ESPAÑA EN SORDINA

MÁLAGA, LA RAZÓN POÉTICA

 

 

Piensas en ella en el bar El Pimpi de Málaga. Por fin un bar que se mantiene vivo y tal cual, sin convertir en un rombo de diseño frío como hacen con todos los locales. Piensas que tal vez aparezca Antonio Banderas, al que los puritanos machacan sus proyectos culturales. Antonio Banderas, que con su película “Déjate llevar”, que veíamos en un cine en Colombia, hizo que mi mujer y yo nos besáramos por primera vez.

Pero la que aparece (en espíritu) es María Zambrano, que convirtió la “razón vital” de Ortega en la razón poética. Y que habló del sueño y verdad de España.

Piensas:  María    Zambrano en su obra  “Filosofía y poesía” dice que la  filosofía   es activa, marca su impronta sobre el mundo, y la  poesía  es pasiva, recibe el mundo, tú crees que con ello da  la clave del asunto, la actividad de la filosofía consiste en imponerse al mundo, en manejarlo,  en meterlo en esquemas y explicaciones, y con ello lo falsea en gran medida, sustituye el mundo por las explicaciones, como cuando preferimos la armadura al caballero o la jaula al pájaro.

Pero la poesía, por el contrario, no encierra nada, se abre, escucha, mantiene la autenticidad del mundo, todas sus contradicciones, toda su riqueza, los poemas infinitos  se complementan mientras que  las filosofías se desmienten unas a otras  precisamente por su pretensión de saberlo todo, el que pretende saberlo todo no sabe nada.

La propia María Zambrano usó más la poesía que la filosofía o convirtió su filosofía más que nada en poesía, como hizo en gran parte Nietzsche, se basó en Ortega pero tomó de él sobre la razón poética,  el conectar con el mundo, el abrirse al mundo,  usar incluso la pasón como medio de conocimiento, no encerrarse en unas reglas lógicas, no convertir el mundo en un reglamento o en una prisión, ser humilde y comunicarse de verdad con el mundo en lugar de aprisionarlo en conceptos.

Eso se ve sus libros, más poéticos que filosóficos, en “España, sueño y verdad”, en “Claros del bosque”, en “Delirio y destino”,  en “El hombre y lo divino”, con la osadía de hablar de lo divino en este mundo que tanto lo rechaza, que cuesta tanto trabajo leer, que cabrean a ratos por su dificultad, pero que te dejan un poso al final de haber aprendido algo, de haberte abierto una atmósfera, de dejarte un aliento, y encontrar una lucidez oscura.

 

ANTONIO COSTA GÓMEZ

FOTO: CONSUELO DE ARCO