Creo que el rasgo más notable de los hombres mejor capacitados para andar por la vida es el instinto y la memoria. Sin embargo la inteligencia es el rasgo de los hombres que pueden transformar la vida de los del instinto y la memoria.

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La inteligencia y la falta de luces es como el oído musical: de la misma manera que no se explica muy bien cómo alguien puede salirse del tono natural de la canción llevada por el coro (incluso canturreando un simple “cumpleaños feliz”), no se explica cómo alguien puede salirse de la lógica. ¡…Pero si es más fácil, y hasta más lógico, ser lógico!

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Mientras que la inteligencia y la lógica sólo pueden adquirir una sola forma (a veces con variedad de ligeros matices), la estupidez, como el error, puede adquirir infinitas formas. Solo por esta particularidad es más fácil ser tonto que inteligente.

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El tonto, como está fuera de la lógica de las cosas, le encuentra explicación y puede dar explicación a todo y así hablar sin parar. Por eso pueden ser magníficos políticos. Poned la tele y veréis…

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Habremos dado un paso importante cuando sepamos distinguir que una cosa es la inteligencia y otra el sentido común (los conozco muy inteligentes que carecen del mínimo sentido común). Esta paradoja suele presentarse de forma evidente entre los políticos. Poned la radio y oiréis…

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El peor peligro para las personas inteligentes suele estar en que no aceptan los consejos de nadie.  Incluso por esa misma inteligencia se perciben a sí mismos, aunque sea inconscientemente, por encima de los demás; hasta por encima de las personas que tienen sentido común. Todo lo cual constituye su mayor motivo de fracaso.

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En general, es casi imposible hacer ver a un tonto que es tonto, pero es facilísimo hacérselo ver a una persona inteligente. En efecto, ¿para qué vas a decirle a un tonto que es tonto si no va a comprender que es tonto y, de forma universal (incluidos los listos), si no es posible conocerse a sí mismo, por mucho que se hayan empeñado los filósofos desde los Siete Sabios de Grecia?

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Esa es la razón por la que al hombre le cuesta más reconocer haberse equivocado en alguna cuestión, que reconocer haber sido engañado… Es más, aunque perdonamos menos la humillación que hacen a nuestros sentimientos que la que hacen a nuestros gustos, perdonamos menos aún la que hacen a nuestra inteligencia que la que hacen a nuestros sentimientos.

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Así se explica que prefieran parecer loco a parecer tonto. Y es por lo que alguien pretende hacernos saber que “se volvió loco” cuando comete alguna estupidez, que hacernos saber que se volvió tonto.

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En un paso más, prefieren que califiquen su pensamiento de monstruoso antes que de estúpido. Les importa menos parecer malo que idiota.

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Con ello tratan de ocultar su torpeza, pero no tanto la malevolencia… Ya dijo Joubert que “tememos tener y mostrar un espíritu pequeño y no tememos tener y mostrar un corazón pequeño”.

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De todos modos, aunque la torpeza no se pueda ocultar, la inteligencia sí que se puede…  A pesar de que ya en el siglo IV a. C. el mismo Antífanes declarara que “las dos cosas que no pueden esconderse son la embriaguez y el amor”, y otros muchos hayan ampliado la lista (que si la riqueza, que si la estupidez…), yo creo que lo único que puede esconderse es la misma inteligencia… y hay que ser muy inteligente para ello, pues que se requiere ejercitar una inteligencia sobre la inteligencia: es decir, una metainteligencia.

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Y al contrario, para parecer inteligente entre bobos, no hace falta tener mucha más inteligencia de la que ellos tienen. Basta con ser progre.