“briznas de quien”, de Emilia Oliva

briznas de quien, de Emilia Oliva, dibujos y fragmentos del mundo contemporáneo y su crisis.

Por Ana Isabel Alvea Sánchez.

Emilia Oliva García es poeta y traductora y ha dedicado buena parte de su trayectoria a la docencia y al estudio, edición y difusión de la obra de José Antonio Cáceres, artista plástico y poeta vinculado a los movimientos de poesía experimental. Es editora de la revista En Sentido Figurado, con una amplia obra publicada: (re)fracciones (1997), premio de poesía Ciudad de Zaragoza, torSión (1999), Figuraciones 7/77 (2000), Los ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir (2007), Quien habita el fondo (2010), IX premio León Felipe, Cifras de una fracción periódica (2013), Cuerpo sin voz (2018), XX premio García de la Huerta, e INphiNITA, IV Premio Poesía Visual Paqui Jiménez Yepes.

En briznas de quien, su último poemario, traza varias estampas, diferentes cuadros o fragmentos con los que retrata y denuncia: “Escribir contra / con voz de quien”. Desaparece el yo, se borra la propia autora, tampoco hallamos sus vivencias; a cambio, encontramos una mirada aguda, una conciencia que rechaza el pensamiento único imperante, contradice o cuestiona ideas y actitudes que prevalecen en la sociedad actual. Ofrece un estado de la situación, nos avisa y advierte, como una guía que nos extiende los planos de la ciudad y sus recovecos, resaltando con un círculo las señales de peligro.

Poesía esencial, depurada, con un vocabulario cuidado, donde predominan las descripciones de paisajes simbólicos en estos cuarenta poemas sin títulos que conforman un todo, una unidad coherente en la que dialogan unos poemas con otros retratando una situación, nuestra crisis contemporánea, a través de aquellos terrenos desiertos y abrasados que bien pueden representar la época de confinamiento por la pandemia de coronavirus.

José Luis Bernal Salgado nos ofrece las claves del libro en su prólogo. Destaca la mirada de una pintora, y efectivamente, podemos afirmar también aquí la relevancia de “Ut pictura poesis”, en busca de una poesía objetiva, matérica, como la propia autora confiesa en su nota
final. Una obra fruto de la experiencia de hacer con su nieto Frottages de monedas viejas, resultado igualmente de sus paseos durante cuarenta días caminando en círculo por el extrarradio de Cáceres, paisaje arrasado por un incendio.

“No se enmascara a fuerza de belleza / lo que pulula, gime o cruje”. Casi una declaración de intenciones este no pretender embellecer la realidad, especialmente cruda en el estado de alarma, período que testimonia con paisajes solitarios y parques vacíos. No querer hacer algo bello, sino real. En el poema “El viento que surca el campo incendiado” nos refleja la desolación del momento con imágenes potentes. No obstante, en esa desolación, en esa naturaleza calcinada de las afueras de la ciudad, “una ciudad de muertos”, encuentra alguna brizna, pequeños regocijos o esperanzas, pero no ve posible la felicidad entre tanta ruina. En esta catástrofe, mejor no mirar más allá, no idealizar, rechazar la quimera, vivir y pensar “a ras de suelo”: “A ras de suelo / se cuecen hoy las pasiones de los hombres”.

¿Nos está hablando del mundo contemporáneo o más bien del amor? Puede ser que los textos den lugar a un doble plano e interpretación, pues el amor, la pasión y el sexo están muy presentes, suponen un descubrimiento, una fascinación y una entrega, nos dice. Aboga por ellos. Nos contrapone dos personajes femeninos: la hija de la costurera, la inocencia que se entrega al amor, y la costurera, en cuya vida impera el aburrimiento, el desengaño, el hastío y la abstinencia. ¿Y respecto al hombre?: “El nuevo hombre / es cuento de resentido”.

La tristeza impera en sus versos, en ese terreno raso lleno de basura y escombros, panorámica totalmente decadente, o en un panal de abejas huero.

Hallamos igualmente una denuncia de la contaminación y destrucción de la naturaleza y del ser humano, la autodestrucción de la sociedad, en un mundo que está constantemente cambiando y cuyos noticiarios dan vértigo con sus fúnebres sucesos, mientras la población respira pasiva,
sentada en su cansancio y apatía, como marionetas. Ese silencio imperante en lugares solitarios bien podría suponer el purgatorio, donde abunda el miedo y el odio y la venganza.

Vivimos ciegos, nos afirma, no alcanzamos a ver la realidad tal cual es, la verdad o su fondo. Nada es lo que parece, no podemos comprender si nos atenemos solo a lo visible. Es preciso ver más allá de uno mismo y de nuestro ombligo. ¿Y para qué correr? Si uno corre hacia la nada y la muerte nos espera, siempre imprevisible; pero mejor no angustiarse con la muerte, mejor “vuelve a la casa del sol”, no acomodarnos, alzar el vuelo.

En algunos poemas se habla en tercera persona del singular, cuando describe de un modo impersonal; en otros, se dirige a un tú, al que advierte o aconseja no acobardarse ante las dificultades, no sucumbir a cuentos de sirenas, no albergar maldad, entre otros.

Presenta una sociedad actual en búsqueda incesante de excitaciones de toda índole, cuando lo que puede salvar es el silencio.

En cuanto al lenguaje, la palabra puede curar o enfermar: “no dicen / tapan / blanquean / sepultan”. La poesía se ha convertido en una mercancía más.

Encontramos en briznas de quien avisos contra todo lo que sería mejor protegerse, como de aquellos que siempre vienen con segundas intenciones, de quien obtiene resultados sin trabajar, quien tira la primera piedra o difama y miente, de uno mismo, de las quimeras, “mantén la vista a ras de suelo… la
erosión del asfalto / y los edificios en ruinas / son lecciones de sabiduría / que iluminan el camino”, y frente a los perros hostiles no hacer ruido.

Reflexiona la autora sobre los peligros que acechan al planeta y a la sociedad, las mentiras e incongruencias proclamadas. No obstante, queda un resquicio de belleza, pero no tiene la dimensión, extensión o grandeza, ni por asomo, de lo que fue o podría ser.

Una poesía dotada de gran visualidad, reflexiones que denuncian el mundo contemporáneo y nuestras actitudes, unos versos que retumban en la conciencia y la remueven, un acto de valentía este escribir contra, luz que nos ayuda a revelar la verdad, una escritura que explora lo íntimo del ser y lo social, como dice Annie Ernaux: “Una fusión entre el ser impersonal y el nosotros”.

briznas de quien
Emilia Oliva
Pigmalión, Extremadura, 2024

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