Cuando los dioses nombraron las cosas

 

Este artículo analiza el origen mitológico de algunas palabras que usamos hoy día y explica cómo esas leyendas influenciaron en su significado. 

Tánatos, dios de la muerte, suele representarse como un joven alado con alas negras, simbolizando la muerte rápida y el paso del alma al más allá. Sus símbolos más comunes son una antorcha invertida, que indica la vida que se apaga, y un puñal o guadaña que representa la muerte definitiva. De su nombre derivan términos modernos como tanatología (estudio de la muerte), tanatofobia (miedo a la muerte) y tanatorio. En psicoanálisis, Freud también tomó el término «instinto tanático» (impulso destructivo), vinculándolo simbólicamente con este dios.

Hipnos, dios del sueño, fue el hermano gemelo de Tánatos, ambos hijos de Nyx (diosa de la noche). De su nombre deriva directamente el término «hipnosis», acuñado en el siglo XIX por el médico escocés James Braid, quien investigaba los estados alterados de conciencia. Aunque la hipnosis no es literalmente sueño, lleva al sujeto del estado despierto a un trance profundo que precede al sueño.  

Morfeo, su hijo, forma parte del grupo de los Oneiros, los mil hijos de Hipnos y dioses menores del sueño. Sus hermanos, también dedicados al mundo de los sueños, representaban otras dimensiones del subconsciente, pero Morfeo era el más importante de todos ellos. Podía adoptar cualquier apariencia humana en los sueños y presentarse ante los mortales con un rostro o cuerpo reconocible mientras dormían. Así, sus sueños permitían la comunicación secreta entre los dioses y los mortales. 

Según la leyenda, Morfeo vivía en una cueva en los rincones más oscuros del reino de Hades. Esta cueva estaba rodeada de lotos, valerianas y otras plantas narcóticas, símbolos del sueño y del tránsito entre la vigilia y el descanso. Fue representado muchas veces con amapolas en las manos, lo que anticipa su relación con los opiáceos y los fármacos sedantes. La palabra “morfina”, el conocido analgésico derivado del opio, fue bautizada en honor a este dios por el farmacéutico alemán Friedrich Sertürner en el siglo XIX. Quería reflejar su efecto de inducir un estado de sueño o inconsciencia similar al producido por los sueños de Morfeo.

Además de ésta, otras palabras actuales derivan indirectamente de él. Como: morfología, metamorfosis y antropomorfo. Aludiendo a su habilidad para transformarse. El famoso dicho “caer en los brazos de Morfeo” también proviene de esta figura mitológica, y significa entregarse al sueño de manera placentera. 

Narciso fue un héroe mitológico, hijo de la ninfa Liríope y del dios-río Cefiso. Cuando creció, su belleza era tal que atraía la atención de todos, pero Narciso, orgulloso y altanero, despreciaba a quienes se enamoraban de él. Su actitud orgullosa y arrogante causaron el sufrimiento de varios pretendientes. Una de ellas fue la ninfa Eco, famosa por su hermosa voz. Utilizaba sus dones de comunicación para entretener a Hera, la esposa de Zeus, mientras este cortejaba las ninfas. Cuando Hera descubrió el engaño, castigó a Eco con una maldición: 

«Desde ahora, solo podrás repetir las últimas palabras que oigas.»

De este castigo divino nació, simbólica y etimológicamente, la palabra «eco» tal y como la conocemos hoy día. 

Cuando Eco se enamoró perdidamente de Narciso, fue rechazada con frialdad y crueldad. Este momento revela la profundidad de su sufrimiento: no solo fue despreciada, sino que —a causa de su castigo divino— quedó condenada a repetir eternamente las palabras del rechazo que más la hirieron, como un eco literal y emocional. Su existencia se transformó en una repetición dolorosa de aquello que no pudo evitar escuchar, convirtiéndose en símbolo de un amor no correspondido.  

Fue entonces, cuando Némesis, la diosa de la justicia, decidió que Narciso conociera el sufrimiento que él mismo había provocado. En el lenguaje cotidiano, “némesis” se utiliza para describir a un enemigo implacable o una fuerza inevitable que representa la justicia o el castigo ineludible. 

Castigado por su arrogancia, el joven, que jamás había visto su propio rostro, se encontró un día con su reflejo en las aguas cristalinas de un río mientras bebía. Al contemplarse por primera vez, se enamoró perdidamente de su reflejo y fue incapaz de separarse de él. La obsesión y fascinación por su rostro, le dejó contemplándose día y noche, tratando de abrazar, besar o tocar ese reflejo, sin saber que era él mismo. Desesperado y consumido por el deseo imposible de poseer esa imagen, se lanza al agua intentando alcanzar su reflejo y se dejó morir. Tras su muerte, su cuerpo desaparece, y en su lugar crece la flor del narciso, como un símbolo de su belleza y tragedia. 

Este mito ha inspirado a la psicología moderna, que tomó el nombre del personaje para describir un trastorno de personalidad caracterizado por una personalidad egocéntrica, con una necesidad excesiva de admiración y poca capacidad empática. El psicólogo Sigmund Freud desarrolló la teoría del “narcisismo” como parte fundamental en la formación y funcionamiento de la personalidad humana.