Gabriela Sáenz-Shelby: “…la producción artística requiere del apoyo económico para poder dar vía libre al talento, a la creatividad y a las ideas…”

Intelectual, hija, madre, y defensora de la cultura costarricense, así como el legado de su padre.

 

En una entrevista sincera, la hija del ex ministro de cultura de Costa Rica, Guido Sáenz González (1929-2021), nos concedió una entrevista para conversar sobre su historia como gestora cultural y compartirnos algunos recuerdos entrañables, como el haber crecido rodeada de creadores, artistas, actores, pianistas, artistas visuales, bailarines, escritores, científicos, poetas, etc.; los olores de oleo del taller de su abuela paterna, Luisa González Feo, y las curiosidades recolectadas por su abuela en el mar, sus recuerdos como directora del Museo de Arte Costarricense (MAC), así como su incursión en la danza, coreografía y en el diseño de vestuarios. 

Por: Mauricio A. Rodríguez Hernández. 

Mauricio A. Rodríguez Hernández: ¿Cómo fue su infancia? ¿Alguien en tu familia estuvo involucrada en el mundo cultural costarricense?

Gabriela Sáenz-Shelby: Debido a las particularidades de la familia en que nací, mi infancia fue singular en todo sentido. Podría dedicar todo un apartado para describir esta situación, pero mejor lo dejamos para otra ocasión.

Puedo resumir algunos detalles como el haber tenido el privilegio de crecer rodeada de creadores, artistas e intelectuales en varios campos, entre los que había actores, pianistas y músicos en general, artistas visuales, bailarines, escritores, científicos, poetas… en fin, toda suerte de gentes de distintas nacionalidades y quehaceres vinculados con el campo de las artes y la cultura. Esta diversidad de personajes llegaba a mi casa con cierta regularidad convocada por Guido, mi papá, quien fue una persona vinculada activamente al mundo del arte y la cultura en Costa Rica, y también fuera de este país. Su pasión fue la música clásica y el piano en particular, pero también tenía gran interés por el cine, las artes visuales, la danza y el teatro. Los fines de semana, el ambiente de mi casa era invadido por música clásica si llegaban músicos, o por largas e intensas conversaciones o bien despliegue de talentos de los visitantes.

En relación al teatro, recuerdo que durante un periodo en que mi papá fue actor, y siendo yo muy niña, los ensayos de las obras en las que participaba se hacían en la sala de mi casa. Mis memorias evocan con gran deleite esos ensayos vistos por mí desde un pequeño sillón, en el que permanecía muy quieta para no ser notada ni interrumpir el trabajo. También recuerdo pasar horas con mi papá editando manualmente sus filmaciones, actividad que también lo apasionaba y a la que dedicaba mucho tiempo. Daisy, mi mamá siempre estaba presente. Le encantaba la sociabilidad y atender a las visitas.

Sin embargo, el diverso y activo mundo cultural de mi casa no fue el único. Mi abuela paterna Luisa González Feo era pintora, su hermano Mario era mecenas de arte, y la hermana de mi padre, mi tía Flora, era también pintora. Cuando visitábamos a mi abuela, nuestro entretenimiento predilecto de niños era pintar sobre grandes trozos de papel con acuarelas que ella nos alistaba. También recuerdo vívidamente las visitas a su taller, un espacio mágico lleno de olores a trementina, aceite de linaza, tubos y olores de pintura al óleo y pinceles de todo tamaño y grosor. Distribuidos por el estudio, había muchos trozos de madera pulidos por el mar. Mi abuela los recogía cuando iba a los viajes a la costa con mi abuelo Adolfo, a quien le fascinaba el mar y era pescador aficionado, además de excelente tallista de madera. Estos troncos gastados por el tiempo y el mar, aparecían luego transformados en misteriosas y fascinantes presencias en las composiciones plásticas de mi abuela. También había conchas, piedras de distintas formas y colores y otras “rarezas” fascinantes para una niña curiosa que merodeaba por el taller de su abuela.

MARH: ¿Podría compartirnos alguna anécdota de su experiencia profesional desde sus inicios?

