BAJO LOS ASTROS DE LA REPETICIÓN DE JULIA OTXOA O CÓMO ALZARSE POR ENCIMA DE LA BARBARIE
La humildad feroz de la belleza
insiste entre las ruinas, resistimos.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez
El poemario Bajo los astros de la repetición de Julia Otxoa ha obtenido el Premio Euskadi de Literatura en castellano 2024 por su compromiso social y denuncia de la injusticia histórica, entre otras buenas razones. Efectivamente, aunque siempre encontramos una oposición a la violencia en su escritura, ética y estética han ido de su mano. En este libro profundiza en la barbarie que el ser humano repite cíclicamente a lo largo del tiempo; alza la voz a favor de las víctimas de toda guerra, con referencia expresa a las de nuestra Guerra Civil; protesta contra la destrucción de la naturaleza y el planeta, lugares que siente sagrados. No falta tampoco la mirada fraternal y solidaria con el otro, como en el poema Ulises, referido a los inmigrantes rechazados por Europa y muchos desaparecidos en la lamentable tumba del Mar Mediterráneo. En definitiva, refleja la sociedad de hoy: olvidadiza, codiciosa, insolidaria, decadente y consumista. Al respecto, y siguiendo el criterio del crítico literario y teórico Jan Mukarovsky —figura más destacada del Estructuralismo checo y uno de los pioneros en acercarse a la Semiología—, quien atendía al análisis inmanente del texto, pero buscaba la función social del mismo, superando el excesivo ensimismamiento del Formalismo ruso, este libro cumple la función de expresar y decir lo acontecido para que no se mire a otro lado, evita que se olvide la verdad de la Historia, contrasta con el relato de los vencedores, crea y despierta conciencias, con «Nombrar la herida para evitar la repetición del dolor» incita a vivir conforme a unos valores, apuesta por rehumanizar y ofrece a su vez otro modo de vivir.
En su primera parte, además de extender esta mirada crítica sobre el ser humano y su historia, reflexiona sobre el lenguaje ante las dificultades con las que se enfrenta un escritor para expresar el horror y dolor ajeno, pues toda palabra es insuficiente y traicionera. No obstante, persiste en su búsqueda, incitada por la necesidad de decir. «Cada traducción que hago del universo / me parece una impostura…/ En lugar de la palabra escrita el espejismo, / el latido de la alucinación como gramática, / como metafísica de lo roto y ajeno», afirma en un inusitado poema extenso. «Esa imposibilidad de narrar vuestro dolor»; igual manifiesta en el poema «Sobre La carta de Lord Chandos de Hugo Von Hofmannstahal»; sin embargo, no opta por el silencio, sino por expresar el mundo «desde el balbuceo alimentado de quimeras, / del que yerra una y otra vez / en la traducción de los significados». Una lucha contra los vocablos para poder declarar el crimen contra los inocentes, rehuyendo los discursos vanos.
Quienes conocemos a la artista donostiarra sabemos que, a pesar de todo, no caerá en la desesperanza. ¿Cómo vivir en un lugar y tiempo inhóspito? En sus versos nos va trazando un trayecto alternativo. En él no se pierde la capacidad de vivir en el asombro y prodigio, se aprecia la belleza, lo pequeño que nos sostiene, se disfruta de la naturaleza y se arraiga en el amor, la escritura y creación, y en la lectura de autores como Hannah Arendt y Albert Camus. «Merodear por Hannah Arendt y Albert Camus / para no enloquecer con la realidad», escribe Otxoa.
Este contraste motiva la estructura del poemario en dos partes: «El limón y la espada», en el que muestra nuestros males, e «Insiste la belleza entre las ruinas», a pesar de todo, podemos resistir y combatir lo adverso.
Comprobamos que Julia Otxoa vuelve del revés las heridas y dificultades con una visión optimista; considera que ellas nos hacen crecer, al igual que la incertidumbre e intemperie (poema «Gigantes»). Su poesía no pierde el ánimo ni el vuelo, luminosa y celebratoria, mayormente en la segunda parte, de poemas más breves y condensados.
La naturaleza resulta ser otro elemento fundamental y constante, así en el poema «Somos»: «Sólo puedo sentir que soy / si también puedo decir un somos con los otros, / el árbol, el pájaro y la montaña»; o bien en su poema «El canto de los jilgueros». Como hemos comentado anteriormente, le provoca un sentir sagrado. Otxoa defiende la lentitud para apreciar y aprehender la vida, todo lo pequeño que la conforma; la compasión como un modo de belleza. El amor constituye un pilar fundamental y es éste un sentimiento que transmite en varios poemas amorosos en los que rinde homenaje al amado: «buscaba la luz donde la luz no estaba, / hasta encontrarte a ti / todo fue derrota».