Jaime Siles: “El ser humano hoy se encuentra sometido a un profundo vacío interior”

 

Ismael Sánchez.– Jaime Siles Ruiz (Valencia, 16 de abril de 1951) es un destacado poeta, filólogo, crítico literario, traductor y catedrático de Filología Clásica español. Formó parte del grupo de los novísimos, determinante en la poesía española a partir de 1970. Aunque ya había publicado algunos poemas en revistas y plaquetas, se dio a conocer sobre todo con su libro Canon. Su juventud fue un verdadero afán por ampliar sus conocimientos. Políglota, erudito y humanista, ha desarrollado su labor intelectual en numerosos ámbitos de la cultura como crítico de literatura, arte y teatro. Como especialista en cultura clásica, ha destacado en al ámbito de la Filología Clásica por sus investigaciones sobre las lenguas prerromanas de la península ibérica, el latín preliterario y arcaico, la literatura latina de época clásica y su pervivencia en la modernidad. Otros campos suyos de investigación han sido la poesía del barroco y la poesía española del siglo xx, con especial dedicación a la de la generación del 27. Su poemario publicado más reciente es Doble fondo (Visor, 2022). Nos concede esta entrevista poco antes de participar en la Cátedra del Diálogo y la Búsqueda, de la Universidad de la Mística de Ávila, con un coloquio en torno a la “Nostalgia de lo absoluto” con el también profesor de filología Antonio Barnés.

 

-En la Universidad de la Mística de Ávila, dentro del contexto de la Cátedra del Diálogo y la Búsqueda, usted va a hablar de “Nostalgia del absoluto”. ¿Qué quiere decir con esta expresión?

La expresión “Nostalgia del Absoluto” hace referencia a la situación en que -desde el positivismo del Siglo XIX, la denominada “muerte de Dios” y la crisis de identidad y de lenguaje, subsiguientes a la atomización de la realidad llevada a cabo por la Ciencia- se encuentra el ser humano hoy, huérfano de casi todo y sometido a un profundo vacío interior.

 

-Acaba de morir Nuccio Ordine, que reivindicaba la “inutilidad” de las humanidades, las relaciones humanas, lo presencial frente a lo virtual, ¿qué piensa usted de esto?

Nuccio Ordine fue un buen amigo mío, un humanista, que ha dejado en el mundo intelectual una enorme huella; que defendió la actualidad de los clásicos y la urgente necesidad que, por muchas razones, tenemos de ellos; y que hizo ver la profunda utilidad de lo que, por error e ignorancia, se considera “inútil”. Vivimos hoy inmersos en los iconos, que han desplazado las palabras y las ideas, y que han convertido todo en una especie de carnaval, generando el horizonte de una época inculta, materialista y bárbara, en la que el exceso de información impide el acceso a la verdadera formación, y en la que una noción muy pedestre del sentido del tiempo ha reducido a éste a una inmanencia carente de proyección y de profundidad. Todo lo cual ha mermado notablemente la interioridad, calidad y cualidad del ser humano.

 

-¿Qué vigencia puede tener el llamado “viejo humanismo” en la actual era digital?

El humanismo es el modo de mantener vivo el concepto ciceroniano de “humanitas”, que traduce el término griego “paideia” y que aboga por un saber completo y universal, que es el único que nos hace seres humanos: es decir, personas. Por eso al humanismo no le pongo edad, porque no creo que sea viejo, sino actual y necesario siempre, si es que Occidente y Europa no quieren renunciar a los fundamentos de sus ideas, sus creencias y su cultura.

 

-Usted es catedrático de latín, ¿cuál es el futuro de esta lengua?

El latín lleva siglos muriendo y renaciendo, como el ave Fénix, a la vez. No hay que ser pesimistas ni tampoco optimistas sobre su futuro amenazado siempre. Porque el latín es algo a lo que no podemos renunciar ya que -lo sepamos o no- es la lengua que hablamos y desde la que verbalizamos nuestro mundo: es decir, es la lengua en la y desde al que existimos.

 

-Usted es un poeta reconocido, ¿cómo ve la poesía actual en español?

Hoy hay tantos poetas, tantas editoriales, tantas colecciones de poesía, tantos títulos publicados cada año que emitir un juicio sobre ella y su actual estado sería no ya un excesivo atrevimiento por mi parte sino también y , sobre todo, un pecado de inexactitud.

 

 

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