GSS: Recuerdo mi primer día como directora del Museo de Arte Costarricense (MAC) en 2006. Al finalizar esa tarde, estaba agotada por la intensidad de las actividades y decisiones que tuve que tomar en tan solo un día de gestión; ese día fue una real locura. La decisión de aceptar ese puesto fue difícil para mí porque no tenía experiencia en administración pública. Decidí hacerlo porque dirigir ese museo de arte me implicaba un gran reto por dos razones: la primera es porque conocía el museo íntimamente desde sus inicios. Su creación había sido un anhelo de mi papá por muchos años, hasta que logró concretarlo durante su gestión como vice ministro de cultura y consolidarlo después como ministro. Además, la colección albergaba a artistas del pasado que habían sido contemporáneos de mi abuela y conocidos de mi familia, además de artistas contemporáneos de una nueva generación que yo conocía cercanamente.

La segunda razón es que tres años antes, en el 2003, tres colegas historiadores del arte (Adriana Collado, María José Monge y Esteban Calvo) y yo fuimos invitados a realizar la propuesta de guion permanente para el MAC. Al cabo de un trabajo de más de nueve meses, presentamos un guion que nombramos “Las posibilidades de la mirada, representaciones en la plástica costarricense”. Este guion no se apegó a un lineamiento cronológico como estrategia expositiva tal y como se había hecho desde la inauguración del museo en 1978, y partía de una serie de cuestionamientos en torno a los mecanismos de representación que había seguido el MAC hasta esa fecha. El guion fue articulado a partir de 8 ejes temáticos basados en preguntas y no en certezas, lo que conllevó a una forma de deconstruir la historia del arte costarricense imperante hasta entonces. Esta experiencia marcó de manera positiva mi carrera profesional, y durante mi gestión en el museo tres años más tarde, pude abrir posibilidades expositivas y educativas diversas para pensar la historia del arte y los temas identitarios del país. Además, debido a una invitación a exponer “Las posibilidades de la mirada” en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) en Chile, fue posible publicar el catálogo de la exposición del 2003, con traducción al inglés, revisiones y actualizaciones.

MARH: ¿Cómo surge la idea para la creación de la Fundación ARS TEOR/éTica?

GSS: TEOR/éTica fue creada en 1999 por iniciativa de Virginia Pérez-Ratton (1950-2010). Esta iniciativa surgió tras su renuncia como directora del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) en 1998. Su partida abrupta se debió a desacuerdos con la ministra de cultura de turno.

Para comprender el surgimiento de TEOR/ética, habría que entender la gestión que Virginia había iniciado en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) al ser nombrada directora en 1994. Desde ese nuevo museo, inaugurado en 1993, Virginia puso en marcha un interesante proyecto afín a su visión sobre el mundo del arte contemporáneo, acorde con la primacía del conceptualismo internacional. Desde el inicio, se abocó a exponer obras representativas de una generación de artistas latinoamericanos, sobre todo, más no únicamente. La escogencia se inclinaba por aquellos que asumieran una postura crítica y política para cuestionar las mitologías nacionales y memorias oficiales de sus países. Poco a poco se fue instalando desde el museo una tensión entre las historias artísticas oficiales y los nuevos enunciados identitarios y políticos presentes en la escena artística local.

De igual manera, el reconocimiento del arte producido por artistas centroamericanos propiciado por el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) a partir de 1996, fue continuado y fortalecido por Virginia en TEOR/éTica. Su postura coincidía con el conjunto de acciones de un grupo de intelectuales que, desde Latinoamérica, cuestionaban las representaciones artísticas estereotipadas y esencialistas de “lo latinoamericano”, un concepto articulado y administrado desde los centros del arte occidental.

Sin la plataforma del museo tras su renuncia, pero con la experiencia de la gestión de cuatro años en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), conexiones nacionales, regionales en Centroamérica e internacionales, Virginia decidió generarse su propio espacio para trabajar libre de las trabas y frustraciones que implica la gestión pública. La creación de TEOR/éTica en el marco de una fundación sin fines de lucro, fue un acierto para el medio artístico local y regional y para el trabajo que desarrolló Virginia hasta su muerte en 2010. Tal y como había hecho en el museo, le dio continuidad y afianzamiento a su visión y generó un espacio para el apoyo y la visibilización del arte contemporáneo en general, y del regional y nacional en particular. Virginia abrió espacios inéditos para el reconocimiento internacional del arte centroamericano, y durante su gestión, además, produjo un considerable corpus de publicaciones y escritos que dan cuenta de ese arduo trabajo.

