Gerardo Venteo (Galera, 1963) realiza estudios de Magisterio en la Universidad de Granada, donde, en asociación con otros poetas, forma el grupo Grama de Poesía, entre cuyas actividades destaca la organización y dirección de varios “Encuentros de Poetas en Peligros”. Algunos de sus poemas han aparecido en las revistas Ficciones, Extramuros, Letra Clara, Voladas, Estación de Poesía, Lumbre y en la carpeta de grabados Entredós de Maureen L. Booth. En 1996 dirige la edición de la carpeta de serigrafía y poemas Memoria azul. Colabora en publicaciones colectivas tales como Versos alrededor de la lumbre, Para decir amor sencillamente o La satisfacción del deber cumplido. Ha participado en la XVIII edición del Festival Internacional de Poesía de Granada.
Ha publicado los poemarios: Los verbos conjugados (Ediciones Adhara, 1996), En el corazón dormido del esparto (Proyecto Sur de Ediciones, 2001), El nombre del frío (Maclein y Parker, 2018), Casa de dos plantas (Sonámbulos Ediciones, 2021) y La veladora, que acaba de ver la luz en Olé Libros, y del que le hemos pedido hoy que nos dé su Primera Impresión.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
La veladora estaba prácticamente terminada hace dos años, pero hasta ahora no ha surgido la oportunidad de publicarlo (esto aparece de alguna manera reflejado en la edición). Debo decir que la experiencia editorial con el equipo de Olé libros (Toni Alcolea, Loli Lara, Inmaculada Moreno, Ana Brezo y Lidia Martínez) ha sido realmente excelente. Así mismo debo agradecer el enorme cariño con el que Antonio Rodríguez Barbero ha abordado la ilustración que sirve como carta de presentación y puerta de entrada a esta casa o Nati López Molina que ha realizado el trabajo de maquetación de la portada.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Este libro no es un libro premeditado que surge de la nada, sino que es una consecuencia. De alguna manera estaba larvado, escondido ahí debajo desde siempre y fue gestado, de manera inconsciente, en el momento de estar escribiendo Casa de dos plantas. Pero llega un momento en el que tienes la certeza de que quieres escribirlo y se convierte en una necesidad. Y esa certeza y esa necesidad surgen en un momento inesperado y con mucha fuerza. Recuerdo que los primeros poemas se los envié a Gerardo Rodríguez Salas y me dijo que le gustaba mucho el tono empleado. Eso me dio mucha confianza para continuar.
Detrás de lo revelado, lo velado empieza a adquirir importancia
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
En La veladora acontecen tres voces diferenciadas en cada una de las partes que lo trazan y transcurre de forma ágil a través de la secuencia de poemas breves, un poema lleva a otro poema y entre todos, en su conjunto, conforman un solo poema donde las reiteraciones adquieren una importancia y donde van apareciendo nuevos matices que van precisando y reafirmando al personaje central.
Este es un poemario que tiene varias capas. En un primer abordaje del texto, el lector puede apreciar que se trata de un libro que habla del agradecimiento, de amor, de esfuerzo y soledad, pero, además, existe otro relato subyacente que en algunos textos (pocos) aparece en la superficie. Es como el negativo de un carrete en blanco y negro. Detrás de lo revelado, lo velado empieza a adquirir importancia cuando reflexionamos sobre Juana; en lo que Juana no pudo ser debido a las circunstancias socioeconómicas, políticas y religiosas de la época. Juana no pudo estudiar y tuvo que acatar las premisas y obligaciones que el momento histórico decretaba y que venían dictadas desde su nacimiento por ser mujer. A ella estaba encomendada la tarea de los cuidados (como a casi todas las mujeres de entonces): tenía que aprender a cocinar, a coser… para ser buena hija, buena hermana, buena esposa y buena madre. Con lo que había, con lo único que tenía, con lo único que le permitieron hacer, de cuanto pudo y supo, hizo lo mejor. Juana hizo la gloria, hizo su casa y la sembró de afectos como quien siembra un bancal cuyo fruto fueron sus hijos que, a su vez, recogiendo el afecto de la madre, se convierten en sembradores. De la negación impuesta, y gracias a su esfuerzo, su tesón y su generosidad, Juana construyó una patria luminosa hasta el punto de que aquello que edificó sigue transcendiendo.
Juana puede representar a muchas mujeres de la época que se resignaron a acatar y representar el papel que se les había asignado y surgen dos preguntas ¿Qué habría sido de Juana y esas mujeres si hubieran tenido la oportunidad de ser otra cosa? ¿Se sintieron en algún momento realizadas en el encargo? Esa negación de ellas mismas está también contenida en La veladora.
Este es un libro de gratitud.
¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?
Este es un libro de gratitud impregnado de imágenes que construyen y nutren mi memoria emocional. Me gustaría que el lector se sintiera agradecido y emocionado al repasar momentos que pueden formar parte de su propio imaginario.
Con este poemario quiero acariciar de nuevo al lector, quiero devolverle una experiencia íntima de reconocimiento.
Lo paralicé todo porque surgió un poema que necesariamente debía estar en el libro.
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
La disposición de los poemas, la secuencia, es absolutamente deliberada una vez tuve la certeza de cómo se iba a desarrollar cada una de las partes y los personajes que las construyen. Y aun así, al final, cuando estaba a punto de entrar en imprenta, lo paralicé todo porque surgió un poema que necesariamente debía estar en el libro y que no detecté hasta ese momento, sentí que era absolutamente necesario que apareciera. Y, en ese momento, ya sí, dije, el libro está terminado.
