Por Ana Isabel Alvea Sánchez. 

UN GRITO CONTRA  LA VIOLENCIA DE GÉNERO.

Rosa María García Barja ha sido ganadora de un gran número de concursos literarios, en España y en varios países hispanoamericanos, y ha publicado los libros de relatos: Entre la cal y el tiempo (Ediciones en Huida, 2011) y La despensa del alma (Grupo Editorial Círculo Rojo, 2017). Curiosamente, a pesar de escribir poesía desde siempre, y con talento y ángel, Sangre de ababol (Punto Rojo Libros, 2024) es su primer poemario publicado.

Su título, Sangre de ababol –refiriéndose al fulgurante rojo de las amapolas, de belleza efímera, cuyas hojas y pétalos pueden resultar sumamente tóxicos- simboliza el tema del poemario: el amor y el desamor. En él se testimonia la pasión y entrega inicial en una relación amorosa, su evolución y decadencia, llegando incluso a convertirse en una relación tóxica y perjudicial. La autora, además, ha querido dar voz a las mujeres que sufren maltrato y, con una delicada empatía y aguda observación, sabe ponerse en su lugar. Comprobamos que el libro posee una fuerte cohesión y unidad temática, todos los poemas inciden desde diferentes ángulos en las relaciones afectivas, sin necesidad de estructurarlo o dividirlo en partes, un río que sigue la corriente de los acontecimientos o una carretera que no llega a ninguna parte, si acaso al infierno. Como bien manifiesta Francisco Espasandín-Bustelo en su reseña, retrata el dolor asociado a la violencia machista y la lucha por la falta de libertad.

El dibujo de la portada y las hermosas ilustraciones del libro pertenecen a José Serna, quien ha realizado también la introducción y una breve e interesante entrevista a la autora; en ella apunta nuestra poeta sevillana: “Grito con los versos para despertar una verdad que demasiadas mujeres callan”. Las ilustraciones se acompañan de breves pinceladas de poesía de Rosa María Barja: “Diluirse como la cal viva en la tinaja, a / borbotones…/ o ser coraza y abrazo del barro. / Tú eliges”.

Destaca José Serna que, según la revista Lancet, más de una de cada cuatro mujeres del mundo, entre 15 y 49 años, ha sido víctima de violencia física y/o sexual por parte de su pareja. En 2024, se registró en España 34.684 mujeres víctimas de violencia de género y 48 fueron asesinadas por sus parejas o exparejas. Tristes datos numéricos, detrás de los cuales se esconde una vida en constante angustia y terror, circunstancias bien reflejadas en el poemario por la autora. Nos habla la poeta originaria de Villanueva del Río y Minas de parejas que se convierten en “retales, remiendos, farsa”.

A cambio de la entrega y fervor, el sujeto femenino, recibe “el nocturno alimento que envenena a la rosa”. Los versos suponen un lamento por haber amado demasiado y equivocadamente; un llanto de sentirse enjaulada y fracasada, viviendo en la amargura y desolación -“ofertan amor a precio de mortaja”, dice en el poema Noche-; una queja por perderse a sí misma en esa vida; un reproche por no escapar, esconder la realidad, disimular que no pasa nada, guardar la rabia.

La vida y la mentalidad han cambiado mucho en pocas décadas, damos gracias, porque quién no ha escuchado, como escribe en el poema ¡Tú aguanta!, frases como: “Las mujeres tenemos que aguantar, hija mía (…) Cómo vas a señalarte (…) Los trapos sucios en casa…”, y argumentos similares.

No obstante, durante el transcurso de la lectura, el sol va saliendo e iluminando las páginas, llenándolas de esperanza, porque llega el momento de vivir en libertad. Una vez libre, tiene que aprender a continuar con su vida llevando semejante carga en la memoria, una herida que parece no dejarle pasar página, “el rumor de ti, amor, aún me anega la vida”. ¿Acaso es fácil superar estas vivencias, barbarie, infamia?

“Quiero que escuchen el grito de ¡SOCORRO! Desde el estruendo del miedo, el alarido de tantas mujeres tronchadas en el erial de la violencia”. Nos describe la autora la línea descendente de este tipo de relación, que se inicia con toda la ilusión, pero termina en tragedia. Y no solo se pone en la piel de una mujer, también en la de los niños, así en el poema Futuro imperfecto: “Yo estreno sonrisa cada día cuando llegas, / esperando que sea el muro que detenga tu ira”; ellos también son víctimas y en ocasiones, por desgracia, su futuro se trueca -violencia vicaria- por las manos del padre.

En cuanto al estilo, debe resaltarse la capacidad imaginativa de la poeta en una poesía plagada de buenas imágenes con los que aviva su fuerza expresiva: …el dolor se me alarga / como los días de hambre (Mañana te cuento);  hilvanar el sudario familiar / a la medida de mis despojos (Orden del día); gota a gota se hace reguero la ortografía del recuerdo (El lápiz); imágenes que, junto a un lenguaje directo y rotundo, logran gran intensidad y emoción, dos rasgos principales de este libro. Sus poemas tiemblan en nuestras manos y nos hacen estremecer; sensibilidad sería el tercer rasgo, y compromiso con la palabra, con la mujer y con la sociedad. Su poesía es sentimiento, como decía Bécquer; igual que indica Ada Salas: “Todo poema viene a llenar un hueco, viene a constituir una explicación, una confirmación de la vida, un aldabonazo en la conciencia, un consuelo”. Este poemario da de lleno en el centro de la diana, de esta problemática y lacra social; reflejan sus circunstancias y sentir, alzan la voz para que no se niegue semejante realidad.