MARH: ¿Cuál ha sido el mayor reto en su carrera desde sus comienzos? ¿Cuál ha sido la decisión más difícil?

GSS: Estas dos preguntas están muy vinculadas en mi carrera profesional. Entré a la universidad después de salir del colegio, sin mucha claridad de lo que quería estudiar. Luego me casé, y por circunstancias de salud de mi esposo, no pude continuar mis estudios. Logré, sin embargo, continuar con mi práctica en la danza, la que había sido parte de mi vida desde niña, y me dediqué a ella de manera profesional. Además de bailar, incursioné también en la coreografía y en el diseño de vestuarios. Fui aspirante en la Compañía Nacional de Danza y luego de tener a mis dos hijos, ingresé a la compañía de Danza Abend liderada por la uruguaya Cristina Gigirey que residía en Costa Rica con su familia.

La decisión de estudiar la carrera de Historia del arte en la Universidad de Costa Rica vino cuando dejé la danza a los 35 años. Fue difícil reiniciarme en la universidad, pues tenía muchos años de no estudiar formalmente. La danza te exige otro tipo de disciplina muy rigorosa, pero vinculada con tu cuerpo y con sus posibilidades expresivas e interpretativas. Cambiar de profesión fue una decisión difícil. Fue duro, pero tuvo repercusiones muy positivas para mi futuro, pues cada día me convenzo más de que esta es realmente mi vocación. Tuve buenos profesores, pero a pesar de lo mucho que aprendí de ellos, la carrera no me brindaba herramientas para vincular lo aprendido con el mundo contemporáneo en el que quería desarrollarme. Esta realidad dificultaba encontrar una vía de aplicación profesional al tipo de historia del arte que impartía la universidad. Por ejemplo, la carrera no incluía en su malla curricular cursos de métodos de investigación, ni de arte latinoamericano; tampoco de arte contemporáneo, y el curso de arte costarricense llegaba hasta la década de 1970. Para entonces me preguntaba ¿Qué sentido aplicable puede tener el conocer las fechas y técnicas de las obras de los grandes maestros del arte, o saber sobre el arte europeo y occidental del pasado? Y sobre todo me preguntaba, ¿cómo aplicar lo que estaba aprendiendo a mi contexto local?

En este sentido, mi entrada tardía a estudiar esa carrera, eventualmente me sirvió para conectar con la joven generación con la que compartía los cursos. Por mi temperamento siempre ávido y curioso de la comprensión de la contemporaneidad, esta condición funcionó a mi favor. Pude vincularme de manera cada vez más cercana con algunos y algunas colegas. Fuimos coincidiendo quienes compartíamos cierto tipo de valores, deseos y filosofías sobre lo que podría ser nuestro quehacer, y hacia el final de la carrera, formamos un pequeño grupo en el que podíamos discutir sanamente, ya que teníamos inquietudes similares pero formas de ver la vida distinta. Fue un periodo muy enriquecedor para mí. La diferencia de edad funcionó siempre a favor del grupo, pues yo les aportaba formas de entender desde mi perspectiva, enriquecida por la posibilidad que tenía de visitar museos y galerías en diferentes partes del mundo; a cambio, yo recibía conocimientos y percepciones frescas sobre la cultura visual contemporánea que me sorprendían y fascinaban. Recuerdo que en el 2001, una de estas visitas fue a la recién inaugurada Tate Modern. Me impactó profundamente recorrer el guion permanente, en el que, por ejemplo, una obra maravillosa de Claude Monet (1840-1911) dialogaba en la misma sala con una obra de land art de Richard Long (1945). A mi regreso, compartí estas experiencias con mis jóvenes colegas y recuerdo sostener largas conversaciones con ellos sobre el tema.

