Apagar el televisor

El Big Bang, en el imaginario colectivo, se parece sospechosamente al pantallazo resultante de apagar un televisor. Una estrecha franja lumínica en un cosmos ensombrecido. Un remanente de puro blanco. Un cuásar. Y la total oscuridad.

Claro que en cosmología, el petardazo cósmico no fue sinónimo de fin, sino de principio. A partir del átomo primigenio se inauguró el menú degustación de materia, espacio y (aunque parezca que siempre falte) tiempo. Al pulsar el botón rojo del mando aparentemente ocurre el antónimo. Primero hay que aceptar que la silicona es muy juguetona. Acto seguido trazar una línea invisible (para nuestro espectro) hasta el receptor del televisor que no interrumpa el pato de madera que tu madre compró con el fin único de decorar el mueble. Ese mueble. El que se decora con la pantalla encendida. Y, si a pesar de la pareja de problemillas contemporáneos, logras la oscuridad, parece que el mundo se acaba.

Resulta curioso que con el paso de los años es casi más importante tener un monitor que un televisor. Esto es como las Nike: sirven para todo. ¿Gimnasio? Nike. ¿Carrera? Nike al cuadrado. ¿Cita? No queda del todo mal con los vaqueros pitillo y la camisa blanca Slim fit. Con el monitor pasa lo mismo: tanto enchufas el ordenador para ver una película, como conectas la PlayStation. De ahí que muchos televisores hibriden y ofrezcan el servicio completo, como el Prime de Amazon. El pluriempleo absorbe al mercadeo. Que Dios o sus sucedáneos nos pillen confesados.

Aunque, pensándolo bien, tampoco me cuadra.

Quiero decir… A ver, cómo explicarlo sin que me toméis por loco. O por sombrerero. Para disimular las calvas.

Ha quedado claro que el Big Bang como teoría sienta las bases del universo conocido. Alrededor de cómo ocurrió, hipótesis. ¡Incluso podría tratarse de un ordenador cuántico ultrapotente! ¡Vivimos en una simulación! No bañaré en brea estas antorchas. Aunque por detenernos en la posada no ocurrirá nada… espero.

¿No existe una cierta correlación entre el hipotético origen de todo y la carga de un videojuego? No hace falta orinar tan lejos como es el metaverso y la realidad virtual. Ráfagas cortas y controladas. El usuario carga el programa y lentamente el mundo se despliega ante sus ojos. Al igual que al abrir un documento largo de Word, por ejemplo, el manuscrito de una novela. Páginas: 74. Páginas: 132. Páginas: creciendo…

De ser así, entre las infinitas posibilidades manejadas por los científicos, está la de que vivamos en una Matrix de manual. U otra menos halagüeña para los románticos: la de que solo seamos datos, un complejo constructo que actúa mediante inteligencia artificial. La variedad genética solo son patrones mezclados aleatoriamente con resultados controlados fuera de los establecidos. Nuestra cadena de ADN es tan parecida a la de otros seres vivos por pura programación. Y… a seguir.

Ahí lo dejo. Si existen creaciones existe un creador, o varios. Y a su vez, creador puede ser creación y el ciclo ascender en escala cosmogónica ad aeternum.

Por supuesto, este desliz solo es una bocachanclada especulativa.

Si os ha parecido estúpido, esperad a oír esto: uno enciende el televisor (lo cual implica, a la postre, apretar el botón rojo y deshacer el Big Bang) y le saltan a la cara noticias de crímenes horribles. En nombre de Dios, ojo, no de la tierra ni de la familia. De Dios. Como si realmente a un creador le importase que sus creaciones se asesinasen entre sí cuando, cada facción, por la base hipotética de ser creada, lleva algo suyo. Se acepta la divinidad como sagrada ley de Talión.

Cambias de canal y lo mismo desde el otro bando. Venganza. Y que nunca nos toque, que haríamos lo mismo. El dolor alcanza un vértice tan desgarrador que se confunde con la locura. Mientras, uno y sus allegados, y los allegados de estos, y así hasta formar una cadena que asfixia el planeta, se preguntan si de verdad es necesario llegar a tanto. Ni viven mejor ellos, ni sus hijos, ni sus amigos. La espiral de pobreza se proyecta como una torre de Babel inversa. Y los de siempre llenan sus arcones con todo tipo de divisas, se fuman un puro, y gobiernan a través de decenas de monitores.

Empiezo a pensar que apagar el televisor guarda más semejanza con el Big Bang que con su opuesto. Quizá, la vida, tal y como fue concebida, empiece donde termina ese haz de luz y el cuásar blanco. Pero no me hagáis mucho caso: creo que he visto demasiada televisión.

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