La propuesta final surgió un día en la ducha.
¿Qué importancia le das a la revisión y a la edición en tu proceso creativo?
Siempre estoy revisando la propuesta inicial que surge. En un primer momento, dilatado en el tiempo, recopilo los textos que van a formar parte de lo que puede ser finalmente un libro, les propongo un orden provisional y luego voy cribando, desechando, corrigiendo o escribiendo lo que creo que falta. Soy un poco obsesivo con los temas. Mis poemarios son temáticos. Una vez escritos los guardo en un cajón durante un tiempo indeterminado. En ese tiempo se van cociendo lentamente, los poemas van creciendo o desdibujándose. Cuando destapo de nuevo los poemas, leo y veo los que pueden ser en principio imprescindibles o prescindibles y reviso una y otra vez; cuando tengo una propuesta, la doy a conocer a gente de mi confianza para oír su opinión sobre aciertos o fallos y a veces. En ese proceso, la propuesta inicial sufre un vuelco total. Con este poemario concretamente ocurrió. Es curioso, la propuesta final surgió un día en la ducha, momentos antes de venir de visita a Granada y tuve que fijarla de manera inmediata. Fue un momento de certeza increíble y me puse a trabajar en ello.
Los poemas construyen una especie de relato de personajes.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Gerardo Venteo de tus obras anteriores?
El que escribe es el mismo y el que se emociona y reflexiona con lo que vive, el mismo que lee como lee a quienes lee. El mismo que intenta abordar el proyecto de una manera unitaria y coherente. La veladora es un poemario que, de alguna manera, ya estaba adelantado en Casa de dos plantas. La veladora habla también de una casa —de mi casa—, pero esta vez lo hace desde quienes la conformamos y habitábamos. Los poemas construyen una especie de relato de personajes. En lo referente a lo íntimo, personal y emocional y el modo de construir los poemas, también guarda puntos de intersección con la manera de abordar El nombre del frío.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de La veladora, ¿cuáles serían?
Es complicado elegir tres poemas porque todos obedecen a una secuencia, de alguna manera están todos cosidos en el corpus del libro y extraerlos hace que pierdan contexto, pero voy a seleccionar uno de cada uno de los personajes que aparecen en el libro, el primer poema con el que comienza cada una de esas partes: de Juana, de Un hijo y de Otro hijo.
Llama la atención la gran cantidad de poetas por metro cuadrado de habitantes que tiene Granada.
Tras unos años afincado en Sevilla, has vuelto recientemente a Granada, de cuya vida poética fuiste activo partícipe tiempo atrás. ¿Cómo te la has encontrado, en lo que se refiere a lo literario?
Llama la atención la gran cantidad de poetas por metro cuadrado de habitantes que tiene Granada. Las voces son muchas y muy heterogéneas, y abarcan un amplio abanico generacional. Es algo múltiple. Es un hecho constatable; en esta ciudad y en su provincia se escribe mucha y muy buena poesía. Asimismo, es un fenómeno perceptible y me atrevería a decir que casi único. La agenda de la poesía en Granada es excelente, amplia y para todos los gustos. Casi todos los días hay actos poéticos en librerías o en instituciones académicas, públicas o privadas, algunas dependen de la administración y otras no. Además, y esto es muy importante también, hay un nutrido número de editoriales que publican buena poesía o librerías que la ofertan de manera preciosa. Aprovecho para animar a los lectores a comprar en las librerías, la experiencia va mucho más allá de la simple adquisición de un libro concreto. En las librerías están expuestas muchas e interesantes propuestas y basta con abrir una portada y comenzar a leer.
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Tengo varios proyectos abiertos, pero no puedo adelantar nada más porque cuando se habla antes de tiempo se desfondan, y pierden la tensión necesaria para trabajar y hacer cuerpo.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Es difícil adelantarse a las propuestas que nos traes semanalmente… María Sánchez con su libro Fuego la sed me parece una opción muy interesante y también una poeta que he leído recientemente, Mayte Gómez Molina, con su libro Los trabajos sin Hércules.
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Tres poemas de La veladora
De Juana
Todo en ella era servicio.
Estaba hecha de músculo dulce de miga de pan.
Aprendió a llevar la casa
de su madre y después su casa.
Siempre había sido como esas viejas
criadas alerta y dispuestas a todo:
atendía con diligencia
la cocina, el pulcro orden de la casa.
Era el bálsamo de los cuidados,
la libreta precisa que anotaba
los números precarios,
la voz templada del aliento
y la confianza.
Una manera de hacer
y hacer el mundo.
De Un hijo
Dormíamos juntos en una casa.
Éramos una familia.
Nos cubría el vaho de la noche sobre el tejado.
Dentro, nosotros en paz.
Yo dormía mientras mi madre
desvelada
se enredaba en la aritmética
de las cuentas del rosario y las cuentas
de cada día.
Al día siguiente, la aritmética
de las horas en sus labores
enhebraban el presente y el futuro.
De Otro hijo
Fueron mujeres épicas de otra época.
Su obligación se la creyeron a pies juntillas.
Entre ellas
y su servicio
no había distinción.
Eran fuente, pozo de donación
a la deriva.
Su vida entera, fueron
pronombre solo en los pronombres.
ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.