“Almudena”, de Luis García Montero

UN CANTO DE AMOR A ALMUDENA

Por Pedro García Cueto.

El libro Almudena, recoge todos los poemas de amor que Luis García Montero escribió a su mujer, Almudena Grandes, fallecida en 2021, con solo sesenta y un años. La prolífica escritora llevaba unido al poeta granadino varias décadas, y este libro es un bello homenaje que ha editado Tusquets.

Comporta una declaración de amor que va calando en el lector, porque ambos fueron conociendo sus afinidades, los riesgos de una vida juntas, abandonando matrimonios rotos y empezando una relación los viernes, cuando Luis García Montero esperaba a Almudena y dejaba la casa impoluta, lugar de encuentro de dos seres unidos para siempre. Porque hay personas que han nacido para permanecer, para que el tiempo, pese a sus destrozos, no sirva de ruptura, porque se han eslabonado a la eternidad. Escuchar a Luis García Montero es saber que Almudena fue todo, y en este volumen lo recoge con belleza. En el poema “Cartas” dice: “No sé cómo decirte / que soy más tuyo cuando soy del mundo, / porque tu letra tiene / ese color de cielo ya metido en septiembre, / y la tinta es un día con voluntad de lluvia…”.

Almudena y Luis haciendo del tiempo eternidad, dejando que otros ocupen los lugares del resentimiento, sin importarles nada, más que el amor. Y tantos encuentros, tantas separaciones por el trabajo de ambos y luego tener un teléfono, al llegar al hotel y decir que el vuelo ha ido bien, es también una forma de amar. Cuando uno no está con el ser amado, lo está queriendo igual, porque en la ausencia se nos revela y nos cuida de esa manera invisible que solo tienen los que se saben unidos para siempre.

En el poema “Problemas de geografía personal”, vemos al poeta que va y viene por el mundo y que se encuentra con Almudena, como el que mira el amanecer o las olas del mar. Un refugio el amor: “Nunca sé despedirme, porque soy / un ciego que tantea por el túnel / de tu mano y de tus labios cuando dicen adiós, / un ciego que tropieza con los malentendidos / y con esas palabras / que no se saben pronunciar”.

En la poesía de Luis García Montero, que siempre es llama, late un afán comunicador, el expresar lo sencillo, para que el lector piense que lo ha dicho él, que el amor es suyo y que nos pertenece también. Cuando el lector sabe que el autor de un libro nos habla, todo nos llega mucho más.

De Un año y tres meses, su anterior libro, me quedo con muchos poemas, porque el libro es un universo de afectos, donde la vida cuando nos hiere va dejando hilos por donde transitamos. En el poema “Conversaciones con las ausencias”: “Igual que las palabras más difíciles, / la casa es grande y solitaria. / Como los días nuevos la están deshabitando, / más que nunca hay lugar para el recuerdo”.

En esa casa donde uno habla con quien no está, esa casa donde habita el silencio, ese ordenador apagado, esos libros, todo respira, para que sepamos que el poeta vive ya transitando por la memoria. Y en ese espacio vive Almudena, sus besos, sus pasos, sus risas, sus conversaciones, sus libros, etc. En “Partido a partido”, la soledad de ir a un acto, a un teatro, sabiendo que “nada tiene sentido”, pero la vida sigue y uno se esfuerza, por inercia, en seguir, hacia ninguna parte, rodeado de gente, pero solo en realidad.

En el epílogo de Luis Muñoz, nos cuenta que Almudena escribió un solo poema, ella que tantas novelas nos regaló, y era a Luis, y ese final: “Como me parece que la estoy oyendo desde su hondura luminosa, en la plenitud del amor: en su único poema único”.

Y cierro el libro y la recuerdo cuando la conocí en la librería de Chus Visor en Moncloa, cuando yo vivía allí, con Luis de la mano, allá por los noventa, parece que fue ayer y vuelvo a ser el chico ilusionado que llegaba tarde al trabajo, porque se perdía entre libros. Fue como si los volviera a ver por primera vez y el tiempo no existiera, un regalo que la vida da y que luego quita, para hacer de todo lo vivido, memoria.

La resistencia de Luis, pese a los resentimientos de otros que lo han atacado, son un acto de resiliencia, de deseo de seguir, con sus compromisos con el Instituto Cervantes y con noches que, seguramente, estarán llenas de ausencia, pero lo imagino conversando con Almudena, porque el amor verdadero nunca muere. Recuerdo entonces aquella máxima de la novela Bajo el volcán de Malcolm Lowry: “No se puede vivir sin amar”, cuando Ivonne vuelve a la vida del cónsul. Así siento a Almudena, al lado de Luis, más allá del tiempo, hasta la eternidad. Un libro necesario, que llenará a todos de ese deseo de seguir conversando con las personas amadas de nuestra vida.

 

 

Almudena

Luis García Montero

Tusquets, 2024

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