De forma natural nos empezamos a reunir de manera más sistemática para imaginar y generar escenarios nuevos de acción desde nuestras propias reglas y visiones. Esa época fue muy difícil para mí porque tuve que deconstruir algunos preceptos propios de mi edad y asumir otros, pero fue retador y estimulante. No cambiaría nada de lo que viví. Gracias a los aportes de mis jóvenes colegas y amigos para entonces, encontré formas nuevas de analizar y ver el mundo contemporáneo en el que quería trabajar y vislumbré cómo podía aplicar lo aprendido en la universidad a mi contexto local.

En este ambiente grupal de aprendizaje mutuo, ocurrieron dos situaciones que nos consolidó como grupo. La primera fue gracias a una iniciativa de una de las profesoras de la carrera de historia del arte, quien quería iniciar una revista. Esta se convirtió en la primera revista de historia del arte de la Universidad de Costa Rica y se llamó Quadrivium. Nuestro grupo se involucró y llevó la batuta, en la edición y publicación de cada número.

La segunda fue la invitación que recibimos de la directora del MAC para realizar el guion permanente del museo. Ya me referí arriba a esta experiencia, pero repito que esta marcó definitivamente mi carrera profesional.

MARH: ¿Cuál es su relación actual con los principales exponentes de la cultura y cine en Costa Rica?

GSS: Personalmente, le sigo el pulso a la producción cultural y artística nacional en todos los campos, aunque a unas más que a otras por razones de mi especialización y trabajo. Pero, aunque ilusoriamente parece muy lejano ya, la crisis sanitaria global del 2020 modificó la circulación y producción cultural de manera sustancial en todo el mundo y Costa Rica no fue la excepción. Aunque mucha gente pudo seguir produciendo y creando, el escenario para el sector artístico era desolador en todos los campos. Por razones obvias, la crisis sanitaria me alejó de algunos campos de la producción artística como la danza, por ejemplo, pero me acercó a otros como el de las artes visuales.

Principalmente esto se debió a que ese año, 2020, tuve la dicha ser invitada junto con mi colega Sofía Vindas Solano a realizar una exposición para el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) en Costa Rica. La exposición que presentamos llevó por nombre “Horizonte espinoso”, y contó con un catálogo. El tema que condujo nuestra investigación curatorial versó sobre la vulnerabilidad, la fragilidad, la noción de crisis y la capacidad que tiene el ser humano para reaccionar con resiliencia ante estas condiciones. Para ello seleccionamos obras de artistas que, ya fuera hubieran trabajado con temas vinculados con estos conceptos, o que pudieran producir una obra nueva en esa línea de ideas.

Disfruté mucho este trabajo curatorial con mi colega, aunque fue difícil debido a situaciones que se salieron de nuestro control en relación al museo y a la pandemia. Pero la satisfacción mayor fue el contacto cercano y personalizado que pudimos establecer con el personal del museo y con los artistas que participaron en la muestra, todos ellos exponentes reconocidos de distintas generaciones. También logramos un contacto cercano con el público que visitó la exposición por medio de visitas guiadas, actividades de mediación y conversaciones personales.

Las apreciaciones de algunas personas en torno a esta exposición fue que se había generado una especie de sentimiento de comunidad artística y de mucho respeto y admiración intergeneracional, lo cual nos complació mucho. Había artistas de varias generaciones y por medio de actividades de mediación, los pusimos a conversar en un podcast que se llamó Sinergia. También invitamos a otros artistas a componer piezas musicales a partir de las obras de la muestra y que fueron recopiladas con el nombre de “Frecuencia espinosa”, y que se puede escuchar desde la plataforma de Spotify del MADC. Aún en medio de la pandemia, también tuvimos la posibilidad de contar con un performance del artista Marton Robinson. Esa cercanía con los creadores y públicos fue muy estimulante y reconfortante.

Sobre la producción cinematográfica nacional, este es un sector que se ha desarrollado mucho en los últimos años. La participación en eventos internacionales es frecuente, y algunas producciones han recibido reconocimientos y premios importantes. Por ejemplo, el filme “Tengo Sueños Eléctricos” (2022) de Valentina Maurel, es acreedora de más de veinte de los premios más importantes en festivales como Locarno y San Sebastián, en otros como India, Grecia e Islandia. Sin embargo, aunque conozco nombres de algunos creadores y he seguido su trabajo y sus producciones, el contacto con ellos ha sido marginal.

