Aforismos

Imagen múltiple de la otredad

Ricardo Virtanen.- El poeta Aitor Francos (Bilbao, 1986) redondea ya una obra ya literaria considerable, con siete libros de poesía: entre ellos, Las gafas de Pessoa, 2018, Memoria del adentro (2020) o Museo del hombre (2024); tres volúmenes de haiku: Filatelia (2017), Buzón en el desierto (2018) y Migas de sombra (2023); y dos antologías críticas sobre la poesía y el aforismo vasco: Las aguas tranquilas (2017) y Marcas en la piedra (2019). En el ámbito del aforismo ha publicado Fuera de plano (2016), Camas (2018) y Tinta rápida (2020).

Hay una coherencia en la obra de Aitor, un hilo invisible que conecta unas obras con otras, creando un continuum de conciencia y de otredad. Su poesía linda con sus haikus, que tienen un reordenamiento más ortodoxo, y al tiempo mantienen una conexión evidente con el edificio aforístico (leemos en Memoria del adentro: “Ser cicatriz es una rara costumbre”), y asimismo con el haiku, que en ocasiones ofrece su cara B aforística. Por eso escribe este sencillo y equilibrado breve texto: “Mi destino es el instante”. Brevedad, instante, fragmento como input literario.

Desde su primer libro, la aforística de Aitor se confabula en un pensamiento de la identidad, de la conciencia, de la representación del mundo en miniatura, que nos presenta un aforismo cotidiano y subjetivista, como podemos leer desde Litchenberg a Lec. Se formulan textos que son como diarios del pensamiento, normalmente sin epígrafes ni agrupaciones temáticas. Huye nuestro aforista del texto monolítico, temático, y con una marcada conciencia crítica, como Machado, formula un aforismo que es palabra en el tiempo, hondura reflexiva, lindando repetidamente con un ímpetu metafísico o metaliterario (constante ya desde Fuera de plano: “Los aforismos son como granos de maíz echados en una sartén con aceite hirviendo”). Aforismo que denota porte filosófico y reflexivo, dentro de esa sugestiva cotidianidad de la que antes hablábamos, lejos de la poeticidad de algunas vías del aforismo actual, aun siendo él mismo poeta. Desde su primer título, Fuera de plano, nuestro aforista se sitúa en un aforismo exigente, que denota la búsqueda de una identidad de pensamiento, lo que cubre todos sus espectros literarios, engendrando una variedad temática, como se lee en nuestra aforística contemporánea, donde la imagen genera la sombra de un pensamiento en ciernes. Camas, su segundo trabajo, constata un locus variable, bajo un mundo de identidad deformada y cambiante, mientras Tinta rápida supone otra nueva conjetura en torno a la identidad, la búsqueda de una realidad complaciente, siempre expresado desde la perspectiva de dos planos adyacentes, como cuando escribe: Lo de fuera es la realidad de otra realidad, cuando lo de dentro deja de ser la realidad”. En cierta manera estos libros han ido constituyendo una identidad propia, casi inconfundible, certeramente paradójica y metamorfoseada, que concluye en nuestro actual libro. Sin duda, todo esto viene a conformar cierta indagación en torno a la escritura y lo metapoético, que presenta una de las características propias de su escritura (no solo aforística): “Escribir lo menos posible para ser el mejor esclavo de la inspiración, o sobre la otredad, otro tema predilecto de Francos: “Ama la suma. No te hará ser más, sino ser otro”.

Quien escribe es otro se halla dividido en dos secciones. Una primera indaga en todas las cuestiones capitales del aforista: la identidad, la otredad, la realidad, la belleza, la verdad, la felicidad, el amor o lo metapoético (poesía, aforismo); una segunda, muy breve, gira en torno al envés metapoético en su totalidad, lo que conforma en ocasiones una poética en movimiento. Una de las cuestiones capitales de la aforística de Aitor, y más en este libro, el último de los suyos, es la búsqueda de una identidad, en los límites de las dimensiones de un teatro, que es el vivir, bajo una introspección del acto del ser. Por esta razón, el aforista va recreando autores y obras inexistentes: Burni, Delafield, Miyuzi, Amildsen, Villeret, Tommasi, aunque aparezcan personajes reales, como el pintor Balthus, cuyas citas de libros suyos aparecen jalonando aforismos apócrifos (“No hay citas, sino gente citando”, leemos), dentro de un juego identitario apócrifo, y un juego de espejos —o espejismos— que deletrean la no esencia de la que también estamos hechos.

