Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976) es autor de los poemarios Anatomía del tornado (Ediciones En Huida, 2015), Las razones del agua (Adeshoras, 2017), Los principios activos (Algaida, 2018, XXXVI Premio de Badajoz de Poesía), Origen de la niebla (Esdrújula, 2023, IV Premio Esdrújula de Poesía) y Sanatorio (Renacimiento, 2025, XXXVIII Premio Tiflos de Poesía). Ha coordinado la edición del libro colectivo Diodati, la cuna del monstruo (Adeshoras, 2016). Además, ha colaborado con diversas revistas literarias como ‘La Galla Ciencia’, ‘Cuadernos del Sur’ o ‘Quimera’.
Asimismo, ha publicado dos títulos de narrativa: Caleidoscopia (Adeshoras, 2013) y La vida anticipada (Adeshoras, 2020). Participa activamente en la vida cultural de su ciudad, interviniendo en festivales, talleres, ciclos y lecturas. Hoy nos acompaña para darnos su Primera Impresión sobre su último poemario publicado, Sanatorio.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Francisco Javier Guerrero: La poesía tiene la capacidad única de poder abordar temas inabarcables como la enfermedad o la pérdida. Materias que suelen estar tratadas desde la experiencia, ya sea personal o clínica. Sanatorio trata de confrontar la finitud humana desde otro ángulo; de entender esos espacios no sólo como un final, sino, también, como el punto de partida para una reflexión sobre la vida y la memoria. El libro pretende ser un acercamiento estético a la idea de vulnerabilidad. Un reto grande y muy delicado que me apetecía afrontar.
El libro lleva un par de años terminado y dispuesto. Su ahora es por el Tiflos.
La semilla es la pandemia
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Aunque ya apenas quede rastro de esto, la semilla es la pandemia. Un puñado de poemas sobre lo que vi y viví en primera persona; poemas de vuelo corto por estar muy pegados al hecho, que guardé. Cuando pasó la etapa más dura, la inercia de aquella escritura me ayudo a seguir escribiendo sobre esos temas. Ya con una distancia adecuada y necesaria. De esta nueva escritura nace Sanatorio.
Cada poema tiene su casa
¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?
En lo esencial mi forma de trabajar es la misma desde mi tercer libro; los dos primeros fueron casi accidentales y sin tener una idea clara de libro en la cabeza. El proceso es lento. Porque los primeros textos nunca son definitivos. Al principio, apenas borradores o apuntes que van conformándose poco a poco. Luego los poemas se perfilan y se pulen, tanto en forma como en tono. Y por fin se encajan en una estructura coherente. En este punto —la poda del conjunto— suelen caerse algunos buenos poemas. Es el momento que más me cuesta. Pero cada poema tiene su casa.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
Sobre todo, que no se trata de un libro sobre la enfermedad terminal como se ha escrito y replicado, sino sobre la vulnerabilidad.
¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?
Que el libro emocione y sacuda; y que sea capaz de iluminar algunas zonas que normalmente están apagadas.
Ese hueco lo rellena el lector
El jurado del Premio Tiflos ha destacado la organicidad y la estructura del libro, así como su capacidad para conmover sin caer en el patetismo. ¿Fue la estructura algo deliberado desde el principio o surgió de manera más intuitiva durante el proceso de creación?
La estructura surgió durante el proceso. Fue modificada varias veces hasta encontrar su forma definitiva; su camino. El conjunto también hace un recorrido, tiene un arco que sí es deliberado pero que, en mi caso, no es previo a la escritura, sino que aparece con ella, cuando hay un número significativo de poemas. Entonces, los muevo igual que se mueven las piezas en un puzle móvil, hasta que veo el dibujo; como en estos rompecabezas, hay una casilla en blanco, un hueco que falta y que permite la movilidad del resto, la respiración del conjunto. Ese hueco lo rellena el lector.
¿En qué medida veremos en Sanatorio al Francisco Javier Guerrero de tus anteriores obras? ¿Qué hay de continuidad y qué de ruptura?
Es un libro más cercano a Los principios activos que a Las razones del agua, por ejemplo. La continuidad espero que sea la voz. La ruptura está en que el reto está planteado en este libro desde el tema y no desde la forma.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Sanatorio, ¿cuáles serían?
Hijo, Oración y Vapor.
Como ya hemos comentado, Sanatorio ha sido galardonado con el XXXVIII Premio Tiflos de Poesía. ¿Qué significa para ti este reconocimiento, tanto a nivel personal como profesional? ¿Crees que el premio puede cambiar la recepción del libro o tu proyección como poeta?
Significa un desahogo y un aval. El Tiflos es un gran premio que tiene un gran jurado. Lograrlo es tener la sensación (que solo es eso, una impresión) de que uno va por el buen camino, sea lo que sea que signifique eso.
La segunda pregunta, te la responderé con un deseo: ojalá.
Me apasiona el cuento
Además de la poesía, has publicado narrativa y coordinado proyectos colectivos. ¿Cómo conviven en ti estos distintos registros literarios? ¿Influye tu faceta de narrador en tu poesía, y viceversa?
Conviven de una manera muy natural. Me apasiona el cuento. Por ahí empecé. Y su hechizo no me abandona. Casi alterno los proyectos narrativos con los poéticos. A veces coexisten. Y desde luego se influyen. Como curiosidad, hago más lecturas narrativas cuando escribo poesía y más poemas cuando escribo narrativa. En Sanatorio tuve muy presente la lectura sobrecogedora de Mortal y rosa.
¿En qué proyectos poéticos estás trabajando actualmente?
Nada concreto. Lecturas, sobre todo. Poesía naturalista. Primero quiero aprender y después, tal vez, trabajar en ese campo.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Si me permites, hay dos poetas muy interesantes, de los que me gustaría conocer su “Primera impresión”. Juan José Gómez Cadenas, con Abandonando Ítaca; y Vanessa Simonka, con De presencia y aire.
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Tres poemas de Sanatorio
HIJO
Llevábamos al niño de la mano;
no sabíamos hacer otra cosa.
Era nuestro deber
y una forma pequeña de reconocimiento.
Nos había dado el don de cantar
a oscuras su alborada.
Su edad irreversible, contra todo pronóstico,
mezclaba los colores más intensos
con tonos desvaídos
en una habitación con ojitos de pez.
Pero éramos nosotros el océano.
Nadie nos preparó para esa noche.
Ni para respirar por debajo del agua.
ORACIÓN
Padre nuestro que estás en las habitaciones
esperando que llegue algún milagro,
apiádate de ti.
Ya sabemos que no has podido hacer nada.
Pero nunca te rindes y te empeñas,
sin un diazepam que echarte a la boca,
en darnos algún tipo de esperanza.
¿Cómo puedes hacerlo?
Todos nos damos cuenta de tu debilidad;
y nos compadecemos.
Debes de estar cansado, sentirte diminuto.
Hemos visto tu cuerpo en tinta, en tez, en trama,
salpicado de muerte;
las costillas sangrando, las palabras partidas.
¿Quién te socorre a ti?
Tendrías que encontrar un redentor,
entre grandes maderos, que te auxilie.
No se puede ser Dios sin ser salvado.
VAPOR
Un sol inolvidable se extravía
antes de amanecer.
El presente es un mero decorado
donde se disimulan las respuestas.
No sé lo que será
el bulto que se eleva debajo de la sábana.
Podría ser un cuerpo.
Con qué facilidad desaparece
todo lo que deslumbra.
Por suerte está el vapor que descubre promesas
en el espejo del cuarto de baño.