ESPAÑA EN SORDINA

SARA MONTIEL EN VALENCIA

 

 

Una vez en Valencia entré en un restaurante o cafetería que estaba llena de fotos de Sara Montiel. Creo que se llamaba “La Montiel” o algo así, no escribo un artículo académico y exhaustivo, hablo desde la memoria y el interior. Creo que estaba en el barrio creativo de Rusafa, el Soho de los valencianos.

Sara Montiel nació en un pueblo de Ciudad Real pero pasó su infancia y juventud en Valencia, tiene mucho de valenciana. Y muchos años después la nombraron Fallera Mayor. Y dio una idea de España, una cierta imagen de España.

Me fijé en una foto bellísima, donde estaba como flotando en luz, con una camelia muy grande sobre la sien. Era delicada y al mismo tiempo abundante, con unos labios afirmados y sensuales, con unos ojos donde lo recogía todo y lo transformaba. Y al mismo tiempo se arrojaba a sí misma.

Ponía en esos ojos esa personalidad, esa fuerza y elegancia que convencieron a Anthony Mann o a Gary Cooper, con ellos cantaba “La Violetera” o “El relicario”. O la misma canción “Valencia” en la que convertía a su ciudad adoptiva en una fiesta.

Me acordé de cuando cumplía no sé cuántos años con mucho tronío, Francisco Umbral elogió sus pechos en el homenaje  y ella sonrió satisfecha y sin remilgos. Me acordé de cuando yo la vi en persona en una discoteca en Galicia, donde se grababa en directo un programa de la televisión gallega y yo tenía una invitación. Me quedé mirándola alucinado de que estuviese tan cerca y tuviese tanta prestancia y ella sonrió del mismo modo satisfecho y sin remilgos.

Era cierta idea de España, si Italia tenía su Ana Magnani o su Stefania Sandrelli España tenía su Saritísima. Y la recordé vagamente en “El último cuplé”, dolida pero resistente, trágica pero viva, derrotada pero humillada como decía Hemingway de su viejo en el mar.

Aquella foto me hablaba de una cierta España, me gustaba la foto y su reflejo en el cristal de la izquierda, donde se volvía más melancólica pero también más resistente. Mirando sin ser vencida en la oscuridad. Con su belleza a pesar de todo, difuminada pero tan existente.

 

ANTONIO COSTA GÓMEZ

FOTO: CONSUELO DE ARCO