Por Pablo Llanos. La editorial Visor ha publicado el reciente poemario de Pablo García Casado, Cada uno es mucha gente, tras su galardón en el XLVIII Premio Ciudad de Burgos. Este libro marca el retorno del autor cordobés a la poesía después de la publicación de su primera novela, La madre del futbolista (2022).

En 1997, García Casado irrumpió en la escena poética española con su primer poemario, Las Afueras (DVD Ediciones), siendo nominado al Premio Nacional de Poesía. Esta obra se convirtió en un referente para el movimiento «Afterpop» definido por Eloy Sánchez Rosillo, destacando por su indefinida frontera entre poesía y prosa, y su capacidad para fusionar elementos urbanos, cotidianos y pop con un realismo sucio que revelaba verdades líricas, característica que continuaría en sus trabajos posteriores.

Cada uno es mucha gente se estructura en tres partes: «Mujeres», «Hombres» y «Mucha gente», divididas por un poema central fragmentado titulado Genoma. En este, García Casado explora las nuevas masculinidades y la paternidad.

El poemario retoma elementos recurrentes en su obra, como referencias a marcas (Tinder), el fútbol (Cesarini, césped artificial), música e iconos pop («Creep», «Barco a Venus», «Elegía contemporánea para Rocío Jurado»), coches, carreteras, dinero (IRPF) y la angustia laboral. El lenguaje futbolístico reaparece para ilustrar la complejidad de las relaciones familiares y laborales («Los minutos de la basura», «Equipo»), revelando las complejidades y complicidades de la vida que afectan a las clases populares. Muchos poemas combinan estos elementos para construir universos complejos. Un ejemplo es Baltimore, un poema que fusiona la atmósfera policial americana, el mundo de las series, el realismo sucio, lo underground y los coches.

«Has bajado a las cloacas del amor. Aparcas el coche patrulla y tratas de hacerte entender. Subes al séptimo piso, alguien dice policía, policía. Yo no sé nada, agente, pero ves la cena mordida y el cigarro humeante. No hay nada que hacer, dice tu compañero, que recoge muestras de sangre y las mete en una bolsa. Piensas en bebes gateando por el pasillo.»

El libro plantea reflexiones sobre la precariedad, la identidad y la angustia laboral, temas que resuenan tanto en la sección de «Hombres» como en la de «Mujeres», diferenciándose en los matices. Poemas como «Playground» y «Casa» encuentran su eco en ambas secciones.

El poeta se enfrenta a la tarea de representar una complejidad infinita en un texto finito, con la esperanza de que el lector perciba esa complejidad, aunque no sea idéntica a la que el poeta intentaba transmitir. García Casado parece dominar este aspecto con naturalidad.

«No pides mucho a la vida, solo que sea benévola con ella. Verla cómo crece, día a día, verla caminar sola hacia el colegio. Y después, su propio móvil, las llaves de casa. Sus primeros secretos, tú es que no lo entiendes, piercings, tatuajes. Las fiestas y la noche, mamá, sólo es un amigo, los fantasmas. Cuando la veas llegar derrotada y sola. Abrazarla y decirle yo estaré aquí, siempre a tu lado. Y que crees en ella, en esta mancha gris de ecografía. Que ahora tiembla entre tus manos.»

Cada uno es mucha gente deja una huella profunda. El autor parece conducir un poema, sea con un destino en mente, por el placer de conducir, para que un bebé se duerma, por trabajo («Creep»), para recoger a su hija de la discoteca («Junio»), para evitar accidentes («Captiva»), hacer la compra («Un supermercado en Andalucía»), huir o regresar. Sin embargo, observa las escenas a través de espejos retrovisores que, por su naturaleza, reflejan todo menos al conductor y están llenos de ángulos muertos. (Se podría mencionar la desubjetivación y despersonalización de la poesía de Casado, pero centrémonos en que los espejos retrovisores no reflejan al poeta).

La pieza central del poemario es Genoma, un poema distinto que aborda las nuevas masculinidades y la paternidad contemporánea con serenidad.

«Enamorado aún, como el día primero en que te tuve entre mis brazos. Enamorado, aunque el cansancio me haya vuelto más distante. Casi en estado de oxidación.»

Recuerda a los libros de Andrés Neuman sobre la paternidad (Umbilical, Pequeño Parlante) y a la literatura infantil de Alejandro Zambra. Si la poética de García Casado es conducir, Genoma muestra una transición desde la preocupación del poeta al observar a su bebé en el maxicosi, hasta la entrega de las llaves del coche a su hijo, dejándole conducir hacia un destino que el padre intuye.

«Tendrás miedo, miedo a un dolor futuro. A noches de hospital, a quedarte en primera línea de fuego. A ser quien apague la luz. A aceptar que es ley de vida.»