Por Ricardo Martínez.
El elogio a que nos convoca la edición de Boccaccio ha de entenderse en sentido lato, esto es, más allá de la propia consideración elogiosa de su obra que el autor calificó como divina, sino enriquecida por lo que tiene, a la vez, de una biografía en sentido moderno. Y tal se nos aclara en la introducción: “Escrito –este libro– entre 1351 y 1355, es una de las primeras biografías de Dante, de quien se propuso componer una semblanza del que fue estrecho amigo de su padre y, a sus ojos, víctima de la bajeza moral de la Florencia del siglo XIV”.
El propio Boccacio no llegó a conocerle personalmente, pero habiendo recurrido a episodios transmitidos tanto por la tradición oral como a testimonios de personas que le conocieron, ‘abordó la figura del escritor con gran rigor moral y finísima ironía’.
Su itinerario vital una vez que salió de Florencia es expuesta con precisión y claridad expresivas hasta haber llegado, ya hacia el final de sus días, a Rávena, de cuyo lugar era señor Guido Novello da Polenta.
Éste, educado en los estudios liberales, admiraba mucho a los hombres valiosos y sobre todo a los que superaban a los demás por sus conocimientos’ Y leemos, “bajo la protección del cortés señor, allí Dante, con sus demostraciones, conquistó a muchos admiradores de la poesía en lengua vulgar. Lengua que, en mi opinión, él fue el primero entre nosotros, los itálicos, que exaltó y apreció al igual que Homero entre los griegos y Virgilio entre los latinos” Y continúa como referencia crítica acerca de su obra: “Antes que él, aunque se crea que el idioma vulgar no se había utilizado durante mucho tiempo, nadie se atrevió o quiso utilizarlo para construir versos y rimas y convertirlo en instrumento de expresión de temas morales, es más, solo se usaba para temas amorosos y ligeros”.
El contenido moral, poético, religioso o político de la Divina Comedia habría de poner bien a las claras la significación de la gran obra de Dante, el cual “mostró con eficacia que cualquier materia elevada puede tratarse en nuestra lengua vulgar, que él volvió más gloriosa que cualquier otra. Concernido por la realidad de su tiempo, abraza la literatura sacra y profana como poeta que no sólo custodia el saber teológico, sino que también defiende la verdad y los valores de la humanitas”.
Atendiendo al valor humano de su labor literaria, escribe el biógrafo que “Los deseos amorosos, las lágrimas dolidas, el cuidado hogareño, la gloria complaciente de los oficios públicos, el exilio miserable, la pobreza intolerable: nada pudo jamás apartar a nuestro Dante de su objetivo principal, es decir, los sagrados estudios”.
Habría de vivir en Rávena, su ciudad de acogida, varios años, hasta que la peste hizo mella en su cuerpo. Y cuando él se encontraba en la mitad (nel mezzo del camin, parodiandose aquí su afamada expresión de ‘visita’ al Infierno en su Comedia), de su camino vital, cerca de los 56 años enfermó y recibió, según la religión cristiana, los sacramentos eclesiásticos con humildad y devoción, y se reconcilió con Dios, tras arrepentirse de todos los pecados cometidos.
Había de ser en el mes de septiembre del año de Cristo de 1321. “Y no dudo –escribe en hermoso colofón el elegante Boccaccio– de que fue bien recibido en los brazos de su nobilísima Beatrice: con ella, abandonadas las miserias de la vida presente, vive dichosamente ante El, que es el bien sumo, en la vida cuya felicidad jamás termina.
La tumba que le acoge en la geografía de la ribereña Rávena es sencilla, a la vista de cualquier viandante, pero grande su gloria poética más allá de los lugares comunes y los tiempos.
Giovanni Boccaccio: Breve elogio de Dante
Acantilado, Barcelona, 2025