En este sentido es clave el desdoblamiento del yo. Decía Rimbaud que yo es otro para delinear la idea de que sólo se llega a comprender el mundo cuando asumimos una visión distinta a nosotros. Desde esa premisa, desde ese desdoblamiento parte Quien escribe es otro, en una incesante búsqueda de la alteridad, que también está en su poesía, como vemos en Memoria del adentro: “No sabemos qué somos, pero queremos ser más”, “Yo soy yo y mi silencio que quiere hacer otra pregunta” o “El yo es un nudo corredizo”. En todo el libro, y en otros suyos también, existe una voluntad de desdoblamiento, de ser otro, de desaparecer en el laberinto de la realidad, y desatar aquellas voces encharcadas de mi conciencia, y en perseverar en la demostración de mi inutilidad. La extensa primera parte viene matizada por esta consideración, con la suma de tres citas en el frontispicio que nos alertan: “Demuestra que no eres tú”, “Ni una cita más. ¡Pero dadme credibilidad!” y “El yo, tu primer antecedente”, que son apócrifos firmados por Bochniewicz, Reeple y Gallardo.

En Quien escribe es otro hallamos los recursos propios del lenguaje aforístico, como el sarcasmo: “Date por vencido y tendrás pie de foto”, la ironía: “Cualquiera puede ser feliz una eternidad al día”, el humor: “Recuerda que los buenos aforismos te dejan siempre  salir antes de entrar” o  “El futuro te espera siempre levantado” o la cita conversa: “Escribir libros es mi manera de tatuarme el cuerpo” (Francos versus Pessoa), aunque sean la paradoja y el envés poético capitales en el fluir de sus aforismos, los recursos clave en este aforista entre lírico e irónico, a lo que sumamos el uso de la paradoja (“Escribe porque solo así serás libre para no escribir”, o “Fue tan rápido que le faltó brevedad”). Como aforista que radica su voz en constantes vitales poéticas, la aparición de metáfora y alegoría se vuelven recursos constantes: “El amor te llena las manos de pintura”, “Una ventana nace de mi cuerpo”, “Rezar arañando piedras” o “La nieve sabe perder el tiempo mejor que yo”. Los aforismos de Aitor Francos formulan una búsqueda constante de certidumbres imposibles, desde la metapoesía, desde el conocimiento, desde la asunción de otra realidad que nos circunda en toda nuestra existencia, de la existencia de un eco que va constituyendo una otredad de la existencia.

Una segunda parte, muy breve, conforma una poética donde predomina el aspecto metapótico del aforismo. Se definen aforísticamente poema, poesía, poeta, escritura o lectura desde una concepción vitalista y poética (“La poesía como un amor de madre, extrañamente posesivo e invasor”). Esto es, el aforismo es vía de proclamación de una poética en ciernes. Así leemos: “La poesía es la piedra que puede ser pulida solamente por la respiración de la muerte”, “La poesía nunca cicatriza” o “La poesía se cura soñando”. Mas la metapoesía sobre el aforismo también se percibía en el apartado anterior: “La vida del aforismo, porque en el aforismo hay vida inteligente”. La condición de poeta nos sirve ahora para prefabricar una poética propia, que, no obstante, se ha fraguado durante todo el libro (leemos en la 1ª parte: “Algunos poemas, por más que los miremos a los ojos, no saben qué confesar”). Es curioso que el envés metapoético de esta parte se incline hacia una poética, como un complemento anexo a su propia concepción de su poesía. En cualquier caso, este nuevo libro de Aitor Francos resulta una extensión natural de su anterior, Tinta rápida, con el que se conjunta en base a una poética aforística común. Con Quien escribe es otro, publicado en la bellísima de la colección A la mínima de la ed. Renacimiento, Aitor Francos prosigue una tarea aforística de enjundia, y se sitúa, pese a no haber cumplido aún los cuarenta años, entre los nombres que debemos tener en cuenta en la actual —y tan concurrida— aforística contemporánea.

Aitor Francos, Quien escribe es otro. Renacimiento, Sevilla, 2022.

 

 

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