O Pedro, o los lobos. Aforismos de José Luis Trullo sobre el poder y el miedo

 

 

«¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron»

(K. Kavafis)

 

Cuando, al fin, apareció el lobo que tantas veces había anunciado Pedro, lo hizo en forma de perrito de aguas.

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No hay lobo más peligroso que tu propio instinto ovejuno.

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Ay del escudero que convierte los molinos en gigantes para que le nombres caballero.

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En el fondo de todos y cada uno de nosotros, los votantes, pervive una Aldonza Lorenzo deseosa de que un arribista cualquiera la haga sentir Dulcinea del Toboso.

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Enfatizar la peligrosidad de una amenaza latente le otorga un suplemento de atractivo subversivo que ningún poderoso debería obviar.

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Cuando enuncias tu temor, muestras tu talón. Ya saben los ovejas dónde tienen que morder, llegado el caso.

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Tras el miedo acecha un espejo. Romperlo no mejora las cosas.

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Para quien se cree el centro del mundo, todos sus adversarios habitan en los extremos.

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Resistirse a la ola no te convierte en experto sufero. Ni siquiera en humilde submarinista…

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«¡Que vienen los bárbaros!», se lamentaban los últimos senadores romanos, mientras apuraban la enésima copa de vino y se rascaban su enorme vientre rodeados de esclavos.

 

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