Pilar M. Manzanares.
Los antiguos griegos, creadores de tantas artes, desarrollaron también un elaborado arte de la memoria: una técnica mnemotécnica basada en fijar en la mente «lugares» e «imágenes» para facilitar la retención de grandes volúmenes de información.
Este método fue heredado por los romanos y transmitido a la tradición europea, permaneciendo vigente —aunque a menudo en formas ocultas— hasta bien entrado el Renacimiento, cuando cobró nuevo impulso con figuras como Giordano Bruno.

Antes de la invención de la imprenta, contar con una memoria entrenada era de vital importancia. Aunque hoy la mnemotecnia ha perdido relevancia, su influencia fue profunda en la historia del pensamiento occidental, desempeñando un papel clave en las transformaciones filosóficas, religiosas y científicas.
La historiadora británica Frances A. Yates exploró esta tradición en El arte de la memoria (1966), donde por primera vez se vinculó el ars memoriae con el desarrollo cultural e intelectual de Europa, desde la Alta Edad Media hasta el siglo XVIII, alcanzando su apogeo durante el Renacimiento.
A lo largo del ensayo, Yates traza un recorrido histórico del arte de la memoria: desde los oradores griegos, pasando por sus transformaciones medievales, hasta sus versiones esotéricas renacentistas. En este proceso, muestra cómo esta técnica influyó en obras como Divina Comedia de Dante, la estructura del teatro shakesperiano o incluso en la arquitectura antigua.
En su rigurosa investigación, Yates destaca la importancia de esta técnica no solo en la estética y la psicología, sino también en la filosofía, la literatura y la ciencia. Su obra permanece hoy como una referencia imprescindible que ilumina con lucidez la historia intelectual de Occidente y la manera en que la humanidad preservó el conocimiento antes de poder imprimirlo y archivarlo.

