La serie Assassin’s Creed comenzó como un juego centrado en el sigilo y el asesinato estratégico. Sin embargo, a lo largo de los años, la franquicia ha experimentado una transformación radical hacia el género del rol de acción. Este artículo explora los hitos, razones y consecuencias de esa evolución.
Cómo la serie Assassin’s Creed ha evolucionado del sigilo al rol
Cuando Assassin ‘s Creed llegó al mercado en 2007, revolucionó el mundo de los videojuegos con su propuesta basada en el sigilo, el parkour urbano y una narrativa histórica inmersiva. El jugador se metía en la piel de un asesino que debía moverse con discreción, mezclarse con la multitud y eliminar objetivos clave sin ser detectado. El sigilo, el minimalismo en el combate y el diseño vertical eran sus principales señas de identidad.
Sin embargo, tras más de una docena de títulos principales, la franquicia ha adoptado un enfoque completamente diferente. Con entregas como Assassin ‘s Creed Origins, Odyssey y Valhalla, el énfasis ha cambiado hacia la exploración de mundos abiertos inmensos, sistemas de progresión de personaje, y combates directos más espectaculares. La serie ha migrado del sigilo al rol, modificando profundamente su ADN y generando tanto entusiasmo como controversia entre sus seguidores. Junto con el equipo del sitio web Gates of Olympus 1000 hablaremos de esto con más detalle.
La era del sigilo: los orígenes de una fórmula única
Los primeros títulos de Assassin ‘s Creed —especialmente el original, Assassin’ s Creed II, Brotherhood y Revelations— estaban claramente enfocados en el sigilo. El jugador debía observar cuidadosamente a su presa, planear un acercamiento sin levantar sospechas y escapar sin dejar rastro. El combate era un último recurso, no la vía principal para completar misiones.
Esta mecánica encajaba perfectamente con la ambientación histórica: asesinos encapuchados enfrentando a figuras poderosas en entornos urbanos densamente poblados como Jerusalén, Venecia o Constantinopla. El parkour y la escalada libre complementaban el sigilo, permitiendo al jugador moverse por los tejados y escapar de los guardias con estilo y precisión. Durante esta etapa, la saga encontró su identidad en la discreción, la estrategia y el misterio.
El punto de inflexión: innovación y crisis de identidad
Con la llegada de Assassin’s Creed III y Black Flag, la saga comenzó a explorar nuevas direcciones. Aunque el sigilo seguía presente, empezaron a introducirse elementos de acción más pronunciados: batallas navales, entornos más abiertos y una narrativa más cinematográfica. Estas entregas buscaron renovar el interés sin traicionar completamente sus raíces, pero también mostraron las tensiones internas de una fórmula que comenzaba a repetirse.
La acumulación de lanzamientos anuales y la fatiga del público culminaron en una crisis con Assassin’s Creed Unity y Syndicate. A pesar de sus logros técnicos, estos títulos no lograron cautivar como antes. Ubisoft reconoció la necesidad de una reinvención profunda, y decidió dar un paso audaz: transformar la saga en una experiencia más centrada en la acción y el rol, lo que marcó el fin de una era.
El salto al rol: Assassin’s Creed Origins y el nuevo paradigma
Con el lanzamiento de Origins en 2017, la franquicia renació como un juego de rol de acción en mundo abierto. Inspirado por títulos como The Witcher 3, el juego introdujo un sistema de niveles, árboles de habilidades, botín, equipamiento y un combate más dinámico. El protagonista, Bayek, ya no era un asesino sigiloso, sino un guerrero capaz de enfrentarse a decenas de enemigos.
Este cambio fue bien recibido por muchos jugadores, ya que aportaba una mayor libertad y profundidad al gameplay. El mundo de Egipto estaba lleno de misiones secundarias, secretos, y decisiones morales. El sigilo seguía existiendo como una opción, pero ya no era el eje central. La serie había entrado de lleno en el terreno del RPG.
Odyssey y Valhalla: el rol como identidad principal
Assassin’s Creed Odyssey llevó la fórmula aún más lejos. Con dos protagonistas seleccionables, elecciones en los diálogos, finales múltiples y un mapa colosal, se consolidó el estilo RPG. El sistema de combate se volvió aún más complejo, con habilidades especiales, mecánicas de loot y personalización avanzada del personaje. La historia se volvió menos lineal y más centrada en la experiencia del jugador.
En Valhalla, ambientado en la invasión vikinga de Inglaterra, Ubisoft profundizó en el aspecto narrativo, integrando mejor el desarrollo de personajes y la construcción de asentamientos. Aunque algunos elementos de sigilo fueron reintroducidos como un guiño a los orígenes, el corazón del juego seguía siendo la acción y la progresión al estilo de los juegos de rol.
Críticas, nostalgia y un posible retorno al sigilo
La evolución hacia el rol ha generado división entre los fans. Muchos aplauden la complejidad y escala de los nuevos juegos, mientras que otros lamentan la pérdida del enfoque original. Algunos critican la duración excesiva, la repetitividad de misiones secundarias y la desconexión con el credo de los Asesinos. En respuesta a estas voces, Ubisoft ha anunciado que Assassin’s Creed Mirage recuperará una jugabilidad más compacta y centrada en el sigilo, como una carta de amor a los fanáticos de la vieja escuela.
Esto sugiere que la saga podría mantener una doble vía: juegos RPG ambiciosos para explorar nuevas épocas y estilos, y entregas más contenidas para preservar la esencia clásica. Así, la serie no reniega de su evolución, sino que reconoce el valor de sus raíces.
Conclusión
Assassin’s Creed es mucho más que una serie de videojuegos: es un reflejo de la evolución del medio interactivo y de las expectativas cambiantes del público. Su tránsito del sigilo al rol no ha sido una traición, sino una adaptación necesaria para seguir siendo relevante en un mercado competitivo y saturado.
Aunque ya no se trata únicamente de asesinar desde las sombras, la saga sigue explorando el conflicto entre libertad y control, entre poder y resistencia. En ese sentido, su espíritu sigue intacto, aunque sus formas hayan cambiado. La evolución de Assassin’s Creed es, al final, una muestra de cómo la identidad de una franquicia puede transformarse sin perder su alma.