MARH: ¿Cuál es su percepción sobre la cultura y las artes en Costa Rica hoy en día?

GSS: La producción cultural es un continuo. La gente tiene una necesidad natural de crear y lo hace constantemente. Pero en este país, existen dos problemas que entorpecen los procesos creativos y dificultan el quehacer artístico y cultural. El primero tiene que ver con la intermediación entre lo que se hace creativamente y el público, un tema que depende mucho de la visión y apertura de quien esté en el ministerio, el que además del dinero, tiene la infraestructura. Si la persona al mando desconoce el medio y no es abierta al cambio de las nuevas generaciones y corrientes, la gestión se queda en el vacío, se vuelve nula, y el ámbito artístico lo reclama y lo padece. El camino para los artistas es muy duro si no se tiene el apoyo del Estado, pero quienes ocupan los puestos de jerarquía deben entender que la producción artística requiere del apoyo económico para poder dar vía libre al talento, a la creatividad y a las ideas.

Tampoco existe apoyo de la empresa privada y ese es un mal que padecen los países centroamericanos en general con pocas excepciones. Este sector carece de visión para comprender la importancia que la cultura y el arte tienen en el desarrollo económico de un país. De este modo, sin apoyo ni visión del Estado ni de la empresa privada, las personas que trabajan en el campo del arte y la cultura no la tienen fácil.

En Costa Rica hay mucho talento, hay muchas ideas y creatividad, pero se necesitan recursos, estímulos y puentes que conecten este talento con el público y con la sociedad en general.

El otro tema preocupante es la cada vez mayor desvinculación del país con el mundo en cuanto al arte y la cultura. Por razones que conocemos de reducción de presupuesto estatal al campo de la cultura, los artistas ya no circulan en eventos internacionales con apoyo del Estado como antes. De igual forma, en el país, cada vez son más escasas las posibilidades de disfrutar de eventos o exposiciones provenientes de otras partes del mundo. Este tema es preocupante pues la falta de circulación en ambos sentidos, conduce a una falta de perspectiva global cada vez mayor, una condición desfavorable para cualquier país en los tiempos actuales. Esta carencia no podría llevar a ahogarnos en nuestra propia miopía provinciana.

MARH: ¿Tiene algún autor tanto internacional y nacional favorito? ¿Qué libro y/o película estás leyendo/viendo actualmente? ¿Alguna recomendación?

GSS: No tengo ningún autor o autora favorita. Tengo una amplia gama de ellos y ellas de épocas diferentes y campos del conocimiento diversos. Pero si tuviera que escoger a algunos con la certeza de que voy a omitir a intelectuales que admiro, podría mencionar sin priorizar a nadie a Mari Carmen Ramírez, Virginia Pérez-Ratton, Víctor Hugo Acuña, Aby Warburg, Charles Esche, Andrea Giunta, Nelly Richard, Miguel López, Hartmut Rosa, Reinhart Koselleck, Noam Chomsky, Pierre Bourdieu…y la lista continúa.

Respecto al cine, una película que me sorprendió de manera positiva últimamente, y que recomiendo, es “Tár”, dirigida por Todd Field y protagonizada por Kate Blanchet. Es una película con una dirección, una actuación y un guion brillantes, y aborda temáticas contemporáneas de una manera inteligente dejando sensaciones de ambigüedad y espacios abiertos para interpretar y sacar conclusiones. En televisión, estoy a la espera de la cuarta y última temporada de “Succession”, una serie muy potente de HBO.

MARH: ¿Cuál es la clave para “producir” nuevos talentos con sello nacional y el apoyo a los jóvenes?

