Josep Masanés.
El ensayo de Pankaj Mishra, El mundo después de Gaza, es una obra fundamental y provocadora que nos obliga a reexaminar la historia moderna desde un punto de vista totalmente diferente al occidental. En sus páginas, Mishra desmantela la narrativa dominante tras la II Guerra Mundial, la cual pivota sobre el Holocausto, para proponer una contra-narrativa en la que la descolonización es el verdadero eje de la segunda mitad del siglo XX.

El autor confronta al lector con una pregunta incómoda: ¿por qué la Shoah se ha convertido en la base moral de la sociedad occidental, mientras que otros genocidios o la esclavitud de los pueblos africanos han sido sistemáticamente relegados al olvido? Esta doble moral, según Mishra, se manifiesta en la retórica de los derechos universales de Occidente, que en la práctica solo se aplican a los hombres blancos. Mishra es claro al manifestar el carácter profundamente racista de un sistema que instrumentaliza el dolor de sus propias víctimas.
El Holocausto se presenta no solo como un trauma, sino como un elemento fundacional del Estado de Israel, una excusa para justificar una política de «los más fuertes» que se manifiesta en la limpieza étnica de Palestina en 1948, con la expulsión de 750.000 personas. El autor subraya la dolorosa paradoja de cómo una nación de víctimas se convierte en un estado que perpetúa la opresión. Con base en fuentes judías, el libro documenta la instrumentalización del genocidio nazi y la voluntad de los sucesivos gobiernos de Israel de borrar a Palestina del mapa, una política que se ha visto reforzada por los atentados del 11-S y la «guerra contra el terror».
El libro nos invita a reflexionar sobre cómo el racismo está más extendido de lo que queremos creer. La discriminación no solo es por razón de etnia sino también por razón de religión. El gran discriminador ha sido el hombre blanco cristiano.
Mishra nos recuerda que la historia del Holocausto se ha contado de forma incompleta, silenciando a otras víctimas y centrándose solo en la persecución judía, una tergiversación que ha permitido que el victimismo judío se convierta en una herramienta política. En este sentido, la relación de Alemania con Israel, desprovista de toda moralidad, es un ejemplo del cinismo que el libro denuncia.
Una de las tesis que defiende el libro es la comparación entre los palestinos y los indios bajo el Imperio Británico: ambos fueron tratados como ciudadanos de segunda clase, por mucho éxito que tuvieran. El autor argumenta que el fracaso de la integración en las sociedades avanzadas empujó a los judíos a crear un estado étnicamente puro, un reflejo de lo que ellos mismos habían sufrido. Esta idea, junto con sus experiencias personales, le permite a Mishra ofrecer un análisis más profundo de las dinámicas de la otredad.
En un mundo donde el nacionalismo, la identidad y el victimismo se han convertido en armas, El mundo después de Gaza es un libro necesario. Su brújula moral es incuestionable, y aunque el autor reconoce que vivimos en un momento de gran pesimismo, también sostiene la necesidad de luchar, incluso si no se puede ganar. Es una obra que nos enseña que solo hay una patria: la de los seres humanos.

