Horacio Otheguy Riveira.
Las máquinas de imprimir no descansan, trabajan duro para que septiembre nos traiga un nuevo impacto de la editorial AdN: Potencial asesino, primera novela de la estadounidense Hanna Deitch, quien -en primera persona- esgrime con gran habilidad una tragicomedia cuya actualidad reside en desmontar la pasión anglosajona (que se va expandiendo por el mundo) por el True Crimen.
Esta novela parte de la creación de un singular personaje femenino: una buena estudiante cargada de deudas que se ocupa de sobrevivir atendiendo a una adolescente de familia muy rica. Ingenua y voluntariosa, divertida y acongojada, llega a la mansión dispuesta a cumplir con su tarea y encuentra una sorprendente escena criminal…
Un sueño muy americano cuesta abajo
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Evie Gordon, una joven becada con excelentes calificaciones y grandes sueños, siempre creyó ser especial, que llegaría a ser alguien. Pero tras graduarse de una universidad de élite, se encuentra ahogada en deudas y trabajando como tutora del SAT para los superricos de Los Ángeles.
Todo cambia un domingo, cuando Evie llega a su sesión semanal en la finca de la familia Victor y, en lugar de una adolescente aburrida, encuentra los restos ensangrentados de sus padres esparcidos por su hermoso patio trasero, así como a una mujer demacrada pidiendo ayuda dentro de un armario. Mientras Evie intenta liberarla, sin embargo, en cuestión de segundos, pasan de ser simples espectadores a sospechosos y, finalmente, fugitivos.
Sospechosa en acción
De repente, en medio de una cacería humana y acompañada por una misteriosa mujer que se niega a hablar, Evie sabe que la única manera de limpiar su nombre es encontrar al verdadero asesino. Pero primero tendrá que derribar las barreras de su compañera, quien rápidamente se está convirtiendo en la persona más importante en su trastocada existencia.
Su frenética juerga los lleva por todo Estados Unidos mientras los avances del caso conmocionan a la nación y la prensa se desboca con la historia de Evie: una niña talentosa convertida en asesina en serie. Ahora está en la portada de todas las revistas y periódicos, consagrada como la nueva Charles Manson, una sedienta de sangre del noventa y nueve por ciento que busca iniciar una guerra de clases. Parece lograr su objetivo: Evie finalmente es alguien …
Entre hilarante y profundamente perspicaz, Potencial Asesino es un debut sorprendentemente original. Una novela con la intensidad cautivadora de un thriller que plantea preguntas oportunas sobre nuestra creencia en el romanticismo de la movilidad social, y cómo las historias que nos venden sobre nuestro potencial pueden moldear el curso de nuestras vidas.

«Parte I
El coste de la vida
1.
Fui una asesina famosa. Maté a una familia rica, al estilo Manson, y luego me di a la fuga. Aunque lo mío no fue por empezar una guerra racial para alcanzar la tierra prometida ni porque deseara en secreto ser un beatle. Según las noticias, no era más que otra asesina sedienta de fama, desesperada por esculpir mi rostro en el Monte Rushmore de los grandes psicópatas estadounidenses.
No es cierto, pero lo de ser una exasesina tiene su gracia.
He pensado en ponerlo como biografía en una app de citas. Dos verdades y una mentira: 1) abandoné el doctorado, 2) entiendo el funcionamiento del mercado de valores ¡¡¡y me ha
hecho ganar millones!!!, 3) fui una asesina famosa.
También fui tutora del SAT, el examen de aptitud para acceder a la universidad, y fue así como conocí a la familia que, sin duda, yo no maté. Una de las reglas de gramática absurdas que enseñamos (estoy usando el plural mayestático de los tutores del SAT, mis allegados, mis camaradas, mis compañeros estafadores que venden chorradas a cambio de dinero para pagar el alquiler) es la diferencia entre la voz pasiva y la activa.
Yo hago cosas. Las cosas son hechas por mí. La primera es activa; la segunda, pasiva. La voz pasiva elude. Invita al folklore. Crímenes cometidos sin criminales.
Sujetos que se ocultan y desaparecen. La voz activa es mejor, pero la pasiva resulta útil. Por ejemplo, si eres una asesina.
Los actos fueron cometidos por mí. Así es más fácil contar la historia. Ese «mí» es casi una ocurrencia adicional, se convierte en la parte de la oración menos importante. Todo se centra en el acto. Los Victor fueron hallados muertos. Los cadáveres de los Victor fueron hallados por mí.
Ahora, cuando pienso en el día en que llegué para dar clase a Serena Victor y descubrí que su padre se mecía entre las algas del estanque, azul, hinchado e indudablemente muerto, es casi como si hubiera visto una película. Cuando me topé con el rostro ensangrentado y abollado de su madre, soy
como un fantasma que se tropieza con el escenario de un crimen.
No tengo forma material. No toco nada, acabo de salir de un universo de efectos encadenados y entropía. No soy más que una pasajera.
Aunque, por supuesto, hice algunas cosas. Se tomaron algunas decisiones: yo las tomé. Se ejerció cierta violencia: yo la ejercí. Los escenarios del crimen se abandonaron: yo los abandoné. La gente sufrió daños: yo los infligí. Hubo gente amada: yo la amé. No todo lo que hice estuvo mal. Solo la
mayor parte».
Recuerdo de Borges
«Pienso mucho en un cuento que leí de adolescente: El jardín de senderos que se bifurcan, de Jorge Luis Borges. En él, un profesor chino descubre la obra de su antepasado Ts’ui Pên, que quiso crear una novela laberíntica y un laberinto impenetrable en la vida real. La novela quedó inacabada y resultó ininteligible, y se pensaba que nunca nadie encontró el laberinto; de hecho, la novela y el laberinto eran lo mismo.
El profesor conoce a un estudioso que le explica que lo concebido por Ts’ui Pên no era un laberinto de espacio —un dédalo físico real—, sino de tiempo. Nuestras decisiones no eliminan otras posibilidades mediante su certeza, sino que son una 13 multiplicidad de tiempo, en el cual todas las opciones posibles existen y esculpen planes de tiempo simultáneos en la existencia.
En otras palabras, todas las decisiones se llevan a cabo, en todo momento, todas a la vez. Hay un universo donde nunca voy a la casa de los Victor. Mi compañero de piso y yo bebemos demasiado la noche anterior. Les envío un mensaje: «Lo siento mucho. Estoy muy enferma.
¿Podemos posponer la cita?». Ese mismo día, más tarde, me entero de los asesinatos en las noticias, como el resto del mundo. Después, absorbo las especulaciones sanguinarias de los expertos y las teorías desalentadoras de los aficionados al true crime en Reddit.
Cuento la anécdota en las fiestas: «¿Sabéis quiénes eran los Victor, esa familia rica que asesinaron en Los Ángeles? Pues yo era la profesora particular de su hija. He meado en su baño, he tomado su té y le he enseñado trigonometría a su hija». En ese caso, yo ni siquiera sería una nota a pie de página. Ahora soy la noticia. Yo la escribí. Ella me escribió.»…


Hannah Deitch fue profesora del SAT con una maestría en inglés de la Universidad de California en Irvine, donde estudió teoría marxista y cultura pop contemporánea. Exeditora de revistas de arte, tiene una maestría en periodismo de la USC. Actualmente reside en Los Ángeles.

