Horacio Otheguy Riveira.
Egregios, eximios, excelentes profesionales con mucha experiencia se dan cita junto a jóvenes de diversa promoción en la confortable sala madrileña del Paseo Marqués de Zafra, Espacio Zafra Teatro; del marqués no averigüe nada, pero de la palabra zafra todos sabemos que es símil de cosecha, así que no puede haber un nombre más certero, ya que se trata de una nueva sala integrada en el Estudio Corazza para la actuación, fundado por Juan Carlos Corazza en 1990.
Años de prestigioso recorrido dan como resultado muchos avatares munidos de buenas anécdotas de cuantos profesionales pasaron y pasan por aquí o se quedan como profesores regulares o colaboradores, algunos de los cuales interpretan este Cuento de invierno, que Shakespeare escribió, aproximadamente, en 1610. Uno de sus textos menos logrados, bastante desequilibrado entre el arbitrario drama de celos del comienzo (con mucho de Otelo), el conmovedor ambiente pastoril (con algunas dosis del Lear, tormenta incluida) y gran final de comedia con romance al fondo.
Reconducción de las clásicas palabras
La desigual composición del texto ha facilitado la imaginación de muchas puestas en escena. Madrid conoció, por ejemplo, dos muy peculiares en lenguas foráneas. En 2009, The Bridge Project, dirigido por Sam Mendes en el Teatro Español, y en 2016, en el María Guerrero, a cargo de la Compañía Cheek by Jowl dirigida por Declan Donnellan, quien en una entrevista concedida al compañero Ignacio García Garzón, recordó palabras de un filósofo, muy acordes para acercarnos a esta nueva puesta en escena:
«Spinoza dijo que debemos tratar los textos clásicos con el mismo amor y el respeto que tenemos con nuestros contemporáneos y no con la reverencia monumental que, quizás por la educación recibida, parecemos obligados a sentir frente a los clásicos. Los grandes escritores, y Shakespeare muy especialmente, nos llevan de la mano y nos invitan a compartir experiencias con ellos. Lo importante son esas experiencias, las palabras están allí para conducirnos a ellas».
Tensión, humor y lirismo
Con los rudimentarios elementos de unos pocos objetos, y destellos sutiles en el vestuario -obra del gran Pier Paolo Alvaro-, se desarrolla el abuso de poder a causa de la ceguera pasional de un rey, y la consecuente sumisión de las mujeres, característica generalizada en el teatro isabelino frente a las mayores libertades de nuestro Siglo de Oro. Es decir, tanto en lo peor como en los felices finales, ellas son criaturas adorables a merced de los caprichos masculinos (cuando no todo lo contrario, como en Lady Macbeth).
Tras ese arranque fastuoso de celos infundados, se produce un despliegue de personajes atractivos con texto ágil en escenas rítmicas para disfrute de un juego muy logrado por el director Corazza: un enredo tras otro llevados a cabo con un lenguaje diáfano, dentro de un tratamiento muy cercano sin necesidad de actualizarlo con vaqueros y móviles (que tantas veces se ha hecho).
Todo fluye a lo largo de dos horas que encantan en una sala que permite dejar a un lado las cosas de vivir… y entrar en el paisaje de otro tiempo para ver y escuchar las idas y venidas de aristócratas y plebeyos que, al día de hoy, aún pueden susurrarnos historias con su buena dosis de tensión, humor y lirismo.

El joven ingenuo (Octavio Vellón), el pícaro, ladrón y de pronto honorable señor (Rafa Castejón, quien se ocupa también del espacio sonoro en escena), y Manuel Morón, que asume varios personajes. Un trío que sirve de ejemplo en una representación con voces y gestos de sabios creadores junto a notables principiantes. (Foto: gentileza Antonio Castro).

Dos señoras de postín: Ana Gracia y Alicia Borrachero en perfiles enérgicos dentro de tramas complejas. (Foto: TEATRO-MADRID-Travesura_Panda).

Ana Gracia se ocupa de dos personajes; aquí en uno con mayor participación, creado para esta versión: El Tiempo, en un tono de envolvente musicalidad. (Foto: Oliver Roma, Delaisla).

Un gran equipo. Gente de teatro unida con talento e imprescindible generosidad para entregarse, sin condiciones, a la singular poética del arte escénico. (Foto: gentileza Antonio Castro)
Intérpretes: Alicia Borrachero, Laura Calvo, Rafa Castejón, Laura de la Isla, José di Ferri, Ana Gracia, Richard Holmes, Laura Ledesma, Eduardo Merelo, Pol Monen, Manuel Morón, Ben Temple y Octavio Vellón.
Versión y dirección: Juan Carlos Corazza
Escenografía: Juan Carlos Corazza, Javier Ruiz de Alegría
Iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Vestuario: Pier Paolo Álvaro (Pier Paolo & Portal Portal) (AAPEE)
Música: Joan Valent
Coreografía: Nuria Castejón
Espacio sonoro: Rafa Castejón
Ayudantía de dirección: Lucía Cava
Diseño de producción: Rafa Castejón
Producción ejecutiva: Raúl de la Torre
Cartel y diseño: mic_meek
Fotografía: Oliver Roma, Delaisla
Prensa y comunicación: CultProject
Distribución: Seda