GSS: Para mí, la clave para localizar posibles nuevos talentos es la intuición, algo así como un buen olfato. Se debe también conocer muy bien el medio y saber quiénes pueden llegar a un nivel de producción de excelencia localmente, y lograr proyección internacional. Para ello, hay que llevarle el pulso constante a la producción joven en cualquiera que sea el campo de acción. Yo omitiría de esta proyección lo del sello nacional, pues creo que el talento debe trascender esta identificación localista tal y como lo hacen en otros campos del conocimiento. Por ejemplo, Keylor Navas es un portero costarricense cuyo nivel de excelencia le ha permitido insertarse en el medio internacional. Su carta de presentación es su excelencia y no su nacionalidad. Navas es tan buen portero aquí como afuera. La otra clave es brindar apoyo a esos nuevos talentos para que puedan desarrollarlo. Es importante pensar en una formación en el país, pero a la vez que puedan salir del contexto y tener experiencias fuera para que se confronten con otras creaciones y compartan con colegas de otras latitudes. El contacto y el intercambio internacional es vital para mantenerse al día y estimular la imaginación y creatividad desde lo local.

MARH: ¿Qué representa para usted la gestión cultural en el siglo 21?

GSS: La gestión cultural en el siglo XXI representa un panorama complejo pues se debe tener en cuenta la localidad desde la que uno gestiona, consciencia del lugar que esa localidad ocupa en relación a la globalidad, y lograr la excelencia para promover la difusión internacional. Seamos sinceras: aunque las cosas están cambiando, un artista francés, alemán, estadounidense o inglés tiene mayores oportunidades de vivir de su trabajo que un artista centroamericano o costarricense. Y esta diferencia no la hace el talento, sino el contexto. Vivir y crear en un país pobre y en vías de desarrollo no es lo mismo que vivir en uno rico y desarrollado. Es crucial librar batallas para vencer y modificar estos estereotipos.

Desde mi experiencia como ex directora de TEOR/éTica en Costa Rica, comprobé que se debe apoyar y fortalecer la producción local primero, sin perder de vista el contexto global; en otras palabras, hay que saber ser “glocal”. Un buen gestor del siglo XXI en el campo artístico, debe conocer el “quién es quién” en su campo de acción, saber crear comunidad al interno del país, establecer relaciones con colegas, personas influyentes y mecenas internacionales, conocer sobre el mundo del arte global y lograr establecer colaboraciones. Sin esta red de colaboración y circulación, es difícil lograr una buena gestión. Pero además, para ser un buen gestor se deben tener cualidades particulares y buenas cartas para poder negociar el intercambio y la circulación, y esto, como dije antes, se logra a partir de los talentos y de la excelencia de la producción local.

MARH: ¿Cuál ha sido su mejor momento en tu carrera?

GSS: He tenido tres momentos maravillosos en mi carrera, dos de ellos vinculados con la curaduría y el otro con la investigación. El primero fue participar en la investigación que dio pie a la exposición o guion permanente “Las posibilidades de la mirada. Representaciones en la plástica costarricense” en el 2003 y mencionada con detalle arriba. El segundo fue publicar mi libro “El coleccionismo estatal de artes visuales en Costa Rica y sus narrativas (1950-2006)”, cuyo contenido fue el producto de mi tesis de maestría en Historia de la Universidad de Costa Rica, por el que me dieron el Premio Nacional a la Investigación Cultural Luis Ferrero Acosta. Finalmente, la exposición “Horizonte espinoso” fue muy enriquecedora por el tipo de vínculo que logramos establecer mi colega y yo con la comunidad artística que participó en la muestra. Fue un trabajo literalmente en equipo y en comunidad.

MARH: Si fuera Ministra de Cultura, ¿cuál sería tu prioridad? ¿cuáles deben ser las características de un buen gestor cultural desde su óptica?

GSS: No quiero ni aspiro ser ministra de cultura, pero valoro a quien tiene la osadía y el empeño de hacerlo. Para mí las características de un buen gestor son: en primera instancia tener preparación y conocer el medio. Si se desconoce el medio artístico nacional se anda a ciegas. La segunda es tener visión e ideas, cualidades raras, pero no imposibles. También se debe tener apertura y escuchar; y es vital ser firme y tener la confianza necesaria para tomar decisiones acordes con la visión de manera cauta pero ejecutiva.

