Por Manuel Francisco Reina.

         El poeta madrileño Jorge Pozo Soriano ha pasado ya ese impreciso Rubicón que marcan las bases de los premios literarios sobre los jóvenes poetas, y que obsesionan a los y las vanidosas del mundo literario. Con este título, Los márgenes remotos, valedor del XXII Premio nacional Ciega de Manzanares, premio consolidado con los 50 años de edición de la editorial Huerga & Fierro y una importante nómina de premiados y jurados de prestigio, consolida su posición como una de las voces más reconocibles y sólidas del panorama poético contemporáneo en español.

Autor que empezó a dar sus primeros pasos con la literatura infantil y juvenil, tal vez uno de los géneros más difíciles de todos, es en la poesía donde ha demostrado una voz reconocible y ya hecha, entre la homogénea y repetitiva gleba de los epígonos de movimientos y autores agotados hace décadas. Baste ojear las citas que pespuntean sus poemas y secciones, para comprender que es un lector omnívoro, que lee además en varios idiomas, pero predominantemente el inglés y el italiano, y con buen gusto para los autores hispanoamericanos, de Machado a Mariluz Escribano, pasando por Benedetti, Rafael Soler, Antonio Praena o Eduardo Herrera Baullosa, es decir, poetas personales, de raíz, profundos, al margen de las modas o conveniencias estéticas.

Este libro, Los márgenes remotos, se estructura en tres partes, con un poema introductorio o pórtico, muy propio de las preceptivas clásicas que algunos seguimos y conocemos. El poema inicial, enigmático, da sin embargo pistas de lo que va a desarrollar en el resto del poemario:

Nadie sabrá por mí lo que me pasa.

Me dejaré en los labios la sutura

para vivir por siempre en el silencio,

siguiendo aquel consejo de Confucio

que aún hoy es tan necesario.

Mis palabras no son lo que se espera.

Tan solo algún murmullo podría parecerse

al sonido interior en el que vivo:

un gruñido animal entre las formas

que quedaron expuestas tras mis ojos.

Anuncia aquí este juego que con el que se articula todo el libro, el yo y el otro, la disociación de la realidad en la que construimos nuestra identidad y como esta se conforma, se pierde y se distorsiona, no sólo porque la percepción de los otros sobre nuestra persona no tiene por qué corresponder con nuestra biografía y con lo que somos, sino porque también nosotros disociamos nuestra construcción emocional y de memoria, en función de la elección de nuestros recuerdos, de nuestras opciones, de lo que decidimos ser. Es en estos márgenes, remotos, donde edificamos nuestras fortalezas, sobre fragilidades y pérdidas casi siempre, y esta es la médula de este hermoso y reflexivo libro.

La primera parte, bajo el epígrafe “Un simple espectador” es una reflexión sobre la imagen y la opinión que nos creamos de los demás, y que contraponemos a nosotros. Habla, con valentía y autocrítica de esa oscuridad en la habitamos, en las que nos permitimos juzgar al otro con el rasero de nuestros propios temores. Especialmente brillante el primer poema de este apartado, “Ahí, donde soy vulnerable”, donde la voz del poeta afirma:

Es en el hueco de la sombra

donde yo habito.

En ese plano más oscuro aún,

más sediento, más lóbrego, más denso,

ahí mis cicatrices se preparan,

se abren por los bordes

hasta que el frío absorbe su materia.

Ahí me siento vulnerable.

Igual que en una cama de hospital

empujada por un desconocido,

observando las luces que se pierden

entre el ruido oxidado de las ruedas.

Esta analogía de la mirada poética, marginal, embozada en la sombra de la distancia y que, a la vez, lo vuelve, conscientemente vulnerable como a un enfermo en un hospital, en manos de otros, es una imagen potente de la construcción social de nuestro yo. La asunción de esta fragilidad está en un poema de autocrítica del ego, “Autorretrato”, que acaba siendo un retrato de la especie y la condición humana, en que el que termina diciendo:

    […] Fuimos

nosotros, no la hibris, los que nunca

quisimos afrontar las consecuencias

de nuestros propios actos. Así somos.

No hay plaga más atroz que los humanos.

La segunda parte, “Ese que recuerdas”, y la tercera “Altares sin dioses”, abundan en esa original diatriba, crítica, inusitadamente original y feroz contra sí mismo y el constructo del imaginario de la especie. La segunda parte desde la reconstrucción de la memoria de la infancia, con sus trampas emocionales y electivas, también, y la tercera desde la pérdida de la fe en los valores asumidos, no sólo religiosos, sino también éticos y filosóficos. Poemas como “Inocencia impuesta”, por ejemplo, reflexiona sobre si al amparo del pecado original asumimos como primigenios y ajenos nuestros pecados sucesivos: «Nadie asume los fallos primigenios. / Nosotros nunca somos los causantes / de lo que nos ocurre».

La tercera parte abunda de sentimientos de pérdida, de referentes como la madre, la casa familiar, la vida en el extranjero, una especie de curtidora vivencia rica pero dolorosa en el exilio de la fe asumida y las referencias primeras. Casi cualquiera de sus hermosos y hondos poemas sirven de ejemplo: “Agnosticismo”, “Sin anclas en la carne”, “Apenas quedan lágrimas”, o “Las manos de Átropos”. Aquí, es el afecto lo que fija la memoria y tal vez la salva. Una elección de eso que los científicos llaman la inteligencia emocional:

Creyentes o no, nadie es capaz

de acertar cuando piensa qué sucede al morir.

Yo prefiero pensar, aunque no sea cierto,

que la vida es un simulacro

que hemos de cumplir para en la muerte

no estar ciegos, poder andar seguros

entre aquellos a quienes más quisimos.

Un poemario prodigioso de imágenes, en el que la ternura salva del horror de la pérdida. Una voz madura y hecha, original sin renunciar sus referentes, este libro de Jorge Pozo Soriano.

 

*Jorge Pozo Soriano (Madrid, 1985) es licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas y graduado en Magisterio de Educación Primaria con Mención Especial en Lengua Inglesa. Autor de literatura infantil y juvenil y poeta, ha publicado, hasta la fecha, dos libros de cuentos, dos novelas juveniles, la primera entrega de una serie infantil y el poemario Hogares impropios (Premio Provincia de Guadalajara de Poesía José Antonio Ochaíta 2021). Escrito bajo las uñas consiguió el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Gala. Además, está a cargo de varios talleres literarios, grupos de lectores y diversas actividades de fomento de la lectura. Conduce un podcast en Radio Off the Record, llamado Enredando voces, de entrevistas a personas relacionadas con el mundo literario.