ESPAÑA EN SORDINA
VALLADOLID Y “EL LARGO ADIÓS”

POR ANTONIO COSTA GÓMEZ
Lo que más me gusta de Valladolid es “El largo adiós”. Y no es que no me gusten otras cosas. También me gusta el café Minuto con sus tapicerías rojas y el Museo de Escultura con sus obras alargadas y nerviosas de Alonso Berruguete.
Y el Pasaje Gutiérrez con sus espejos. Aunque aquí quitaron el bar La Rosa Negra y pusieron un local japonés. Y eso me decepcionó muchísimo. Eso me pareció una puñalada trapera.
Pero me gusta especialmente “El largo adiós”. También me gusta la novela de Raymond Chandler y me gustó bastante la película con sus sorpresas y giros. Con sus melancolías y humos.
Esa película me parece como una improvisación de jazz. Como un negar toda afirmación y un poner en duda toda vivencia y un ofrecernos otra vivencia en lugar de esa.
Y me gusta ese bar porque es mate, porque no me invade, porque no me aplasta con luz de comisaría. Porque no quiere interrogarme sino que acepta que yo lo interrogue. Y se muestra existente y me muestra a mí existente.
Y allí he pasado ratos nada memorables, pero a pesar de todo memorables.
En Valladolid los urbanistas han hecho destrozos terribles, asesinatos flagrantes. A veces parece que los urbanistas quisieran acabar con España, su sueño y verdad. Y poner por todas partes triángulos de diseño e iluminaciones frías de comisaría.
Pero en Valladolid aún queda “El largo adiós”. Donde se puede aún sentir lo que vale el tiempo de España, lo que vale el existir de España.
FOTO: CONSUELO DE ARCO