En relación a mi prioridad en pleno siglo XXI, esta sería idear formas de proporcionar áreas y espacios públicos para la diversidad de la población, los que activaría con creaciones artísticas y productos culturales de buena calidad. Pienso que este sería un circuito de beneficios mutuos para la población y para los productores culturales y artistas. Por supuesto que para lograr eso, hay que conseguir dinero y ese es otro tema complejo en países en vías de desarrollo como Costa Rica. Para obtenerlo, hay que tener imaginación y capacidad para establecer alianzas y saber cómo enamorar a posibles socios y colaboradores. Un argumento innegable es que se debe garantizar el derecho a la cultura como un bien y patrimonio nacional, y no un desperdicio de recursos en banalidades como algunos piensan.

He observado que la gente necesita tener opciones de esparcimiento y entretenimiento, y brindarles buena calidad de espectáculos y actividades implica mejorar también la vida de las personas. A su vez, los artistas necesitan crear y ganarse la vida con su trabajo. Para ello, es clarísimo que habría que cambiar la forma de contratar a estos profesionales, de dar becas y de las maneras de participar en los fondos concursables. Obviamente, ser ministro de cultura implica también velar porque la infraestructura y el patrimonio que compone el complejo ministerio de cultura, sea difundido y cuidado como merece. Últimamente, en este país andamos mal en eso y en otros aspectos de relevancia. Nos falta visión.

MARH: Desde su punto de vista, ¿cuál es el futuro de las bibliotecas y las salas de cine hoy en día, en particular con el uso de las nuevas tecnologías?

GSS: No creo que las bibliotecas vayan a desaparecer, porque percibo que están evolucionando y especializándose. Las bibliotecas son mucho más que solo libros y periódicos; son lugares de estudio y encuentro entre personas, y son espacios a los que la gente también recurre para el intercambio de conocimientos y la sociabilización. En todo el mundo las bibliotecas permanecen y mejoran sus ofertas y sus actividades vinculadas a su patrimonio, son visitadas y están creciendo, pues son un repositorio de conocimiento. Quizás esta permanencia se deba a que están cambiando, adaptándose a la era cibernética y de inteligencia artificial. Además, siendo públicas, dan libre acceso a los repositorios que acopian, organizan exposiciones y actividades especiales, por lo que siguen siendo imprescindible para muchas personas sin acceso a la tecnología desde su casa. Además, tener acceso a sus documentos y libros (aunque sea desde una computadora) sigue siendo una experiencia invaluable para la investigación, el conocimiento y el ocio. Son particularmente importantes para las comunidades pequeñas y especializadas.

La pregunta en relación a las salas de cine es muy difícil de contestar, sobre todo después de la pandemia. Hay una industria millonaria alrededor del cine, pero también la hay en torno a las plataformas de streaming. Las salas de cine tendrían que innovar en cuanto a la experiencia que proveen al espectador para competir con la posibilidad de este de ver películas en casa. Algunas salas ya lo han hecho como las IMAX o 4XD con resultados parcialmente exitosos.

MARH: ¿Qué debemos de aprender de otros países en materia artística y que deben aprender ellos de Costa Rica?

GSS: En Costa Rica deberíamos convencer a los políticos y a la empresa privada que invertir en el arte y la cultura es vital para la población, y es una prioridad para el desarrollo integral de un país. También, hay que convencerlos de que invertir en propiciar el intercambio cultural y artístico con otras latitudes es una situación en la que todas las personas ganan: enriquece la escena local y motiva la creatividad local para el bienestar de la población. De Costa Rica, es admirable ver a algunos sectores artísticos y creadores sobresalir de manera autogestionada dentro y fuera del país, lo que evidencia perseverancia para seguir produciendo a pesar de vivir en un contexto tan árido en cuanto al apoyo. Las áreas beneficiadas con becas y fondos concursables han mostrado lo importante que son estas posibilidades para desarrollar la actividad artística en cualquier medio que se propongan.

MARH: ¿Podría el mercado cultural salvar de alguna manera la crisis financiera actual de alguna manera?

