LUGARES DE CONCHA GARCÍA, UNA MIRADA AL MAPA DE LA VIDA.

Por Ana Isabel Alvea Sánchez.

Una cita de Antonio Porchia, de su poema Voces del olvido, abre Lugares (El Toro Celeste), la última entrega poética de Concha García: De las flores y de lo que las flores / me dieron quedan las flores; / y quedan las flores porque pude apartar / las flores de lo que las flores me dieron; igual podemos decir de los lugares y de todo lo que en ellos vivimos, quedan los lugares, cuyas vivencias las barre el tiempo, salvo en la memoria o en el poema.

Con una estructura unitaria y coherente, una sucesión de poemas trazando un camino -no sabemos si continuo en el tiempo-, este poemario perfila un mapa sentimental. Todos los poemas de Lugares, salvo rara excepción, llevan como título algún lugar, sitios que han sido importantes y han marcado su huella y que serán el hilo conductor de un álbum de recuerdos contemplado desde la perspectiva del presente. La poeta de La Rambla cordobesa ha querido relacionar estos lugares con la palabra poética, cohesionando espacio, vivencia o recuerdo y poesía como si fuesen los lados de un triángulo, un ir y venir del exterior hacia dentro. Un libro intimista, pero con tintes existencialistas y sociales, que habla de temas que nos incumbe a todos: la memoria, el paso del tiempo, el amor y desamor, la soledad, el sentimiento de lejanía o distancia, la pérdida, la muerte, la enfermedad, el dolor, la existencia del mal, los cambios que tienen lugar con el paso del tiempo, la propia poesía; en definitiva apela a la vida, en qué consiste esto ciertamente extraño de vivir impulsada por una urgente necesidad de expresarlo.  En el poema Carretera de Sierra del Segura nos expone cómo fue naciendo este libro, un estallido de luz al recordar lugares de los que brotaban poemas que descifraban / inmensos interrogantes porque Todo era mirar y sorprenderse. Y es el constante asombro el punto de partida de sus versos y de su mirada.

Los poemas resultan intensos, breves y condensados, construidos con su estética -Wittgenstein en su Tractatus nos advirtió que ética y estética son lo mismo-, un estilo en el que yuxtapone situaciones, tiempos, pensamientos, anécdotas cotidianas, emoción. Una yuxtaposición que busca tal vez la totalidad, con la plena conciencia de que no puede acogerse tal amplitud sino con fragmentos y donde la elipsis o lo que no se dice es igual de importante que lo que se dice. Llama la atención que pueda dotar de emoción al poema con escasos elementos y con una mirada que toma distancia y analiza y es poco autocomplaciente, que a veces choca con lo hiriente o el sufrimiento como en el poema Olesa de Montserrat, un dolor sentido “de otra” y lo nombra, y con ello muestra el poder revelador de nombrar y de los sustantivos. Una mirada que desea erosionar, cicatrizar o no encontrar las heridas y que en ocasiones se topa con actitudes o con un mundo no deseado y en otras, en cambio, con la belleza y alegría.

Abundan los encabalgamientos y las pausas en el interior del verso, crea un ritmo abrupto, entrecortado, con el que transmite agitación e inquietud, desasosiego, dolor a veces. En otros fluye el verso y se extiende en lo bello y agradable o toma el aliento largo de las ideas.

Subyace cierto lamento o pena de desamor en el poema En el cine, “Past Lives” (Vidas pasadas), en la añoranza de una relación duradera.

En  Lugares encontramos poemas luminosos y alegres, por ejemplo, Carretera de Jaén a Córdoba. En él se describe la escena de un viaje en coche -sus poemas están dotados de gran visualidad y plasticidad, parecen cuadros o fotogramas- donde se reúnen la amistad, la buena conversación, la melancolía por lo que nunca ha tenido; Atardecer. Carretera de Palma del Río, poema de felicidad y luz con las naranjas, las cigüeñas, el cielo, la calma y serenidad. Sin embargo, la naturaleza, motivo de alegría, también pueden tener otro paisaje, como En el camino flanqueado de eucaliptos donde la naturaleza está revuelta, parece herida, como si cambiara de piel igual que las culebras, a semejanza de nosotros.

La escritura y los libros, además de contestarnos, pueden ayudar a sentirnos menos sola; sin embargo, llega a la conclusión de que esa incompletud no se sacia con el saber o los libros, nos dice en Tren de Barcelona a Córdoba.

Villaharta. Camino de La Mimbre puede entenderse como una declaración poética, su consideración de la verdadera poesía como palabras que vengan de dentro, aunque no guste lo que diga o resulte hiriente, en oposición a los poemas aparentes, falsos, repetidos.

Predomina un sentir melancólico, elegíaco por todo lo perdido, y las estaciones de trenes constituyen un símbolo de la distancia y la lejanía, mayormente con sus padres. El poema Estación FGC Olesa de Montserrat, en el que la espera su padre y confiesa haber llegado varios años después, o en Talgo Barcelona Sevilla, la muerte de la madre vibrando en las vías. Dos poemas muy conmovedores y trágicos.

Aparece la enfermedad en los poemas referentes al Hospital San Juan de Dios, cómo afecta y nos zarandea el ánimo la conciencia de nuestra fragilidad y brevedad y hasta qué punto influye el azar en nuestras vidas, siente que todos los acontecimientos de una vida pueden quedar en nada.

Córdoba conlleva un temor a sentirse extranjera, desarraigada, aunque parece más bien que la acoge; la casa familiar de Olesa de Montserrat está llena de recuerdos y belleza.

Se desconoce en muchas ocasiones la razón de nuestros actos, somos imprevisibles y complejos, ningún manual puede explicar nuestras razones para comportarnos de determinada manera, escribe en Cristo de los faroles, con mi familia.  La idea de lo sagrado subyace en varios poemas.

Preocupada por el tema de la existencia del mal, en Procesión de Semana Santa de la Virgen de la Soledad enumera las diferentes definiciones del mal, según San Agustín, Kant, Hegel, Nietzsche, Arendt, pero todos coinciden en el mal y su relación con el poder (Foucault).

En Regando las macetas, piensa en sus diferentes disfraces a lo largo del tiempo y cómo todo fluye y cambia, está en continuo movimiento -idea muy latente en su poesía, al igual que la de una identidad cambiante y múltiple-, siente el deseo de no detenerse y de disfrutar de los pequeños placeres de la vida cotidiana, centrándose en el presente.

Termina el poemario en el Monasterio de Santa María de las Escalonias, en cuya estancia se percata de sus cambios experimentados, adquiere más conciencia de sí misma y del modo en el que percibe la realidad del momento y se fija el propósito de dar un giro en su conducta, cerrar tal vez una etapa. 

Concluyendo, con una estética plenamente realista, cualquier gesto o detalle de la vida cotidiana puede originar un poema y en este caso resultan primordiales los lugares. La poeta cordobesa se ha dejado llevar por lo que cada espacio geográfico le ha inspirado, llenando de recuerdos, emociones, pensamientos estos poemas, intensos y desnudos –también simbólicos-, donde ha ido asentando aquellos temas que más le bullen por dentro. Poemas, como siempre, que hacen pensar al lector y donde se funden la palabra poética y la vida, volutas que se lleva un viento ligero, como ella misma nos indica.