Barcelona Film Fest 2023

Por Jordi Campeny.

El barrio barcelonés de Gracia, con los cines Verdi en su corazón, ha acogido este pasado mes de abril la séptima edición del Barcelona Film Festival. Un festival que nació con la idea de proyectar películas que tuvieran una estrecha relación con la literatura y que, con el paso de las ediciones, sin abandonar aquella idea inicial, ha ido creciendo, como un tapiz, hacia múltiples direcciones. Mantiene el festival su esencia, su proximidad e, inasequible al desaliento, ha sido de los pocos certámenes que no ha cancelado ninguna edición por la pandemia. Es, debido a su espíritu cercano y su vocación popular (el precio de las entradas para el público es de 3,90€), un evento que el espectador se ha hecho suyo. Y es que, aún contando anualmente con estrellas y figuras internacionales de primer nivel, el Barcelona Film Festival rehúye la pomposidad y el boato que, en la mayoría de ocasiones, van parejos a certámenes de estas características.

Este 2023 el festival ha rendido homenaje a este director clave del cine europeo que es Wim Wenders. Se ha proyectado un ciclo con algunos de sus títulos más emblemáticos y hubo un pase muy especial con coloquio posterior, con el propio Wenders, de su obra mayor, París, Texas (1984). De hecho, durante todos estos días, el icónico fotograma de Natassja Kinski de espaldas, con la cara vuelta hacia el pasado que regresa, labios y jersey de lana rosas, espalda descubierta, pura belleza y melancolía, ha acompañado a los asistentes en cada pase, en el vestíbulo del Verdi, en el merchandising de prensa, en las calles de una ciudad rebosante de primavera.

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Han sido múltiples los invitados que acudieron a presentar sus proyectos, pero el que fue, sin duda, el momento cumbre, tuvo lugar en el ecuador del Festival. El pasado lunes 24, en una sala 1 repleta de público y expectación, hubo un pase de Thelma y Louise (1991), ese clásico de Ridley Scott de los noventa que, no sólo no ha perdido un ápice de vigencia, sino que crece en modernidad y hermosura con el paso de los años. Treinta años después de su estreno, sorprende lo avanzada que fue a su tiempo, su feminismo combativo y vigoroso, su capacidad para crear imágenes que son pura historia del cine, lo icónica que fue para toda una generación, y de forma particular en el colectivo lésbico, que vio en sus protagonistas una especie de referente que no encontraba en el cine comercial americano de la época. El pase de la película fue inolvidable. Pero lo mejor estaba por llegar: cuando, al término de la película, Thelma y Louise, asediadas por la policía, deciden lanzarse por el precipicio, los espectadores en la sala descubrimos a su protagonista, Susan Sarandon, a nuestro lado, contemplándose a sí misma arrojarse hacia uno de los finales más emblemáticos y emocionantes del cine reciente. La invitada estrella de este Barcelona Film Festival compartió el final de Thelma y Louise junto a nosotros; y nosotros, perplejos y agradecidos, sentimos muy adentro que estábamos viviendo un momento mágico que no olvidaríamos jamás. El coloquio posterior con Sarandon nos dejó reflexiones y anécdotas de rodaje que permanecerán intactas en algún lugar del desván de nuestra memoria.

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Más allá de los momentos de ensueño, fueron múltiples las películas y premières que disfrutamos estos días. En su irregular sección oficial, las cintas Rebel y La uruguaya fueron las que ocuparon un lugar destacado en el palmarés. Muchos de los títulos fuera de la sección oficial están o estarán en breve en cartelera. De entre ellas destacamos algunas: la película inaugural, Mi crimen, del polifacético director francés François Ozon, presente en el Festival junto a las dos actrices protagonistas. El film, espléndida comedia con hechuras de intriga criminal, es un caramelo para los fans del director. Destacan su diseño de producción, la banda sonora y ambientación, una delicia. Y el huracán Isabelle Huppert, arrasando a su paso.

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También pudimos ver la última virguería del director iraní Jafar Panahi, Los osos no existen, cuyo inminente estreno en salas coincide con la gran noticia de su liberación. Panahi llevaba 14 años sin poder salir del país y unos días en huelga de hambre, acusado de difundir propaganda contra el régimen a través de sus películas. Con su última, valiente y excelente propuesta, desafía nuevamente a sus carceleros, poniendo su oficio al servicio de una obra profundamente política que es pura reivindicación y compromiso ético. Panahi concibe el cine como un último bastión de dignidad.

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Els encantats, de Elena Trapé, es otro de los títulos que se recordarán de esta edición. Su directora compone una crónica del desencanto o del vacío existencial al que se ve arrojada una madre tras una ruptura sentimental. Trapé reflexiona sobre la maternidad y la condición femenina con una mirada sin artificios, enigmática y nada complaciente, obteniendo una certera radiografía emocional en que el paisaje interior y el exterior se funden con delicadeza y maestría. Toda la película gira alrededor de la gran Laia Costa, quien ofrece, nuevamente, una interpretación excepcional. Parece que, por fin, estamos aprovechando su inmenso talento y que va consolidando su trayectoria dentro de nuestro país.

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Una mención final para el último artefacto de Ari Aster, Beau tiene miedo, ya en cines. Posiblemente la película más alucinada, extravagante y radical del Festival, de la cartelera y de la temporada. Un viaje tortuoso y freudiano, de tres horas de duración, que diríase hecho para provocar rechazo, deserciones masivas. La película es un islote abigarrado de horror psicoanalítico y comedia surrealista, tan irregular y hostil como brillante. Un periplo insano por una psique quebrada que, si el espectador logra encontrar en ella la vía para poder entrar, hallará una de las experiencias más abrumadoras, chifladas y fascinantes del año.

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