GSS: Claro que sí, y en este sentido vuelvo a decir que un jerarca con visión, ideas y prestigio en el medio, podría aportar generando una estrategia o un programa de activación de la oferta artística y cultural, de localización de talentos y de mejora de la calidad del mercado cultural. El país tiene grandes capacidades culturales, institucionalidad de más de cincuenta años, infraestructura cultural, fondos concursables en algunas áreas de la producción artística y talentos, pero lo que parece faltar son personas visionarias en los mandos que comprendan el valor agregado que supone la cultura. Ante esto, han surgido diversos proyectos autogestionados, algunos de duración efímera y otros que logran afianzarse, pero son los menos. Un dato preocupante, es que la empresa privada tampoco se hace presente y no existen empresarios visionarios que comprendan lo que sus aportes e ideas podrían ofrecerle al país y a sus propios negocios. La empresa privada en estos países en vías de desarrollo es miope.

MARH: El financiar a las artes, ¿beneficia solo a los coleccionistas o también beneficia a la sociedad?

GSS: Mi opinión es que beneficia sobre todo a la sociedad en general. El arte es un patrimonio cultural de primera línea, imprescindible para el bienestar social. Un país sin artes es un país fracasado, un país a medias que no llega a cuajar. Por eso es tan importante ofrecer vías de financiamiento y apoyos económicos para las artes. Ahora bien, si las artes benefician a la sociedad, también lo hacen a las personas coleccionistas cuando las hay. Estas personas son cruciales para promover y mantener viva la creación artística y propiciar su circulación. Pero este bienestar forma un circuito de beneficios mutuos entre coleccionistas y artistas. Los coleccionistas son esenciales para los artistas y viceversa. Pero el financiamiento de las artes debe venir tanto por parte del Estado como de la empresa privada y de los mecenas. Todos son necesarios para completar el circuito de bienestar y de enriquecimiento. Lo crucial en este tema es saber valorar a los artistas y pagarles lo que merecen como profesionales que son, en el entendido que no son bufones de la corte cuya labor es llegar a entretener a la sociedad y complacer a los coleccionistas. El arte es mucho más que solo entretención; es entre otros, aprendizaje, conocimiento, una forma de mediar la percepción de la realidad en la que se vive.

MARH: ¿Cómo es un día normal para Gabriela? ¿Cuáles son sus pasatiempos?

GSS: Mi día a día se centra basa sobre todo en actividades relacionadas con mi trabajo, el que implica muchos campos de acción en los que me muevo, Por ejemplo, realizo investigación, doy consultarías, hago curaduría, edición de textos, escritura y otros asuntos afines al tipo de proyecto en el que esté trabajando. ¿Mis pasatiempos? Aunque mi intensidad a veces no me permite solo pasar el tiempo, debo confesar que existe otra pasión que me secuestra del campo del arte, pero no del de la investigación. Esta pasión se vincula con todo lo relativo a la alta gastronomía, lo que implica investigación teórica y una parte práctica que me absorbe y que, literalmente, exalta todos mis sentidos y los de aquellos que comparten conmigo el deleite del buen comer.

MARH: Finalmente, ¿Qué sigue en la vida profesional de Gabriela? 

GSS: Mi vida es un continuo en el campo laboral, y por lo que veo en mi horizonte, el 2023 no será la excepción. Mi trabajo es una parte esencial de mi vida. Entre proyecto y proyecto estoy trabajando en un artículo sobre los intentos o ensayos de integración centroamericana a través del arte, y también organizando el archivo personal de mi abuela. Mucho del trabajo que realizo lo hago en consorcio con mi colega Sofía Vindas Solano. Participamos con ponencias en congresos y actividades afines difundiendo conocimiento sobre las prácticas artísticas centroamericanas, un tema poco conocido que amerita ser difundido internacionalmente. Por ejemplo en el 2024, participaremos en un congreso de historia en Lyon con un tema de arte. Actualmente, vamos a iniciar un trabajo con la colección de un banco estatal y también estamos realizando una investigación que se convertirá en un libro en junio. Además de esto, continuamos con los trabajos de consultoría y asesoría en arte a instituciones del Estado. Y si todo sale como esperamos, estaremos nuevamente involucradas en un proyecto curatorial que vería la luz el otro año.

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