamativas, que si las sacáramos de su contexto podrían pasar por máximas, sentencias, apotegmas o moralidades de la especie más típica, pues todo el mundo segrega aforismos de cuando en cuando, y posiblemente incluso sin querer, hasta el punto de que —y así concluía su reflexión— «en algunos países, los editores hacen con ellos antologías que tienen Dios sabe qué usuarios —desde el que busca en ellos “citas” para su pedantería hasta el que sólo aspira a encontrar un entretenimiento estimulante». Muchos años después de leída esta acotación de Fuster, y cuando curiosamente un ejército de escritores españoles se puso a escribir aforismos y las editoriales (pequeñas, medianas y hasta alguna grande) comenzaron a interesarse por ellos y a publicarlos, me vine a topar en el libro Pequeña galaxia (Libros al Albur, 2018), de Ramón Eder, con un aforismo en el que, en líneas generales, se sustanciaba y resumía la idea expresada ya con anterioridad por Fuster y que literalmente decía: «Estamos entrando en una época en la que si un escritor no escribe un libro de aforismos se lo acaban escribiendo, entresacando frases de sus libros». Y sí, digo no, porque no es que estemos entrando, es que ya hemos entrado en esa época en la que más de una editorial le ha publicado a algún célebre escritor —que no practica el aforismo ni por tanto es aforista— un libro de aforismos «entresacando» frases redondas, llamativas o sugerentes de algunos de sus libros. Por eso me parece justo reivindicar aquí y ahora la figura del aforista ad hoc que, al contrario de quienes voluntaria o involuntariamente usurpan su condición literaria con libros misceláneos y que no beben directamente de la fuente natural de la que manan los aforismos, elaboran a conciencia y metódicamente cada una de sus mínimas máximas, de forma exenta y no como partículas textuales segregadas de un cuerpo de texto mayor al que pertenecen. Con esto quiero decir que hay escritores, como Ángela Mallén que, pese a llevar una trayectoria literaria alejada del género aforístico, pues sus producciones se han volcado hasta el momento en la poesía y  el relato mayormente y en la novela menormente, no han necesitado extirpar o que le extirpen algunas frases del cuerpo de sus libros para escribir a propósito un libro de aforismos, un buen libro de aforismos: este Microorganismos. Formada en psicología clínica y filología alemana, pero también profesora, traductora e intérprete, Ángela Mallén confiesa que le gusta «escribir para pensar en las personas, en los mundos y en las musarañas», toda una declaración de principios que muestra por un lado su preocupación por la realidad más cercana (las personas) pero por otro lado también su voluntad de explorar esa misma realidad desde otras perspectivas menos manidas que las que habitualmente supura el pensamiento tradicional y biempensante, quizá porque —y esto es una suposición mía—, en la estela de Lawrence Durrell, le parezca que en último término existen tantas realidades como uno quiera imaginar.

Estructurado en ocho capítulos, que a su vez se dividen en diferentes apartados, Microorganismos es un libro que no desprecia la incursión reflexiva en los más esenciales temas que afectan a toda la humanidad, destacándose en muy amplia medida los de la libertad, la política, la verdad, el bien, la felicidad, el amor y la vejez, aunque también incluye una no despreciable cuantía de aforismos dedicados a la poesía, así como una serie de consignas a modo de imperativos morales. Escritos con un lenguaje sobrio, sin malabarismos verbales ni vana retórica, la mayoría de los aforismos de Ángela Mallén no tienen otro propósito que combatir las manifestaciones tóxicas del pensamiento, aunque sin renunciar por ello a la creación de espacios de reflexión que nos ayuden a mejorar el mundo y sus circunstancias. «Microorganismos probióticos» los llama ella un tanto pomposamente, y de ahí que cada uno de los capítulos del libro esté encabezado con el nombre de una cepa o de una bacteria en la que se condensan sus cualidades benignas (como por ejemplo la Propionibacterium freudenreichii, útil para combatir la incongruencia medioambiental de quienes a la vez que se muestran hostiles contra el consumismo no abandonan los hábitos de consumo que los integran en una parroquia). Luchar contra la mediocridad o contra la mal entendida normalidad o contra las imposturas son asimismo aspectos en los que la autora esgrime sus consignas “probióticas”, a veces en forma de denuncia («En la corte triunfan los aduladores solícitos. Así es como se inflama el mediocre, crece su meliflua arrogancia y mataría por defender su ridículo territorio», «Es imposible salir de un colectivo aletargado en la complacencia sin entrar en otro letargo autocomplaciente»), otras de manera sutil («Qué normal parece todo») y otras más de modo categórico («No confundir literatura con impostura», «Vive sin hacerte el muerto» o «Elevemos distancia a la injusticia»). Todo lo cual no quita que en ocasiones algunos de los aforismos de Mallén bordeen el humorismo o se revistan de cierto irónico ingenio,  como cuando se pregunta «¿Existe Dios?» y se responde «¡Sabe Dios!», o como cuando en un alarde de divertimento lingüístico declara: «Hay ciertos abstemios cuya vida es una borrachera».

Microorganismos, en fin, está lleno de aciertos, y acierto mayor que todos es la reivindicación que hace la autora de no dejar el mundo en manos de los verborreicos, cosa que, a su manera, ya en su día subrayó Juan Ramón Jiménez al afirmar que «Ser breve, en arte, es, ante todo, suprema moralidad».

Ángela Mallén, Microorganismos.  El Desvelo Ediciones, Santander, 2022. 72 págs.

 

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