ESPAÑA EN SORDINA

ESPAÑA EN EL INFINITO

 

 

ANTONIO COSTA GÓMEZ

Cuando iba en un coche hacia Finisterre, pasando Corcubión, Cee, todos los pueblos que se iban asomando como desde otro mundo en la carretera. Cuando parecía que todo terminaba y aún había algo más.

Cuando al final, todavía había algo más, el pueblo de Finisterre. Y aún más allá de él el Faro con las enormes rocas cayendo por el acantilado.

Y el océano que era la plenitud y la eternidad. Con razón para los romanos aquello era un espanto y era una fascinación.

Cuando se sentían sombras y seres misteriosos delante del infinito. Cuando dejaban de ser ellos mismos y salían de los días normales y se convertían en otros seres.

Y pensaba en Rosalía de Castro y en que somos también esa sombra que nos persigue. Esa sombra que nunca podemos controlar y que siempre vuelve a nuestro lado. Que es la otra cara de nosotros mismos.

Pero al acercarnos a Finisterre todo nuestro ser era sombra y notábamos con tanta densidad nuestro rostro. Como nunca lo habíamos notado.

Les dijeron a los soldados romanos: Esto es el fin, más allá solo hay monstruos. Y España estaba en el fin, frente al infinito y los monstruos. España miraba apasionadamente al infinito. Y volvía infinitos los rostros de los soldados romanos.

España asomada al misterio y la libertad, sin dejar que la cuadriculen. Por eso yo hice una queimada misteriosa en el suelo de baldosa de un hotel, y Consuelo me fotografió como un fuego bailando sobre otro fuego.

FOTO: CONSUELO DE ARCO