Vuelve Mathieu Bablet con una obra intensa y sofisticada.

Portada de Carbono y Silicio (Dibbuks)

Los cómics que apuestan por emocionar al lector son numerosos. Paco Roca, con su Arrugas (Astiberri) o La Casa (Astiberri), Laurie Halse Anderson en su Cuéntalo (La Cúpula), Glenn Head, entre las páginas de Chartwell Manor (La Cúpula), Alex Graham, con sus Dog Biscuits (Fulgencio Pimentel), entre otros, lo logran, por supuesto, pero con trabajos realistas (aunque el trabajo de Graham se aleja un poco). Ahora bien, pocos autores han logrado llegar tanto al interior del lector con elementos tan distópicos como los androides. Bablet tiene la particularidad de emocionar y lograr conformar una historia con un gran poso de profundidad. No siempre lo logra de una manera tan eficaz, pero en Carbono y Silicio (Dibbuks), sin ningún lugar a dudas, llama especialmente la atención.

El trabajo de este creador francés, además, tiene un nivel de sofisticación elevado, puesto que condensa elementos filosóficos, éticos e, incluso, metafísicos. La lectura de Carbono y Silicio nos ha suscitado tal cantidad de reflexiones, que podríamos escribir páginas enteras sobre este trabajo. No obstante, nos centraremos en uno de los aspectos más sobresalientes de la obra: la acción.

La acción es algo que ha preocupado a multitud de creadores y pensadores. ¿Qué elementos son los que promueven determinada acción? ¿Qué mecanismos intervienen en la acción? ¿Cuándo realizamos alguna actividad somos racionales o no? ¿Qué finalidad tiene la acción? Son innumerables la cantidad de preguntas que nos podríamos hacer sobre el fenómeno de la acción. Bueno… ¿A qué viene tanto rollo con la acción? Sencillo. Carbono y Silicio es un tratado condensado sobre la acción. En sus páginas nos vamos a adentrar en las motivaciones y en las contradicciones de la acción.

Esta acción la llevarán a cabo, principalmente, Carbono y Silicio. Dos androides que fueron creados en los laboratorios de la Fundación Tomorrow. Son prototipos de una generación de robots diseñados para cuidar a personas ancianas. Pero estos seres, aunque son gemelos, no son iguales. Bablet nos muestra como un proceso educativo estimula el apego de Silicio, mientras que Carbono es dejado un poco al margen. Las razones, aunque son importantes, no las comentaremos. No tengo claro qué elementos quería mostrar el creador francés, ya que el carbono es lo que trajo consigo la vida en su conjunto. El silicio, en cambio, forma parte de las estructuras humanas sin vida. Ahora bien, el silicio y el carbono son dos elementos químicos con similitudes, al igual que los personajes del cómic. La principal diferencia está en la manera en que cada uno se enfrenta al mundo que le rodea y lleva a cabo sus acciones. He aquí el sentido profundo que nos muestra esta obra.

Páginas internas de la obra.

Las acciones (especialmente las humanas, aunque también podrían llevarla a cabo androides tan “inteligentes” como los que se nos muestra en este cómic) se asientan en los deseos. De ahí que tales acciones sean provocadas por los deseos que nacen en nuestro interior. En función de las motivaciones y de las necesidades, se irán generando una serie de deseos que vamos a querer satisfacer. Estos deseos, tal y como nos indicó Jon Elster, si se mantienen constantes pueden afectar a nuestra felicidad. En este sentido, la felicidad está en la relativa aceptación de lo que tenemos ante nosotros y no tanto en búsqueda constante de la satisfacción de deseos. En caso contrario, terminaremos estando permanentemente en este mundo del desear constante. Pues bien, la vida tiene unas particularidades que (según se nos cuenta) necesitan ser aceptadas, cuando esto sucede logramos tener la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas. Estamos, entonces, ante unos deseos pequeños, accesibles, alcanzables. Esto limita nuestras frustraciones y posibilita una vida más feliz y, por ende, más libre.

Como dijimos antes, Bablet se adentra en estas disquisiciones en un contexto distópico. Ello hace que la narración pueda ser creíble, ya que la construcción del mundo es plausible. La narración va a ir evolucionando de un modo muy claro a lo largo del trabajo. En este sentido, consideramos que la obra podría estructurarte en tres partes. En la primera parte estaremos ante una obra más asentada en el canon de la ciencia ficción. Ahí se nos presentan los elementos sobre los que transitará la obra y también podremos conocer los personajes principales. Paulatinamente la obra se centra en Silicio y los encuentros fragmentarios con Carbono. Sus diferentes modos de comprender el mundo y de vivirlo chocan entre sí. Esto genera una estructura de debate constante en la obra. En la tercera parte del trabajo el debate se va diluyendo en un proceso de convergencia hegeliana. Al fin y al cabo, parece que la obra está asentada en la tríada de tesis, antítesis y síntesis planteada por este autor. Esta síntesis, como también mostró Hegel, es superadora de las limitaciones de la realidad.

La estructura formal de Carbono y Silicio se va ajustando a las necesidades de la narración. Cada episodio (cada salto temporal) viene introducido por una imagen a página completa. Una página de gran capacidad expresiva donde Bablet despliega sus enormes capacidades de creación visual. Por otro lado, la obra que tenemos ante nosotros está asentada sobre la narración visual, de ahí que la narración escrita sea un apoyo a la anterior. Esto hace que este cómic tenga una capacidad de interiorización mayor que otros trabajos previos de este gran creador. Esta es la gran virtud de la obra y la apuesta de su creador. Todo esto es favorecido por una edición muy cuidada de la obra. El tamaño es amplio y eso permite poder analizar/disfrutar de las capacidades creativas del genial francés.

En resumen, estamos ante una obra excelente. Un trabajo de un nivel de profundidad inusitado que hará las delicias de todos aquellos que deseamos pensar sobre lo que nos han contado. Un cómic emocionante e impresionante en diversos aspectos. Creo que será uno de los cómics de referencia de este 2023 en el mundo de habla castellana. No lo dejéis pasar.

 

Por Juan R. Coca

 

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