Horacio Otheguy Riveira.
Virginia Woolf (1882-1941) y Carl Gustav Jung (1875-1961) no se conocieron. La escritora inglesa ni siquiera conocía la obra y el perfil del psiquiatra suizo, y él, seguramente, sí debió conocer parte de su obras, dado su vivo interés por la literatura y el teatro como ámbitos donde el inconsciente colectivo adquiere protagonismo: un lugar de interés permanente en sus constantes estudios…
Reunirlos en un escenario en una pieza breve, y sin embargo bien nutrida de sugerencias y simbolismos, es tarea de gran valor que el Teatro del Barrio recibe con entusiasmo, a sabiendas de los meses que lleva rondando por distintos escenarios. Una experiencia singular que transita por lo posible e improbable, lo real y lo ficticio… con el fin de lograr una eficaz interlocución entre la ficción escénica y la avidez del espectador teatral, necesitado de nuevas propuestas emocionales e intelectuales.

“Vivimos una época en la que muchas personas sufren la insuficiencia del lenguaje oficial para nombrar la realidad. Para nombrase a sí mismas. La terminología tradicional basada en clasificaciones binarias no solo resulta extraña, sino errónea y coercitiva en muchos casos al reducir la riqueza de la diversidad a una simple oposición de contrarios”. Así se expresa Olga Amarís, autora de La doble vida de Virginia Woolf, que llega los domingos de marzo bajo la dirección de Áurea Martínez Fresno y con la interpretación de Roser Pujol y Balbino Lacosta.
Una obra en la que Virginia Woolf, autora reconocida del modernismo vanguardista del siglo XX, y Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo, discípulo de Sigmund Freud, se encuentran casualmente en un palco de la Ópera. Ambos asisten a la representación de una obra de Balzac. A lo largo de la conversación que entablan sobre la dificultad de vivir una vida íntegra desde la sola condición de mujer o de hombre, irán desprendiéndose de los velos sociales y dejarán aflorar sus más íntimos secretos, provocando momentos de mucha comicidad. En este encuentro, ambas personas se transformarán y nos llevarán a un final sorprendente.

En el contexto de una época marcada por las guerras, la misoginia y los complejos atávicos, los dos protagonistas de esta obra, Virginia Woolf y Carl Gustav Jung, toman el “espacio de lo posible” del teatro para iniciar la ceremonia de una nueva forma de pensar y de sentir. “En el caso del género y de la sexualidad, la brecha resulta tan radical que la pregunta que deberíamos hacernos es si existe una necesidad de generalizar algo que, por esencia, es múltiple e individual.
La doble vida de Virginia Woolf reivindica el concepto del andrógino como solución intermedia a esta inevitable disolución de los géneros”, expresa la autora. “Compuesto por los términos griegos ‘andrós’ (hombre) y ‘gyné’ (mujer), el andrógino aparece bajo diversas formas para explicar el primer desgaje entre el caos absoluto y la multiplicidad de la creación. El andrógino, representa la totalidad que resuelve la permanente desunión que reina en el mundo. Muchas y muchos autores han contribuido con sus trabajos a defender la idea de la androginia como una categoría de pensamiento en donde la contradicción no debe evitarse, sino ser fomentada permitiendo que el polimorfismo de la realidad humana se manifieste con total libertad”.
La célebre frase de la artista surrealista francesa Claude Cahun puede que sea la mejor recapitulación: «¿Masculino? ¿Femenino? Depende. ‘Neutral’ es el único género que me interesa».

