Decía M. Twain que “desde los tiempos de Adán, los tontos están en mayoría”. Si pensamos sobre esta cuestión podríamos llegar a la conclusión de que esa mayoría no lo sería tanto por extinción de los listos, cuanto porque en cada tiempo nace por floración espontánea una nueva generación de progres con nuevos temas –y así cada tiempo tiene sus progres– que van reemplazando a los anteriores. Por eso no se acabarán nunca.

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Como todo lo nuevo, el progre nace bañado en el líquido amniótico del optimismo, que le durará algunos años. Y, en su adanismo, viene a creer que todas sus fantasías optimistas van a llegar a cumplirse. Como además tiene prisa en cumplirlas, no ha tenido ocasión de reflexionar, y así no ha podido aprovechar siquiera las enseñanzas de la experiencia. Es, pues, el más susceptible de ser engañado

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En los momentos de progresía generalizada, de lo políticamente correcto y woke, hay que hacerse también el tonto para no parecer listo y de esta manera enemigo de los tontos… Así que a seguir la moda para poder sobrevivir. Ya había aconsejado Gracián que “antes loco con todos que cuerdo a solas”.

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Con ello, los individuos más peligrosos, sin el mínimo asomo de duda, son precisamente los optimistas… Y es que, encima, suelen ser tontos activos.

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Un tonto activo es el mayor enemigo que un equipo, grupo o sociedad puede tener. Los tontos pasivos son como chinitas en un engranaje, los activos son como los saboteadores del mecanismo (por eso hay que dejarlos en su ser natural: hay que dejarlos sin obligaciones, viendo la tele por ejemplo).

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Para ello, el tonto suele interferir o discrepar (e incluso llega a aconsejarte) con la primera patochada que se le ocurre: en el caso paradigmático del progre, a este le gusta exhibir que él ve ―está viendo― el lado oculto de las cosas.

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Menos los progres, que están seguros de una cosa, los demás somos todos unos dogmáticos.

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De ahí que, sin lugar a dudas ―y estaría resuelto a discutirlo en cualquier foro particular o universal― al mismo tiempo el individuo más insufrible de la especie es un tonto rebelde, sobre todo cuando llega con teorías propias acerca de algo o, como sucede las más de las veces, acerca de todo.

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A esos progres, a esos redentores de guante blanco que surgen en la tarima de cualquier Universidad o en la terraza de cualquier bar,  se les admira en un primer momento, después se les esquiva y, por último, se les desprecia.

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No hay nada que aísle más que la torpeza… Mucho más que la ignorancia. Es un aislamiento tan conscientemente ejercido y provocado por los demás (aun a veces en contra de su deseo)…

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Y es que con un tonto a tu lado, aunque sea tu amigo, te sentirás solo. Con una persona inteligente a tu lado, aunque no sea tu amigo, te sentirás acompañado.

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Morir de tonto ignorante significa morir habiendo recibido muchas inquietudes y desvelos por parte de otros (y harto de consejos, como diría Gracián)… Morir de sabio implica haber estado abandonado a su suerte.

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Y, en fin, sobre la ignorancia que tenemos en este mundo, tontería a paletadas a lo largo de la Historia.